«Sólo quiero a mis nietos de vuelta en casa. Sacarlos a pasear como solía hacer«, confiesa entre la rabia y la desazón Shmuel, abuelo de tres niños secuestrados en Gaza por el grupo islamista Hamás el fatídico sábado del 7 de octubre, cuando su brazo armado acometió la mayor masacre de civiles de la historia de Israel.
Shmuel -que no quiere dar su apellido para no exponer a sus nietos- acude todos los días a la carpa en la céntrica avenida Kaplan de Tel Aviv donde se reúnen las familias de los rehenes de Hamás, unos 250 según afirmó ayer la organización, 200 en su poder y otros 50 en manos de otras milicias de la Franja de Gaza.
Sus nietos, dos niños de 8 y 10 años, y la más pequeña de 4, fueron secuestrados ese sábado en el cercano kibutz de Kfar Aza, donde Hamás cometió una de las mayores matanzas vistas ese día negro en la historia de Israel, con ya más de 1.400 muertos.
Fueron unos vecinos quienes vieron cómo hombres armados del grupo capturaban a los tres hermanos y a la madre de éstos, sin que el padre de familia -Avichai, el hijo de Shmuel- se enterara.
A diferencia de otros 52 vecinos de ese kibutz que fueron asesinados allí mismo, ellos fueron capturados.
Avichai, aún conmocionado, fue quien montó esa carpa en la avenida Kaplan, donde se ubica la sede del Ministerio de Defensa, cuyos muros han sido forrados con las fotos de los secuestrados y carteles que un mensaje claro: «Tráiganlos de vuelta». Cada dia más familias de las víctimas y otros ciudadanos se acercan allá a darles apoyo.
El vídeo de la joven franco-israelí Mia Sherm, difundido anoche por Hamás, es la primera prueba de vida que el grupo ofrece de los más de 200 rehenes cautivos en Gaza, y ha dado aliento a los familiares de los secuestrados, entre los que hay niños, ancianos y soldados.
«Sabía que mi hija estaría viva, porque es una luchadora, una guerrera, es una leona de verdad», declaró hoy a los medios Keren Sherf Shem, la madre de Mia, esperanzada de saber que su hija está viva, aunque preocupada porque el vídeo mostró que necesita atención médica, ya que se le ve herida de un brazo mientras alguien le pone una venda.
En el breve metraje, Mia cuenta que la están cuidando y suministrándole medicamentos, pero suplica regresar a casa. «Sólo les pido que me lleven de regreso a casa lo antes posible con mi familia, mis padres, mis hermanos. Por favor, sáquenme de aquí lo más rápido posible», implora Mia, que a juzgar por su doble nacionalidad, francesa e israelí, podría ser de los rehenes que Hamás libere en un eventual canje.
El portavoz de Hamás, Abu Obeida, afirmó en otro vídeo difundido anoche que los secuestrados «de diferentes nacionalidades» son considerados «sus huéspedes».
«Tiene aspecto de estar aterrada y de tener mucho dolor. Se nota que le han dicho lo que debe decir, y veo que está estable, y que necesita atención médica», indicó su madre, aferrada a una foto en la que se ve a Mia sonriente.
Su estado de ánimo es una «montaña rusa», confiesa. Ayer gritó y saltó cuando vio el vídeo de su hija, luego le entró miedo, y después supo ver una luz al final del túnel.
Sin embargo, Zahava Eshel, abuela de una chica desaparecida, no encuentra un clavo al que agarrarse.
«Ese sábado por la mañana, a las 9.20 mandó el último mensaje. Escribió a su madre: estoy bien, te quiero mamá, con 4 corazones, y desde ese momento no hemos vuelto a saber nada de ella”, rememora sobre su nieta, Roni Eshel, una soldado de observación de 19 años.
La familia de Roni no ha recibido confirmación oficial de las autoridades israelíes sobre su cautiverio, pero Zahava está segura de que está en Gaza. Lo cierto es que tampoco figura entre los 302 soldados caídos en esta guerra identificados por el Ejército, lo que da esperanza a la abuela.
«Es horrible. Esto es como una película de Hollywood. Aunque de alguna manera, en el fondo, sé que ella está en Gaza. Lo sé en el fondo de mi corazón, que ella está viva en Gaza», afirma rotunda Zahava, que va todos los días a la carpa de Kaplan con una camiseta con foto de su nieta estampada. EFE
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