La actividad humana alteró profundamente los ecosistemas del planeta, lo que llevó a numerosas especies al borde de la extinción y favoreció la aparición de un fenómeno inusual: animales fuera de su hábitat nativo que logran asentarse en territorios nuevos. En este escenario, los mamíferos en peligro, con grupos establecidos en nuevas áreas, plantean un desafío singular para los expertos en conservación. Es que, aunque estas comunidades pueden ser vitales para la preservación de animales vulnerables, con frecuencia representan riesgos para los ecosistemas autóctonos y dificultan las estrategias de gestión y protección.
Esta problemática cobra especial relevancia en el marco del Día Internacional de los Derechos de los Animales, que se conmemora cada 10 de diciembre. Una efeméride que busca sensibilizar sobre la protección de todas las especies y reflexionar sobre los impactos de la actividad humana en sus hábitats. En ese sentido, un estudio reciente realizado por investigadores de la Universidad de Viena y la Universidad La Sapienza de Roma identificó a 36 especies de mamíferos que están amenazadas en sus hábitats originales, pero que han desarrollado poblaciones estables en nuevas regiones.
Estos hallazgos revelan una dinámica compleja: aunque estas comunidades pueden aliviar la presión sobre las especies nativas en los territorios introducidos, también pueden generar problemas significativos para los ecosistemas locales.
Publicado en la revista Conservation Letters, este trabajo destaca la complejidad de manejar estos grupos de animales, que, aunque pueden reducir la presión sobre las comunidades nativas, también plantean importantes dilemas ambientales. Según Lisa Tedeschi, perteneciente a ambas instituciones educativas y autora principal del estudio, “nos interesaba saber cuántas de estas especies están amenazadas en su propio territorio”.
Distribución y análisis taxonómico de las especies invasoras
Las 36 especies de mamíferos amenazados en su lugar de origen, pero que cuentan con extensas poblaciones introducidas en otros territorios, representan un porcentaje importante en comparación con las 230 especies introducidas a nivel mundial. “Esta cifra tan elevada nos ha sorprendido mucho, ya que suponíamos que las especies invasoras también eran comunes en su zona de origen”, agregó Tedeschi. El macaco crestado, que experimentó una disminución del 85% en su población en Célebes desde 1978, es un ejemplo destacado. Mientras tanto, en otras islas de Indonesia mantiene grupos estables.
Geográficamente, los rangos nativos de estas especies están concentrados en Asia sudoriental, Oceanía, y partes de Europa y África. Por su parte, las poblaciones introducidas se establecieron predominantemente en Australia oriental, ciertas áreas insulares del sudeste asiático y regiones localizadas en Europa y América del Norte. Los flujos de introducción intracontinentales, especialmente en Asia, son los más frecuentes, pero también se identificaron movimientos significativos desde Asia hacia Oceanía, Europa y Norteamérica.
La caza fue el principal motor histórico de estas introducciones, y representa la mayor parte de los casos registrados. Sin embargo, el comercio de mascotas y la agricultura también jugaron un papel importante, con las primeras introducciones documentadas en el siglo XVIII. Ejemplos adicionales incluyen al conejo salvaje, amenazado en Europa pero con poblaciones muy numerosas en lugares como Australia.
Causas de amenazas y medidas de conservación
Los mamíferos con poblaciones introducidas enfrentan múltiples amenazas en sus hábitats nativos, como la deforestación de selvas tropicales. Otra de las más críticas es la explotación de recursos biológicos, como la captura para el comercio y su utilización como fuente de alimento. Por ejemplo, el macaco negro de Célebes sufre fuertes presiones en su rango original debido al consumo de su carne.
Otros riesgos relevantes abarcan la expansión de la agricultura, que disminuye los ecosistemas disponibles, y la presión ejercida por especies invasoras a través de la competencia o la depredación. En ciertos escenarios, los grupos introducidos pueden intensificar estas amenazas. Tal es el caso del ualabí de cola de cepillo, cuya reducción en el rango nativo fue impulsada por animales no autóctonos, sin que las poblaciones establecidas fuera de su área de origen hayan logrado compensar estas pérdidas.
Las poblaciones introducidas también pueden competir con las locales y transmitir enfermedades. Según Franz Essl, investigador de biodiversidad en la Universidad de Viena, “el objetivo principal debe seguir siendo la protección de las especies en su área de origen. Sin embargo, es probable que en el futuro haya más especies amenazadas de extinción en sus áreas de origen y que tengan más posibilidades de sobrevivir en la nueva área de distribución”.
En respuesta, las estrategias de conservación más comunes incluyen programas de manejo de especies, protección de hábitats clave y regulación del comercio internacional. Sin embargo, estas acciones suelen enfocarse en las áreas nativas, por lo que dejan desprotegidas o sin gestionar las poblaciones introducidas, cuya dinámica puede influir tanto positiva como negativamente en los esfuerzos de conservación global.
Reevaluación de riesgos de extinción
El estudio subraya la necesidad de revaluar cómo se analiza el riesgo de extinción. Actualmente, las evaluaciones globales no incluyen las poblaciones no autóctonas. Sin embargo, los investigadores encontraron que incluir estas poblaciones podría mejorar el estado de conservación de algunas especies. “Para el 22% de las especies analizadas, el riesgo de extinción global se reduciría si se incluyeran en la evaluación las poblaciones no autóctonas”, explicó Essl.
Este cambio, aunque positivo en términos de supervivencia, podría desviar la atención y los recursos de las poblaciones nativas. Además, plantea preguntas éticas y técnicas sobre cómo gestionar las poblaciones introducidas, especialmente si tienen impactos negativos en los ecosistemas locales.
El papel de las poblaciones introducidas en la conservación
Las poblaciones introducidas presentan una paradoja para la conservación. Por un lado, pueden actuar como un “arca de Noé”, al preservar animales en entornos más seguros y protegidos de las amenazas presentes en sus hábitats nativos. Por otro, pueden convertirse en especies invasoras, alterar ecosistemas locales y desplazar a animales nativos.
Sin embargo, el manejo de estas poblaciones requiere precaución. Los traslados deben ser cuidadosamente evaluados para evitar la propagación de enfermedades, impactos genéticos negativos o desequilibrios ecológicos. Además, la deuda de invasión, un fenómeno donde las especies introducidas demuestran impactos negativos años o décadas después de su establecimiento, resalta la importancia del monitoreo continuo y la evaluación de desafíos.
Según Essl, “esto plantea a la conservación de la naturaleza la difícil tarea de sopesar las oportunidades y los riesgos. Esto también es una huella de la globalización de la distribución de las especies”. Las poblaciones introducidas podrían integrarse en estrategias de conservación bajo ciertos criterios, entre los que se incluye la minimización de impactos locales y la protección de sus rangos originales. Al hacerlo, podrían servir como reservas genéticas o incluso como una herramienta para reintroducciones en áreas nativas que fueron restauradas.
Texto original de Infobae
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