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La crisis humanitaria en Ecuador

miércoles, enero 17, 2024
¿A quiénes afecta la situación del país?, a todos, especialmente a los más vulnerables, los niños y adolescentes ecuatorianos, que están en proceso de formación y ven en el espejo una sociedad que desvirtúa los valores, patrones de comportamiento y de relacionamiento
Tiempo de lectura: 3 minutos

 

La situación por la que está atravesando el Ecuador, por sus características globales y particulares, está enmarcada en una “Crisis Humanitaria”, por cuanto existe una afectación a la sociedad de todos los niveles socioeconómicos. El bienestar de vida ha sido trastocado, con características concomitantes, que afectan la vida, salud, seguridad, lo social, económico laboral y educativo, en esta ocasión no se trata de ninguna pandemia, se trata de los altos niveles de corrupción y violencia que caracterizan el día a día de los ecuatorianos.

Las consecuencias de vivir en una sociedad altamente inestable, corrupta y violenta, en la cual prima la zozobra e inseguridad, lo cual a su vez, trae consigo una serie de efectos que van desde los desplazamientos que incrementan la migración; la violación a vivir en libertad y paz; la destrucción de proyectos económicos, sociales y comunitarios; hasta los efectos psicológicos con el contagio del sufrimiento emocional de la comunidad. Se generan patrones de violencia en diferentes niveles, llevando a los ecuatorianos a una situación estresante marcada de sentimientos de desesperanza, temor; ansiedad; depresión; ataques de pánico, entre otros.

¿A quiénes afecta la situación del país?, a todos, especialmente a los más vulnerables, los niños y adolescentes ecuatorianos, que están en proceso de formación y ven en el espejo una sociedad que desvirtúa los valores; patrones de comportamiento y de relacionamiento. La exposición a períodos prolongados de violencia, afecta la estabilidad emocional y la salud mental de quienes están expuestos. “El número de enfermedades mentales en las poblaciones afectadas por conflictos es muy elevada: de acuerdo con una revisión realizada por la OMS que incluyó 129 estudios realizados en 39 países, el 22% de personas (es decir, más de una de cada cinco) que han vivido en una zona afectada por un conflicto, en algún momento de los 10 años previos sufre depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia”. (Organización Mundial de la Salud, 2022)

En los niños, se puede apreciar una pérdida de interés en el juego; la interacción con sus pares; alteración del sueño; alimentación; regresión a ciertos comportamientos de etapas anteriores ya superadas, en los adolescentes sentimientos de angustia; depresión o ataques de pánico, también se genera la imitación a patrones de comportamiento violentos en diferentes niveles. Es importante entonces, el fortalecimiento de la familia, preocuparnos de la salud mental y emocional de las nuevas generaciones, acompañarlos en este proceso en nuestro rol de tutores, maestros y padres. Para ello, es importante que los adultos aprendamos a gestionar nuestras emociones frente a lo que estamos viviendo como ecuatorianos, no nos podemos dar el lujo de perder el control y perdernos en la corriente de desesperanzas y resignación.

Como sociedad, desde la familia y centros educativos, debemos intervenir para promover ambientes de bienestar psicológico, brindando apoyo emocional e intervención oportuna con los afectados. Es clave unirnos como sociedad, en grupos comunitarios y de apoyo, mantener y recuperar el bienestar psicológico, se logra desde la familia, fortaleciendo los roles parentales y las relaciones interpersonales.

Fomentar la resiliencia, es fundamental para recuperar la esperanza, aprender en tiempos de crisis, desarrollar la solidaridad para el apoyo y ayuda mutua. Las familias debemos dar prioridad a la unión familiar y la puesta en práctica de varias estrategias tales como:

  • No replicar conversaciones, reacciones y comportamientos violentos.
  • Tiempos y espacios que faciliten el diálogo, que permita a los niños y adolescentes expresar en libertad sus emociones, sus dudas, sus temores.
  • Cambiar nuestras conversaciones en el hogar, de queja, lamento y desesperanza en el rescate de la fe; las buenas acciones; los buenos sucesos y personas.
  • Actividades de interacción familiar que fortalezcan los lazos de afecto, seguridad, confianza y valores.
  • Propiciar espacios de recreación y ocio, que lleven al disfrute en familia, al descanso oportuno; al disfrute.
  • Buscar ayuda en forma oportuna cuando nuestros niños o adolescentes estén afectados emocionalmente.
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