La presión social -influencia de amigos, parientes, vecinos y/o compañeros de trabajo- más la presión publicitaria de los medios de comunicación off y online -al momento de comprar productos que no se necesita- es la gran tentación a la que hay que hacer frente cuando llegan las fiestas de Navidad y fin de año y la que ya se dio en noviembre con el denominado “Black Friday”; ya que, una vez caídos en esa tentación, los desequilibrios financieros serán el pan de
cada día del año venidero.
Iniciando, por supuesto, los efectos de esos desequilibrios con el chuchaqui financiero del 1 de enero de 2024 que está pronto por llegar y que, por las malas decisiones personales y/o familiares tomadas en meses previos, se sentirá a través del duro dolor de cabeza que genera la acumulación de deudas que, por su magnitud, terminarán afectando negativamente a la tranquilidad emocional de las personas que, si no es tratada a tiempo, puede terminar golpeando a la concentración que se requiere para el logro efectivo de los objetivos personales, familiares, laborales y profesionales que, como habilidad humana clave, es la que conduce a que las personas y sus familias se puedan ir desarrollando positiva y sostenidamente en el tiempo y, así, ir construyendo el camino de un futuro tranquilo y provechoso.
Pero, claro, con el foco mental puesto en cómo pagar las deudas contraídas por malas decisiones de fin de año; todo lo demás pasa a segundo plano y, con ello, la potencialidad humana de avanzar se ve restringida por algo que se pudo evitar sí, proactivamente, se buscaba algún tipo de asesoramiento al momento de saber cómo administrar las finanzas personales y familiares que, desde la lógica de la capacitación y formación, está ligada directamente a la activación, como un hábito, de la Educación Financiera, independientemente, de la edad, formación y situación socioeconómica de cada persona.
Entre algunas de las recomendaciones que se pueden llevar a la práctica para evitar los sustos e intranquilidades financieras, durante el próximo año, están las siguientes:
Primero, antes de realizar las compras de diciembre y también de noviembre -como se dijo, activadas, prematuramente, por el Black Friday- es, fundamental, que se estime el presupuesto de ingresos con el que se podrán hacer esas compras; logrando, así, definir el límite del dinero que se va a asignar para los gastos de fin de año y, de esa forma, gracias al direccionador de ese límite del gasto estimado, adquirir solo lo que se puede pagar y alinearse a como decían, metafóricamente, las abuelas: “no estirar los pies más allá de lo que dan las cobijas”. De esto hay que estar atentos porque, en estas épocas, se tiende a generar un gasto por la ilusión de la liquidez producida, por ejemplo -para el caso ecuatoriano-, por la recepción de ingresos adicionales como es la décima tercera remuneración y, posiblemente, también otros ingresos especiales que, por su cantidad extraordinaria, produce la sensación momentánea de tener más ingresos; cuando, pensando de forma racional y no emocional, ese dinero adicional de fin de año, para el primer mes del año siguiente, ya no se lo tiene porque su carácter es momentáneo y no permanente. Si no se hace esta reflexión y acción crítica, con seguridad, será el inicio de un calvario financiero para los meses futuros.
Segundo, una vez establecido el límite del gasto con la estimación del ingreso real disponible, se recomienda, antes de realizar la compra de un determinado bien o servicio, hacerse la pregunta: ¿Lo que voy a adquirir necesitó o no necesitó?, si la respuesta es negativa no compre; caso contrario terminará adquiriendo una serie de productos que, luego, más bien van a llenar la bodega de lo que se no se usa; convirtiéndose, así, esa acción irracional de compra en una señal de que la gestión del dinero que disponemos la hacemos de forma ineficiente.
Tercero, cuando la respuesta a la pregunta anterior es: “sí necesito; lo recomendable es que se active el principio del “consumidor inteligente”. Es decir, de poner en acción la actitud de, primero, buscar información sobre posibles alternativas de productos a adquirir, antes de seleccionar la primera opción que aparece y que, no necesariamente, es la mejor. El momento que se activa esta actitud consumidora se habrá logrado la adquisición de un producto que sea bueno para su uso, de buen precio y que resulta atractivo a la vista y gusto de quien lo compra.
Como punto cuatro, una vez escogido el producto -considerado como la mejor opción-, es recomendable seleccionar la alternativa más conveniente de financiamiento en términos de plazos, intereses y descuentos -por pronto pago o por volumen comprado- que, realmente, sean convenientes al bolsillo personal o familiar. Estando en este punto, eso sí, muy alertas de no caer en la tentación de las “cuotitas” y/o de los “períodos de gracia” que a lo único que llevan es a postergar el pago de lo se debería pagar pronto y, con ello, la liquidez futura se termina complicando cuando, en abril o mayo del año siguiente -luego de la supuesta felicidad de las compras de fin de año-, emergen los pagos acumulados como situaciones explosivas negativas de la capacidad de pago del presupuesto familiar.
Como se puede ver, lo que se acaba de recomendar, es totalmente factible cumplirlo, siempre y cuando se produzca un cambio de actitud orientado a lograr un manejo de las finanzas personales y familiares más ajustado a la realidad, al sentido común y, por supuesto, a la aplicación de los principios y técnicas que se pueden aprender a través de procesos efectivos de lo que es una verdadera Educación Financiera; es decir, de aquella que, por sobre todas las cosas, busca mejorar el bienestar humano de las personas a través del buen manejo del dinero que lo han ganado con mucho esfuerzo y honradez.
Finalmente, si, en última instancia -como algo que, definitivamente, no se puede modificar-, se requieren ingresos adicionales -porque lo que se tiene disponible no alcanzaría para cubrir lo que se estima “sí se necesita comprar” en diciembre- se podrían activar algunas recomendaciones para autogenerar ingresos de dinero, por ejemplo: aprovechar las festividades para vender lo que no se usa y que, por lo tanto, está ocupando espacio en el hogar; explotar alguna habilidad manual y/o gastronómica que puede ser promocionada a los contactos de las redes sociales y, con ellos, incluso llegar a un grupo mayor de potenciales compradores; también, se puede -dependiendo del conocimiento y experiencia que se tenga- ofertar el servicio para ayudar a la organización de eventos de entretenimiento y/o de reunión familiar y/o social que tienden a aumentar en las épocas decembrinas.
Pueden surgir otras opciones de autogeneración de recursos, en donde la activación de la creatividad humana puede ser un gran aliado al momento de ayudar a encontrar esas potenciales alternativas.
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