Adrián Arias |
Valladolid (EFE).- La imagen de la pequeña Omayra, exánime, aferrada a un palo luchando por su vida vive aún clavada en la retina de una generación, que por entonces contempló estupefacta los efectos devastadores del ‘desastre de Armero’, que tuvo también otras consecuencias menos televisadas, como las miles de adopciones que se tramitaron por la vía rápida y que tienen su ejemplo en la película ‘Hija del volcán’, estrenada este jueves en Seminci.
Jenifer Tapazco y Jenifer de la Rosa son la misma persona, pero con una erupción volcánica de por medio. La primera dejó de existir con la catástrofe que acabó con la vida de su padre y empujó a su madre a darla en adopción; la segunda es la que charla en una entrevista con la Agencia EFE sobre la película que ha estrenado en la ciudad que la acogió entonces, cuando era solo un bebé, y ahora con la Semana Internacional de Cine: Valladolid.
Así, ‘Hija del volcán’ es la historia de una de las supervivientes del volcán Nevado del Ruiz, que aquel miércoles 15 de noviembre se llevó la vida de más de 30.000 personas y destrozó poblaciones enteras como Armero y afectó a otras como Chinchiná, Villamaría o Manizales, de donde precisamente era la familia de la cineasta.
Pista tras pista, documento tras documento, De la Rosa va recomponiendo a lo largo de su “viaje sanador”, como ella misma lo reconoce, su propia identidad, esa que durante años guardó bajo llave en el seno del hogar adoptivo y no desveló hasta hace pocos años: “No fue hasta el 2016 o 2017 cuando empecé a decir entre mi grupo más cercano que sí, que era adoptada. Una de las supervivientes de aquel desastre”.
Y es que, el contexto nunca jugó a favor de aquella niña y adolescente: “Valladolid, mediados de los noventa. Una ciudad que por entonces no era lo que es hoy, con mucha más inmigración, siempre me sentí la señalada”, recuerda De la Rosa sobre aquellos días cuando sus “rasgos asiáticos”, también propios del continente americano, le recordaban a diario que “no eran de por aquí”.
Pero ella eso ya lo sabía, pues su familia adoptiva siempre trató con “naturalidad” su condición y le explicaron desde bien temprano sus orígenes para que no perdiera esa ligazón con su pueblo biológico, de ahí que hoy reflexione sobre la importancia de sobrellevar las adopciones, que en muchos casos puede ser un proceso “traumático”, con la normalización del caso y dotando de este conocimiento desde temprano a los menores.
Por todo ello, hoy, que ‘juega en casa, con el estreno de su película en su ciudad y rodeada de los suyos, el sentimiento es “increíble y desconcertante”, porque supone abrirse en canal con su historia, su vida.
Como en muchas de las adopciones, Jenifer sintió la necesidad de poner rostro y voz a su madre biológica, Dorián Tapazco Tellez, que fue, en esencia, el impulso para hacer esta película: “Ha sido sumamente difícil encontrar información”, reconoce la cineasta, que explica cómo aún hoy en día existe cierto hermetismo en Colombia a la hora de abordar todas estas adopciones que se hicieron de forma exprés.
“Fue todo muy complicado. Sentí mucha impotencia cuando veía que no paraban de darme largas”, resume De la Rosa sobre un proceso de búsqueda que terminó con un encuentro que ni ella misma imaginaba: con la de una hermana.
Así fue cómo, “gracias Internet y las redes sociales”, De la Rosa contactó con Ángela Rendón, una colombiana que también tuvo la misma inquietud que Jenifer, la de encontrar a su madre, “salvo que ella, en vez de hacer una película, fue más práctica e intelignte y se puso en contacto con un periódico”, explica De la Rosa.
Entonces, resultó que aquella mujer era su hermana y ambas estaban buscando a la misma persona: su madre. “Era la persona que no buscaba, pero que desde aquel momento entró en mi vida”, rememora la cineasta, que explica cómo ahora ambas mantienen contacto periódico con llamadas y mensajes.
Por todo ello, la reflexión que deja esta cinta, coproducida por México, es que la historia de Jenifer de la Rosa/Jenifer Tapazco “no es la de una niña afortunada que sobrevivió a la catástrofe”, sino la de una vida quebrada por esta y “el resultado de decisiones de terceras personas, como las autoridades que decidieron mi adopción”, sentencia.EFE
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