Mientras el ejército español se despliega junto a los servicios de emergencia locales para atender a las poblaciones afectadas, las autoridades admiten que el balance actual de 205 muertos, 202 de ellos en Valencia, aumentará a medida que se acceda a las calles y vías bloqueadas por el lodo y los autos arrastrados por la riada mortal.
Según José Ángel Núñez, jefe de Climatología de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Valencia, en declaraciones citadas por la Cadena Ser, “la catástrofe humanitaria se va a producir y va a ser la más grave en España probablemente desde 1962”, cuando unas riadas dejaron un millar de muertos en la comarca del Vallés, en Cataluña.
Y Jorge Olcina, climatólogo de la Universidad de Alicante, le dijo a BBC Mundo que “estas cosas no deberían ocurrir en un país desarrollado que cuenta con los medios con que cuenta España”.
Tres días después de las lluvias, muchos dentro y fuera de España se preguntan qué causó una catástrofe de tal magnitud en un país poco acostumbrado a desastres naturales con tan alto costo en vidas humanas.
Hay varias causas.
Precipitaciones excepcionales
Aunque las lluvias torrenciales y las tormentas son habituales en las regiones mediterráneas de España en los meses de septiembre y octubre, las que cayeron en las zonas más afectadas pulverizaron los registros.
En la provincia de Valencia cayeron hasta 500 litros de agua por metro cuadrado y en algunas de sus poblaciones llovió más en una hora de lo que suele hacerlo en todo el año.
Según explica para The Conversation José María Bodoque, investigador especializado en evaluación del riesgo por inundación de la Universidad de Castilla-La Mancha, “las precipitaciones saturaron rápidamente los suelos, generando crecidas súbitas en torrentes, cauces y ramblas que se desencadenaron en pocas horas, lo que limitó el tiempo de respuesta”.
Videos colgados en redes sociales por vecinos de algunos de los municipios afectados mostraron cómo una lengua de agua y barro iba extendiéndose por calles y veredas incluso en zonas en las que no llovía.
Fue solo el inicio de una pesadilla cuyo alcance a esa hora no se imaginaba.
Falta de previsión
Pese a que la Agencia Estatal de Meteorología elevó al máximo su nivel de alerta en la mañana del martes 29 por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que trajo las lluvias, y advirtió de “un nivel de riesgo para la población muy alto”, las autoridades no adoptaron medidas excepcionales.
Carlos Mazón, presidente del gobierno regional de la Comunidad Valenciana, declaraba hacia las 13:00 h. de ese día: “el temporal se desplaza hacia la Serranía de Cuenca en estos momentos, por lo que se espera que hacia las 18:00 disminuya su intensidad” en la Comunidad Valenciana.
En lugar de eso pocas horas después arrasaba gran parte de la provincia de Valencia.
Para cuando Protección Civil envió un mensaje de alerta a los teléfonos móviles de los ciudadanos, ya el agua estaba descontrolada en varios puntos y muchos se aferraban a los árboles o se refugiaban en los tejados para salvarse de un torrente imparable.
A medida que se encuentran cadáveres, va quedando claro que muchos murieron ahogados en los autos en que viajaban o incluso tratando de sacarlos del garaje para evitar que el agua que se acumulaba en bajos y sótanos los dañara.
“La gente siguió haciendo vida normal y había demasiada población expuesta, con personas desplazándose por calles y carreteras, o en casas bajas, cuando deberían haberse resguardado o incluso evacuado algunas zonas”, indica el climatólogo Olcina, que cree que “en estas situaciones deben emitirse órdenes de evacuación e implicar a las fuerzas de seguridad para que lleguen a la población”.
Mientras en España crece la polémica sobre si fue el gobierno regional o el central el responsable de que no se tomaran medidas a tiempo, Olcina cree que la catástrofe “ha mostrado que el modelo de estado autonómico adoptado en España no tiene mecanismos engrasados para hacer frente a un emergencia de esta magnitud”.
“Ante una situación como esta no cabe la disputa política ni distinciones entre lo local y lo nacional, se requiere una iniciativa a tiempo”.
Un urbanismo desorganizado
La traumática experiencia de la DANA de 2024 ha vuelto a poner de manifiesto el problema histórico de la desordenada ocupación del territorio en el litoral mediterráneo español, una de las zonas más densamente pobladas y turísticas del país, donde desde hace décadas se construye en zonas inundables.
En la Comunidad Valenciana abundan los cursos de agua estacionales, habitualmente secos pero expuestos a crecidas ocasionales, y en ellos se han construido los barrios en los que hoy viven miles de personas.
Es lo que ha sucedido en la rambla del Poyo, en la localidad de Chiva, una de las que ha sido arrasada por el agua.
Episodios como el desbordamiento del río Júcar en Valencia en 1957 o las inundaciones en Alicante en 1982, que dejaron decenas de muertos, ya evidenciaron un problema cuyas consecuencias se han mostrado ahora aún más devastadoras.
El experto José María Bodoque señala en The Conversation que “en relación con estos eventos, el principal factor amplificador de pérdidas de vida humana, damnificados y de daños económicos es la urbanización de los espacios fluviales de cauces y ramblas, circunstancia esta que también se ha dado en la mayoría de los núcleos urbanos afectados por la DANA”.
El impacto del cambio climático
Las depresiones aisladas en niveles altos, y las fuertes lluvias en corto espacio de tiempo que traen consigo, son un fenómeno habitual en el final del verano en el Levante español.
Tradicionalmente conocido como la gota fría, el fenómeno se produce cuando una masa de aire polar aislada empieza a circular a altitudes muy elevadas y choca con el aire más cálido y húmedo típico del Mediterráneo al final del verano, desencadenando a menudo tormentas que descargan gran cantidad de agua en poco tiempo.
Los lugareños están habituados a ellas, pero no a eventos tan destructivos como el de esta semana.
Los expertos señalan que el cambio climático está probablemente contribuyendo a aumentar su frecuencia e intensidad.
Según el climatólogo Olcina, “con las aguas del Mediterráneo cada vez más calientes, se están formando nubes cada vez más potentes y que producen más precipitaciones”.
Otros expertos se han manifestado en la misma línea, y un informe preliminar de la organización académica World Weather Attribution, centrada en ponderar el impacto del calentamiento global en eventos extremos, ha establecido que éste hizo un 12% más intensas las lluvias que cayeron sobre España y duplicado las probabilidades de que se produzcan.
Texto original de BBC Mundo
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