Marta Ostiz |
Madrid (EFE).- Violaciones grupales, acoso en redes y la pornografía como referente. La violencia sexual aumenta de forma paralela a la mayor concienciación social y empoderamiento de la mujer, mientras que la educación afectivo-sexual se hace imprescindible a la hora de atajar este tipo de violencia.
Así lo señalan a EFE expertos consultados con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Según los datos del Ministerio del Interior, las violaciones aumentaron un 34 % en 2022 y se observa una tendencia al alza en los delitos contra la libertad sexual. Y eso a pesar de que la mayoría de los casos no llega a denunciarse.
En los últimos tiempos, los expertos alertan de que están cogiendo fuerza otros tipos de agresiones sexuales, como son las grupales, con características específicas y diferentes de las violaciones cometidas de forma individual.
Según explica a EFE la directora de las Líneas de Ayuda de la Fundación ANAR, Diana Díaz, en los últimos 10 años las agresiones sexuales en grupo han pasado de suponer el 2,1 % del total a representar el 10,5 %.
Delitos, además, que son cometidos por chavales más jóvenes, en algunos casos incluso menores de edad.
La profesora de Psicología y Criminología de la Universidad Pontificia Comillas, Meritxell Pérez, que eleva hasta el 15-20 % del total de agresiones las cometidas en grupo, ha estudiado bien estos perfiles.
“La tipología de agresor que comete la agresión sexual en grupo es diferente a la del agresor que lo hace solo, y recientes estudios nos dicen que la principal característica es que son más jóvenes, están muy vinculadas a un contexto de ocio y también en un entorno de consumo de sustancias, alcohol o drogas por parte de los agresores e incluso a veces de las víctimas”.
Además -explica- la presión del grupo ejerce un papel fundamental. “La importancia del grupo y lo que implica que si uno se raja y no quiere participar, es excluido… El estar incluido dentro de un grupo social es clave para la identidad de los jóvenes”.
Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia de Género y médico forense, cree que se trata de una conducta nueva “muy reforzada a través de una percepción de pérdida de control y poder de los hombres cuando las chicas están empoderadas, libres de moverse y de vestirse como quieren, y ellos se ven como secundarios cuando antes eran los instrumentos necesarios para que las mujeres pudieran salir”.
Este experto ve claro que ahora hay más violencia sexual en general y no descarta que detrás de estas cifras esté el aumento de chavales jóvenes que hace años “no eran violadores” y que ahora son los protagonistas de las agresiones grupales.
“Nuestra masculinidad se refuerza y se construye mucho sobre la competitividad y, de hecho, los hombres nos retamos entre nosotros mismos para ser más hombres. Y cuando ven a una chica a las dos de la madrugada, súper sexy, su lectura es: ‘me está retando, me está provocando’”, explica.
Así que, en este nuevo escenario de mujeres libres que actúan y se visten como quieren, porque así lo deciden, los hombres, en muchos casos, lo interpretan como una especie de reto.
Todos ellos apuntan a la pornografía como una de las facilitadoras de estas conductas, pero no la responsable única.
“La pornografía no puede ser la única causa”, incide Pérez, quien apunta a las edades tempranas a las que los niños acceden a las nuevas tecnologías, con su propio móvil, sin acompañamiento parental y con un cerebro poco maduro y nada preparado para recibir determinados contenidos.
En el mismo sentido, Díaz cree que falta educación en riesgos tecnológicos y lamenta que ni siquiera las familias son muy conscientes de dónde están las situaciones de riesgo.
“Entregamos el teléfono a edades tempranas y lo hacemos sin ningún tipo de cortapisa, de control parental o de unas indicaciones o acompañamiento”. Y lo hacemos a niños que no han desarrollado cognitivamente las capacidades para poder discriminar contenidos buenos de contenidos malos.
Para esta experta, es fundamental desarrollar el pensamiento crítico de los más jóvenes para saber que hay unos límites y normas.
De conciencia crítica habla también Lorente, que, no obstante, opina que la pornografía refuerza el mensaje de cosificación y sexualización de la mujer, pero “la agresión sexual no la genera la pornografía directamente”.
“La pornografía te ayuda a orientar toda esa energía machista violenta, pero no te la genera”, subraya.
Así, para Lorente, la pornografía influye, pero la responsabilidad es del agresor.
Todos ellos se muestran preocupados por el aumento de la violencia a través de las redes; el acoso sexual en internet, el ‘sexting’ (envío de mensajes de texto o imágenes de contenido sexual) o el ‘grooming’ (práctica delictiva en internet de ciertos adultos para ganarse la confianza de un menor con fines de satisfacción sexual o de obtener imágenes del menor desnudo o realizando actos sexuales).
Lorente habla de la exposición en redes y la necesidad de una educación que genere conciencia crítica en los chavales para que sean conscientes de la trascendencia de lo que están haciendo, como enviar o publicar fotos, comentarios o mostrar su intimidad.
Para la directora de las Líneas de Ayuda de la Fundación ANAR, la falta de concienciación de los jóvenes sobre estos riesgos es total porque no ven riesgo en subir fotos o vídeos de carácter íntimo.
Díaz comenta su experiencia al frente del teléfono de ANAR (el 900 20 20 10) que presta ayuda las 24 horas del día a menores víctimas de todo tipo de violencia. Los casos de acoso a través de las redes que atienden se debe a que esas imágenes íntimas ya se han difundido y circulan sin control.
Y esto se une a otra de las características que se observa en muchas agresiones grupales. No es raro que los propios violadores las graben con sus móviles. “Su vida es su vida ‘online’ y en este y otros delitos se ve cada vez más claro que ya no es solo hacerlo, sino que los demás sepan que lo he hecho”, explica Pérez.
Para abordar este problema, Lorente cree que hace falta trabajar la masculinidad. “Siempre pensamos en las víctimas, pero también tenemos que dirigirnos a los chicos”.
En lugar de “sentirnos ofendiditos” porque “ahora resulta que todos los hombres somos violadores… No, no todos los hombres son violadores, pero todos los violadores son hombres” y el 95 % de todos los homicidios del planeta los producen hombres y el 97 % de las personas que hay en prisión en el planeta son hombres.
“Algo tendremos los hombres para protagonizar ese tipo de conducta… Necesitamos trabajar mucho la masculinidad y no ser violentos porque no tenemos por que serlo, es una decisión que tomamos”, subraya.
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