Sabemos que los nombres son importantes y muchas personas lo relacionan con su propio carácter o personalidad, lo cual es bastante acientífico. Aquí vamos a hablar de nombres, pero desde el punto de vista de la ciencia. Hablaremos tanto de nombres propios como de nombres científicos, ya que estos últimos toman una gran importancia en cuanto a la necesidad de tener un buen sistema de organización y clasificación para catalogar la vida.
Empezaremos por los nombres propios y, para ello, recurriremos al santoral, concretamente a la onomástica celebrada cada 4 de noviembre. Este día está dedicado a san Carlos Borromeo, que fue un cardenal italiano —sobrino del papa Pío IV— y una de las figuras claves en la Contrarreforma. Independientemente de las creencias religiosas de cada uno, mucha gente felicita ese día a sus conocidos llamados Carlos, por cariño, tradición, educación o muestra de respeto, por lo que no es raro encontrar en diversos medios y redes sociales recordatorios y felicitaciones a muchos científicos y personas importantes en la historia de la Ciencia que han llevado este nombre. Entre ellos nos encontramos a gente tan destacada y conocida como el astrónomo Charles Messier, el geólogo Charles Lyell, el matemático Carl Fiedrich Gauss, el microbiólogo Carl Woese, el astrofísico y divulgador Carl Sagan o el escritor y científico Arthur Charles Clark, pero, sin duda, el más conocido y recordado de todos es Charles Robert Darwin, el padre de la evolución.
Pero antes de hablar de Darwin tenemos que recordar a otro naturalista anterior a él, concretamente del siglo XVIII. Hablamos de otro Carlos, de Carl Nilsson Linnæus, más conocido como Carl von Linneo. O simplemente Carlos Linneo. Con él pasamos ya a hablar de los nombres científicos, puesto que es el padre de la nomenclatura binomial. En 1731, Linneo creó un sistema estándar utilizado para denominar a las especies de organismos, vivos o extintos, siguiendo una serie de reglas, que aún se mantienen hoy y que han unificado y simplificado la forma de clasificar a los seres vivos. En este sistema se basa la taxonomía, la ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación y organización jerarquizada de los organismos que habitan en nuestro planeta.
La persona que describe por primera vez una especie —normalmente el científico que la descubre— es considerado como el autor, por lo tanto cuenta con el privilegio de asignarle un nombre. Cuando el organismo pertenece a un género ya existente, se incorporará a dicho género y solo podrá añadirse un epíteto nuevo.
Sin embargo, si la especie es la primera de su género, el autor podrá asignar los dos nombres. Normalmente, el epíteto debería hacer referencia a características o propiedades del ser vivo nombrado, pero a veces se asigna a título de homenaje o reconocimiento, dedicándosela a un colega, un amigo, un personaje famoso o un familiar, en forma latinizada. Y aunque pudiera parecer de mal gusto o una muestra de egocentrismo, a veces el autor se dedica el nombre de la especie descubierta a sí mismo.
En el caso de Darwin, una de las aves descubiertas en su viaje alrededor del mundo en el HMS Beagle, fue nombrada como Rhea darwinii, pero no lo hizo él, como erróneamente se cuenta en algunos escritos, sino que fue el naturalista británico John Gould quien recibió los restos enviados por Darwin. Tras analizarlos y determinar que se trataba de una nueva especie, decidió honrarlo, incluyéndolo en su nombre. A día de hoy se usa un sinónimo, Rhea pennata, pero el homenaje a Darwin se ha mantenido en el nombre vulgar de esta ave áptera sudamericana que es conocida como ñandú de Darwin.
De hecho, Darwin sí nombró muchas especies, concretamente hablamos de más de 80 diferentes. La mayoría de ellas eran percebes. Los animales preferidos del inglés no eran las famosas tortugas de las Galápagos ni los conocidos pinzones de Darwin que aparecen siempre en los libros de texto; sus animales favoritos sin duda eran los cirrípedos, es decir, los percebes. De hecho, pasó ocho años de su vida, de 1846 a 1854, estudiando a este grupo de animales acuáticos, tras los cuales escribió dos monografías sobre cirrípedos actuales y otras dos sobre cirrípedos fósiles.
En estas obras, Darwin usó, para nombrar a los percebes, la nomenclatura binomial. Primero, asignaba un nombre y argumentaba la elección del nombre de cada género y/o especie; al apartado de nomenclatura le seguía una breve descripción en latín y, luego, una descripción más detallada en inglés, con comentarios sobre sus características y peculiaridades notables. Además, incluía una serie de láminas muy trabajadas que mostraban detalles anatómicos. Con ello, Darwin proporcionó un catálogo exhaustivo y actualizado de todas las especies de cirrípedos de vida libre conocidas en su época.
Pero volvamos a la nomenclatura binomial y al ejemplo de Rhea darwinii. Como ya se puede imaginar el lector, el nombre de esta ave no voladora no es el único en el que podemos encontrar una referencia a Darwin, sino que hay muchos más. De hecho, podemos hablar de unas 300 especies de seres vivos —la mayoría de ellos animales, aunque también hay plantas, algas y hongos— que de una manera u otra hacen referencia a este gran hombre, inspiración de tantos científicos, naturalistas y biólogos que no han dudado en hacerle estos merecidos homenajes.
Las referencias en los nombres científicos son múltiples y entre ellas se cuentan tanto seres extintos como actuales. Los nombres de todos estos organismos llevan alguna variación del apellido Darwin, latinizado de diferentes formas, a veces en el nombre genérico y otras veces en el específico. Nos encontramos con formas tan variadas como la ya mencionada darwinii, y muchas otras como darwinella, darwinhydrus, darwini, darwinilus, darwinisyus, darwinius, darwinivelia, darwinomya, darwinopterus, darwinsaurus, darwinula, incluso, charlesdarwin…
El epíteto darwinii que conocimos en el ñandú vuelve a aparecer en la nomenclatura de varias subespecies de seres vivos. Para indicar una subespecie, se añade un tercer nombre al nombre científico y sirve para señalar las diferencias entre seres que habitan en una misma área y difieren de los seres de la misma especie que viven en otro lugar, normalmente por tener rasgos distintos y particulares. Las algas fósiles de la especie Distephanus crux darwinii son un buen ejemplo de ello. En el gecko Homonota darwinii darwinii, el homenaje es doble, puesto que está en el nombre específico y en el subespecífico. En este caso se honra a Darwin también en el nombre vulgar, que es gecko o salamanquesa de Darwin. Se trata de un reptil endémico de Argentina, cuyo ejemplar tipo fue capturado por Darwin en la costa de la Patagonia cuando pasó por allí en su viaje alrededor del mundo.
En Argentina, también se encuentra un reptil más, otra especie de lagartija llamada Liolaemus darwinii. Pero también hay anfibios, como es el caso de una de las especies más conocidas con este nombre, la rana de Darwin (Rhinoderma darwinii). Es uno de los anfibios que el naturalista descubrió en sus viajes y que fue nombrado posteriormente en su honor cuando se reconoció como una nueva especie.
Tras el curioso nombre de reloj de Darwin nos encontramos a una especie de pez ampliamente distribuido por muchos de nuestros mares y océanos, cuyo nombre científico es Gephyroberyx darwinii. El hecho de llamarlo reloj en la mayoría de nuestras costas se debe a que su cuerpo es redondeado, como la esfera de un reloj, y este es un nombre muy común en los puertos pesqueros para otras especies que presentan la misma característica.
En cuanto a plantas, hay un género de arbustos que habita al sur de Argentina y en el archipiélago Chiloé, que contiene una especie llamada Berberis darwinii. El algodón de Darwin es el nombre vulgar que recibe Gossypium darwinii, que es una planta endémica de las islas Galápagos. También se encuentra en la isla Lecocarpus darwinii, una planta emparentada con los girasoles.
Está claro que el paso de Darwin por las islas Galápagos ha sido fuente de inspiración para nombrar seres vivos propios de este archipiélago en su honor. No podemos dejar de mencionar aquí, a modo de curiosidad, que hay todo un género de plantas con más de treinta especies llamado Darwinia, aunque en este caso el homenaje es para otro gran Erasmus Darwin, el abuelo de Charles.
Con el apellido darwini, con una sola «i», pasa casi lo mismo que con el caso anterior, y las menciones en la nomenclatura binomial son múltiples. Varias subespecies lo llevan para diferenciar variedades locales, como es el caso de la bonita polilla Utetheisa pulchelloides darwini, el faisán koklas (Pucrasia macrolopha darwini) o el carnero del Gobi (Ovis ammon darwini), una subespecie de muflón que habita en dicho desierto. La tortuga gigante de Santiago, una de las especies de quelonios de gran tamaño que vive en las islas Galápagos, se consideraba como una subespecie —con nombre Chelonoidis nigra darwini—, pero estudios más recientes la consideran una especie aparte, habiendo pasado a llamarse Chelonoidis darwini.
También lleva este epíteto Forcipomyia darwini, una especie de insecto díptero polinizador. Existen más de mil especies dentro del género Forcipomyia, por lo que no es de extrañar que al menos una de ellas honrara a Darwin. Los coleópteros del género Hydraena cuentan con más de novecientas especies, y también encontramos un Hydraena darwini entre sus filas. Valvidovyia darwini es un sírfido sudamericano, un tipo de mosca que suele alimentarse del néctar de las flores, presentando un aspecto parecido al de abejas y avispas, con las que a veces son confundidos.
Gabaza darwini es la denominación actual de un díptero que, cuando fue descubierto y nombrado en 1919, recibió el nombre de Wallacea darwinii, con mención también a Alfred Russel Wallace, otro importante naturalista que llegó a las mismas conclusiones que Darwin sobre la evolución. El grillo Gryllus darwini y el escarabajo Nasaecrepida darwini, encontrados ambos en la isla Darwin, en las Galápagos, son dos insectos más que se suman a rendir honores al naturalista.
Como podemos observar, muchos de los seres bautizados con esos nombres tienen su origen en esas islas, tan importantes en el viaje de Darwin. Recientemente, en 2018, se encontraron allí tres nuevas especies de serpientes, una de las cuales fue llamada Pseudalsophis darwini. La lista de seres que se apellidan darwini parece no tener fin. Entre ellos encontramos otro gecko emparentado con Homonota darwinii, que recibe el nombre de Phylodactylus darwini, y es más conocido como gecko de dedos de hoja de Darwin.
El lagarto iguánido Phymaturus darwini es un ejemplo más de esto. Curiosamente, Darwin recogió un ejemplar del mismo género, que fue depositado en el Museo de Historia Natural de Londres, que ha sido objeto de cierta controversia en cuanto a su clasificación, y que a día de hoy parece que pertenece a la especie P. palluma y no a P. darwini.
Uno de los seres más extraños que encontramos en este listado, y diría que casi en todo el artículo, es el pez murciélago de labios rojos o de las Galápagos, Ogcocephalus darwini. Como su nombre vulgar indica, este pez es conocido por sus brillantes labios rojos y su extraña cara que le hace parecer siempre enfadado, pero además, a esto se le une que no es un buen nadador, sino que sus aletas pectorales, pélvicas y anal están adaptadas para que pueda «caminar » por el fondo del océano.
También hay mamíferos darwini, como por ejemplo el ratón orejudo de Darwin, Phyllomis darwini, que habita en el desierto de Atacama o el ratón Nesoryzomys darwini, que habitaba en la isla de Santa Cruz en las Galápagos y cuyo último ejemplar se registró en 1930, por lo que tristemente se considera extinto.
Pero quizás uno de los más interesantes seres con este epíteto es el pinnípedo fósil Puijila darwini. Este mamífero, perteneciente al mismo grupo que las focas y leones marinos actuales, es conocido como «foca caminadora», ya que contaba con patas con membranas interdigitales en vez de las características patas modificadas en aletas de los pinnípedos actuales. El nombre genérico Puijila significa «foca joven» en lengua inuit. Es un buen ejemplo de lo que se conoce como fósil de transición, que muestra cómo han ido cambiando los animales de este grupo en su paso desde el medio terrestre hasta conquistar el medio acuático.
Que el padre de la evolución dé nombre a una prueba fósil de esta es una justa forma de agradecer a Darwin sus aportaciones a la ciencia. También es interesante la historia de otro fósil, Mylodon darwini, nombre dado a una especie fósil de perezoso gigante, otorgado por el paleontólogo británico Richard Owen al estudiar un maxilar inferior casi completo, con molares incluidos, que había sido encontrado por Darwin en una de las paradas del HMS Beagle en Argentina.
Otras formas diferentes de hacer el homenaje a Darwin en la nomenclatura linneana son Darwinella, un género completo de esponjas marinas, dentro de la familia Darwinellidae, al que pertenecen unas quince especies; Darwinhydrus, un género de escarabajos acuáticos con una sola especie, D. solidus; o Darwinilus, que corresponde también a un género de coleópteros con una especie, D. sedarisi. A esta especie pertenece uno de los ejemplares recolectados por el naturalista en 1832, pero que no fue nombrado hasta 2014. Darwinysius y Darwinivelia son dos géneros de insectos hemípteros, con dos y tres especies, respectivamente. Darwinomya es un género de dípteros que cuenta con varias especies y representa una extraña forma de incluir el apellido de este genio en los nombres científicos. Darwinula es un género de ostrácodos, unos crustáceos de pequeño tamaño, que pertenecen a la familia Darwinulidae. En esta familia también se incluyen los géneros Darwela y Microdarwinula.
Uno de los homenajes más famosos a Darwin es el de Darwinius masillae, un primate estreptirrino, como los lémures de Madagascar, cuyo nombre se asignó en 2009, coincidiendo con el bicentenario del nacimiento de inglés. Cuando se hizo público su descubrimiento, muchos medios lo anunciaron como un fósil que tendría un papel destacado en el estudio de la evolución de los primates, hablando de él como el fósil de transición —o «eslabón perdido», como gusta decir en muchos medios de comunicación—, entre los primates primitivos y los simios actuales. Sin embargo, estudios posteriores descartaron que tuviera tanta importancia.
Por último cabe mencionar a Ingerana charlesdarwini, un anfibio que tiene el honor de ser la única especie con el nombre completo de Charles Darwin en su nombre científico. Mencionar todas las especies que llevan a Darwin en su nombre científico en un artículo divulgativo es imposible, además de tedioso, así que lo que han leído aquí es solo una muestra de algunos de los más significativos. Hemos visto que hay una gran variedad de posibilidades para latinizar el nombre de Darwin, y su uso en los nombres genéricos y en los epítetos específicos, e incluso en algunas subespecies. Pero todos ellos respetan las normas de la nomenclatura binomial que en 1753 estableciera Carl von Linneo.
Un siglo después Charles Robert Darwin revolucionó la biología con su obra magna. Hoy, tres siglos después de Linneo y dos después de Darwin, nos encontramos multitud de homenajes en la literatura científica, algunos como los que acabamos de leer. Cuando Darwin encuentra a Linneo ocurren estas cosas tan bonitas.
Texto original publicado en Muy Interesante
https://www.muyinteresante.es/ciencia/63087.html
¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!
UTPL presenta el Análisis Económico de Ecuador para el Cesla
Aumento del salario: Cara o cruz
Grupos étnicos y facciones religiosas buscan el poder sirio
En Loja se fomenta la sostenibilidad en la producción meliponícola
La falta de respeto