Luego de minutos de espera, algunas personas lloraban de emoción ante la posibilidad de conocer a la youtuber brasileña Adeline Camargo, quien vive en Estados Unidos y se ha convertido en un referente en los videos de buscadores de basura en contenedores.
En inglés se llama “dumpster diving” (bucear en contenedores) y significa exactamente eso: personas que entran a los contenedores de basura en busca de productos en buen estado e incluso nuevos que son desechados por los estadounidenses.
“Sé que mucha gente quiere un souvenir del contenedor de basura”, registra en el video Adeline, quien llevó al encuentro en Brasil decenas de productos que encontró para rifar entre sus seguidores. Hay maquillaje, bolsos, objetos de decoración…
Existen decenas de canales de YouTube y perfiles de Instagram, algunos pertenecientes a familias enteras, que muestran esta práctica común en el país.
“Los brasileños tienen mucha curiosidad porque los estadounidenses desperdician muchas cosas, es un desperdicio que te deja alucinando. Hay muchas cosas nuevas”, dice Alessandra Gomes, de Espírito Santo, que también se filma “buceando” en la basura, en el estado de Massachusetts.
Ya ha recogido edredones, sofás, mesas y mucha comida.
En Estados Unidos, en general, la actividad no es ilegal, pero navega por una zona gris.
En 1988, en el caso conocido como California v. Greenwood, la Corte Suprema del país dictaminó que no hay “privacidad” en la basura que se deja en la acera.
Pero las reglas específicas en estados y ciudades sobre el tema de los contenedores de basura pueden variar.
La actividad, por ejemplo, puede considerarse ilegal si implica invasión de propiedad privada, si hay un cartel que indique que está prohibida la manipulación o si el cubo de basura está cerrado con candado.
Entrar a estas áreas sin permiso puede resultar en cargos de invasión. También puede haber quejas sobre molestias públicas o riesgos de seguridad para la persona que realiza esta actividad.
En los vídeos grabados por brasileños por lo general no es posible saber si invadieron propiedades o violaron prohibiciones.
Al menos una de estas personas le dijo a BBC Brasil que fue detenida por la policía después de que una tienda la denunciara y tuvo que pagar una fianza y pasar por una audiencia judicial.
Los videos que muestran a brasileños “sorprendidos en el acto” atraen mucha audiencia; la mayoría de ellos son de empleados de tiendas que les piden que se vayan o simplemente les permiten continuar.
“La policía me ha sorprendido varias veces”, dice André da Silva, de 49 años, que se mudó de Río de Janeiro a Rhode Island hace 23 años y ahora con sus videos tiene más de 300.000 seguidores sólo en Facebook.
“Pero normalmente me preguntan qué estoy haciendo y les explico que grabo videos. De hecho, se sorprenden con las cosas que encontramos”.
A pesar de que el fenómeno es reciente en las redes sociales en países como Brasil o El Salvador, la actividad forma parte de la rutina de los estadounidenses desde hace décadas, explica Jeff Ferrell, sociólogo y profesor emérito de la Uiversidad Cristiana de Texas (TCU), quien desde hace 50 años se ha centrado en el fenómeno, ya sea como investigador o “sumergiéndose” él mismo en los contenedores de basura.
Autor de un libro sobre este tipo de actividad titulado “Empire of Scrounge: Inside the Urban Underground of Dumpster diving, Trash Picking, and Street Scavenging”, Ferrell pasó ocho meses sobreviviendo sólo con lo que encontraba en la basura.
Explica que el perfil de los buscadores de contenedores es variado. Algunos, como él, se dejan llevar por la ideología.
Podrían ser los llamados freegans, que como principio de vida boicotean el consumo y sobreviven con lo que se desecha, u organizaciones caritativas que distribuyen estos bienes y alimentos a personas sin hogar o necesitadas.
“Mucha gente cree en una redistribución de recursos. Esto es quitarle a los ricos y dárselo a los pobres, porque la basura de los ricos generalmente contiene cosas de alta calidad, cosas que aún así son muy útiles”, afirma el investigador.
Pero los inmigrantes, la mayoría de los cuales no tienen los documentos necesarios para residir en Estados Unidos también forman siempre un grupo relevante en esta búsqueda del tesoro en la basura, afirma Ferrell.
Entre el consumismo y el desperdicio
Alessandra Gomes llegó a Estados Unidos hace cinco años, a los 19, en busca de un futuro mejor para ella y su hijo, que en ese momento tenía menos de 2 años.
Dejó Ecoporanga, en Espírito Santo, donde tenía una relación conflictiva con su humilde familia en la zona rural de la ciudad, para cruzar la frontera de México hacia Estados Unidos.
Cuando llegó a Massachusetts, dice, vio a mucha gente buceando en contenedores de basura.
“Fue entonces cuando hice el primer video, mostrando algunas ollas y platos que encontré. El video se volvió viral y vi que era un sector que tenía mucha audiencia”, cuenta Alessandra, que se centra en los contenedores de tiendas y supermercados, porque encuentra en ellos muchos productos nuevos que han sido desechados.
Según Gomes, los brasileños que ven sus videos se dividen en dos grupos: los que se rebelan contra el consumismo estadounidense y la cultura del desperdicio y los que están fascinados por los productos y quieren emigrar para hacer lo mismo.
Los “buceadores” que se aventuran en la basura aprenden el día de recolección de cada región y se mantienen atentos cuando hay renovación en el stock de una tienda.
André da Silva, de 49 años y originario de Rio de Janeiro, explica, por ejemplo, que cuando hay una nueva colección de ropa de cama, las tiendas tienden a tirar edredones, fundas de almohada y sábanas que son de la temporada pasada.
André, ex bailarín en Brasil y ex lavaplatos en Estados Unidos, gestiona su tiempo entre su empresa de demolición y la búsqueda de contenedores de basura.
Fue mientras trabajaba en una tienda hace seis años cuando se dio cuenta de cuántas cosas nuevas tiraban los estadounidenses a la basura.
“Cuando llegué al contenedor de basura, tuve miedo”, dice André.
«Todo era nuevo, empaquetado, toallas caras, almohadas. Llamé al encargado de la tienda porque pensé que se habían equivocado. Me dijo que todo era basura, porque pierden dinero manteniéndolo en stock”.
André tuvo que alquilar un camión para recoger la cantidad de productos que se estaban desechando ese día.
Para el profesor Jeff Ferrell, que a sus casi 70 años continúa hurgando en la basura ajena en el Estado de Texas, ya que Estados Unidos es el principal país capitalista del mundo, la incesante producción de bienes de consumo fomenta el desecho.
“Es inherente a la cultura del consumo: habrá mucho desperdicio cada vez que cambie un estilo de moda o se introduzcan nuevas tecnologías”, afirma Ferrell.
“Cuanto más orientamos nuestra economía en torno a la producción y el consumo de bienes, inevitablemente más residuos producimos”.
Además de los objetos en sí, la comida también es una parte importante del trabajo de los recolectores-productores de contenidos.
Hoy, Alessandra y su marido se centran en buscar en los contenedores de basura de los mercados que venden comida. Este, de hecho, es el aspecto que más ha impactado a la familia.
“Hay muchas cosas buenas para consumir que se tiran. Algunas ya superaron su fecha de caducidad, pero siguen siendo útiles. Es impactante”, afirma.
Según el Servicio de Inspección y Seguridad Alimentaria de los Estados Unidos (FSIS), “los fabricantes proporcionan fechas para ayudar a los consumidores y minoristas a decidir cuándo los alimentos tienen la mejor calidad”.
“A excepción de la fórmula infantil, las fechas no son un indicador de la seguridad del producto y no son requeridos por la ley federal”, dice el FSIS en su sitio web. Pero aun así se desperdicia mucho.
Según Alessandra, la actividad de revisar la basura le reporta entre US$200 y US$300 al mes con lo que logra vender.
La audiencia de los vídeos pueden generar más de 100 dólares. Su marido también trabaja como pintor.
¿Es basura o lujo?
Reproductores de música, bolsos, juguetes caros, joyas, relojes… Lo que más llama la atención de los brasileños en los vídeos son precisamente los productos caros que acaban en los contenedores de basura de los estadounidenses.
Los comentarios van desde “estoy embobado con tantas cosas maravillosas” hasta “mi sueño es tener estas cosas, me gustaría ir allí”.
Para el investigador Jeff Ferrell, que ya ha encontrado gemelos de la marca de lujo Tiffany y pulseras de diamantes, el énfasis que se da a las marcas y al valor de los productos en las redes sociales acaba desviando la filosofía detrás del movimiento de bucear en contenedores.
“Me parece irónico que la gente busque bienes de consumo en los contenedores de basura. En otras palabras, están intentando convertir el desperdicio en un estilo de vida de consumo”, afirma.
Pero los brasileños ganan seguidores incluso con las donaciones que hacen.
André da Silva explica que básicamente dona todo lo que encuentra a familias necesitadas o a iglesias en Massachusetts y Rhode Island.
Y Alessandra, que cuida de dos niños, divide entre donaciones a familias inmigrantes del barrio y para su propio consumo.
“No me avergüenzo de estar en la basura. Vengo de una familia muy pobre, así que lo que pueda aprovechar, lo aprovecharé”, dice y añade que también lo publicará.
Agrega que “confía en Dios” y continuará realizando la actividad.
En la región donde vive, las tiendas se han vuelto más hostiles con los buceadores de contenedores, ya que muchas personas terminan revolviendo y dejando basura esparcida en la acera.
Para quienes han estado explotando los desechos estadounidenses durante décadas, “hay otra ironía” en el éxito digital de la práctica en Estados Unidos.
“¿Cuál es la clave para ser un buen buceador de basura? Se debe ser discreto y nunca llamar la atención. Nunca publicar en las redes sociales”, aconseja Ferrell.
Texto original de BBC Mundo
¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!
Transición en Siria: ¿Un gobierno de reconstrucción o de venganzas políticas?
UTPL presenta el Análisis Económico de Ecuador para el Cesla
Aumento del salario: Cara o cruz
Grupos étnicos y facciones religiosas buscan el poder sirio
La falta de respeto