“Hago lo que me da la gana”. Esa expresión es el signo de los tiempos, es la marca de una sociedad decadente, el estilo de la política, la “ideología de los comportamientos”. Es la síntesis del estado de incultura que desconoce los límites, cede a los caprichos y anima a individuos, grupos, partidos y más masas que imponen lo que les interesa.
Más allá de la anécdota de cada día y de las experiencias que todos tenemos y sufrimos, es la evidencia de la liquidación de un modo de ser civilizado, donde el vecino era el respetable y respetado señor, o señora, con quien compartíamos la cuadra, la tienda o la calle, sitios en los que las pautas de comportamiento, y los valores, hacían posible la convivencia. Las leyes fueron, entonces, una posibilidad de obtener razón y justicia.
La república, más allá de las abstracciones, es una forma de convivencia, un sistema de reglas basado en la racionalidad, inspirado en la tolerancia y en los límites, y articulado en instituciones. La política no es la atribución concedida a cada cual para que haga lo que le venga en gana. No es patente de corso. No es invención para dominar, no es excusa para mentir. La política está para servir, no para afianzar las carreras electorales de competidores a quienes solo les animan la voracidad y la desmesura. Y esto trasciende de la política.
La soberbia que inspira a aquello de hacer lo que a cada cual le viene en gana germina en la sociedad, en el conductor fruncido que invade la vía, en la agresividad, en el portazo, en el desprecio a todos los que estorban. Está en la incapacidad de escuchar, en la falta de mesura. Está en el estilo abusivo que satura las calles y nos contagia tan pronto salimos de casa. Está en la animosidad contra todos y contra todo.
Ese estilo de ser y de vivir está en la ciudad arruinada, en las autoridades que no explican su conducta, está en la visión del país como espacio para medrar, en la ausencia de solidaridad, y en apostar a la ley como obstáculo. Está en nuestra vernácula viveza.
¿Puede sobrevivir aquello que llaman “Estado de derecho” en las arenas movedizas de estas conductas? No, porque ese invento de la civilización parte de la sensatez, la tolerancia y la racionalidad, y supone que los conflictos se median o se resuelven apelando a reglas, aceptando decisiones justas, admitiendo los límites y bajo el principio de que todos, y primero el poder, estamos sometidos al derecho, que los derechos tienen la contrapartida de las obligaciones, que el país es tarea de todos y que el progreso supone igualdad de oportunidades, y también de deberes.
Sin mínimos consensos, sin asumir que la democracia no es desafuero, que los espectáculos no son ocasión para el abuso, la comunidad será un cuento y la seguridad, un delirio. Si prevalece el desprecio a los demás, y si la burla a la autoridad es tema frecuente y sin consecuencias, no habrá país como circunstancia para vivir con mínima certeza.
Texto El Universo
https://www.eluniverso.com/opinion/columnistas/la-falta-de-respeto-nota/
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La falta de respeto