El Metro de Quito es una realidad luego de casi 14 años desde que se ideó. Se trata de la obra para la movilidad más importante del país y en un factor de impulso para el desarrollo de la ciudad, como lo han sostenido los cinco alcaldes que han tenido a su cargo el proceso.
La importancia de este sistema de transporte fue tal, que permitió la concurrencia de los cuatro más grandes multilaterales para su financiamiento: el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Europeo de Inversiones y el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF).
Con el inicio de operaciones se ven los primeros resultados en la rapidez de los traslados. Pero más allá de eso, ¿qué significa el Metro para los quiteños?
Para Augusto Barrera, exalcalde de Quito que planificó el proyecto y estuvo a cargo de la primera fase de la construcción, el Metro “le va a cambiar la vida a las personas” en tres grandes aspectos
La movilidad
Barrera explica que, tras una encuesta en la que participaron cerca de 50 mil familias, se identificaron las zonas de mayor demanda para el diseño de la primera línea y el establecimiento de las 15 estaciones.
“Está pensado en ese 70% silencioso del total de la población que no tiene vehículo”, asegura. Corresponde a jóvenes universitarios, ciudadanos que deben desplazarse hacia sus trabajos y usuarios en general que encuentran en el Metro una alternativa más rápida, segura y efectiva de movilidad.
Mayor productividad
Los tiempos más cortos de traslado de las personas se traducirán en mayor productividad, dice Barrera. Las zonas cercanas a las paradas y a la línea tendrán una reactivación comercial y productiva.
Al tener horarios definidos y la seguridad de contar con un transporte eficiente, los ciudadanos podrán quedarse más tiempo para adquirir productos y servicios.
El exalcalde considera que con este sistema, los trabajadores podrán incluso cambiar sus jornadas y salir a las 22:00 o 23:00, con la confianza de contar con transporte.
El Metro de Quito recorre 22,6 kilómetros, desde la estación de Quitumbe, en el sur, hasta El Labrador, en el norte, en 36 minutos. El mismo viaje en un auto particular o en el servicio de transporte público toma más de 90 minutos.
Es decir, que los ciudadanos perderán menos tiempo atrapados en el tráfico para otras actividades. Además, se les “se devuelve tiempo de vida”.
La ciudad se redefine
Históricamente, Quito ha sido una ciudad con importantes niveles de segregación: “El Norte, con clase media, residencial. Y el Sur, más popular”, señala Barrera. Para él, el Metro permitirá acercar a la ciudad e impulsará un cambio en la población.
Barrera explica que las estaciones del Metro darán paso a la construcción de espacios ciudadanos en los alrededores, como ocurre en otros países.
Además, aporta en la equiparación de la plusvalía. “Lo importante es que se distribuya y la gente no sea expulsada y lleguen grandes empresas para apropiarse de esos espacios”, asegura.
El Metro de Medellín es un referente, pues permitió que la sociedad tan dividida se una en el cuidado del nuevo sistema de transporte, mediante la Cultura Metro, que irradió a otros aspectos.
Pero hay temas pendientes. Entre ellos, la modificación de las rutas y frecuencias del servicio de transporte tradicional en superficie. “Hay que cambiar las reglas. No puede ser que el Metro, el Municipio y el ciudadano tenga que adaptarse a los señores de los buses, debe ser al revés”, indica.
Esto significa que, en los próximos meses, los buses deberán funcionar como un sistema complementario y no como una competencia del Metro.
Con información de Ecuavisa
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