Fumar mata. Lo dice la propia cajetilla del tabaco y los médicos lo recuerdan dentro y fuera de consulta. Durante mucho tiempo se pensaba (y se daba a entender) que su consumo no producía ningún efecto negativo en el cuerpo, pero cientos de estudios han arrojado luz al respecto. Ahora, analizando restos óseos humanos que datan del siglo XII, un grupo de investigadores de la Universidad de Leicester ha descubierto que este producto deja un registro metabólico en el hueso cortical humano (el tejido que forma la capa externa de los huesos y proporciona fuerza ósea) que aún es rastreable después de largos períodos de tiempo.
El tabaco fue introducido en Europa Occidental en el siglo XVII. Y aunque los estudios modernos han demostrado de forma contundente el impacto perjudicial de su consumo en la salud humana, los investigadores que han realizado este estudio, publicado a principios de mes en la revista científica Science Advances, se han centrado comprender mejor cómo el tabaco afectó la salud de las poblaciones anteriores.
“Nuestra investigación muestra que existen diferencias significativas en las características moleculares contenidas en los huesos de los consumidores y no consumidores de tabaco en el pasado. Esto potencialmente muestra que podemos ver el impacto que el consumo de tabaco tiene en la estructura de nuestro esqueleto. Nuestra investigación en curso tiene como objetivo determinar cómo surgen estas diferencias, ya que pueden tener importancia para comprender por qué el consumo de tabaco es un factor de riesgo para algunos trastornos musculoesqueléticos y dentales”, explica en un comunicado la doctora Sarah Inskip, una de las investigadoras implicadas en el estudio.
Al identificar las diferencias entre los consumidores de tabaco y los no consumidores de tabaco del pasado, los investigadores esperan poder comprender mejor las condiciones patológicas y de salud históricas, incluidas las enfermedades asociadas con el consumo de tabaco. Según se detalla en una investigación arqueológica, el tabaco deja marcas en los huesos de los fumadores que persisten no solo a lo largo de su vida, sino durante siglos después de su fallecimiento.
En este sentido, mediante el análisis de restos óseos de un total de 323 individuos, los investigadores han identificado claramente los cambios óseos en los europeos occidentales desde que se introdujo el tabaco. Para ello, se analizaron los restos de 177 individuos adultos del cementerio de St James’s Garden en Euston de Londres, que datan de los siglos XVIII y XIX; así como los de otros 146 individuos de un cementerio de una iglesia rural en Barton-upon-Humber en Lincolnshire, que vivieron antes de la introducción del tabaco en Europa (1150-1500 d.C.) y también después (1500-1855 d.C.).
Los efectos del tabaco
Aunque los efectos perjudiciales del tabaquismo en los tejidos blandos y órganos, como el aumento del riesgo de cáncer de pulmón, vejiga y garganta, así como de accidentes cerebrovasculares y enfermedades coronarias, están bien documentados, el impacto en los huesos ha sido menos estudiado. Aún así, el tabaquismo se ha relacionado con problemas óseos, como la disminución de la densidad ósea, el aumento del riesgo de fracturas y la periodontitis.
Texto original de Infobae
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