Las profundidades de las islas Galápagos no terminan de asombrar al mundo. Este 14 de septiembre, los científicos del Instituto Océano Schmidt (SOI, en inglés) anunciaron el hallazgo de una nueva fuente hidrotermal en el archipiélago.
Este sistema de “respiradores”, como también se le conoce a estos surtidores de aguas calientes del lecho marino, se ubicó a 2.500 metros de profundidad bajo la superficie del océano Pacífico, según indicaron la Fundación Charles Darwin (FCD) y el SOI.
Con un papel clave para la vida por los componentes químicos que expulsan, el campo abarca 9.178 metros cuadrados al oeste del archipiélago y consta de cinco chimeneas y tres manantiales.
En esta nueva fuente, la temperatura del agua más caliente registrada fue de 288 grados centígrados, producto de su probable proximidad con magma volcánico.
El equipo de Estados Unidos y Ecuador, a bordo del buque de investigación Falkor, liderado por Roxanne Beinart y Jill McDermott, de las universidades de Rhode Island y Lehigh, respectivamente, detectó las señales químicas del campo de ventilación mientras exploraban la región con el submarino ROV SuBastian.
Fue una inmersión de 43 horas, la más larga en sus siete años de exploración.
El cangrejo Galatheid fue clave
Con la expedición buscaban identificar los respiraderos hidrotermales en el lado occidental del centro de expansión de Galápagos y nuevos campos de respiraderos.
Y esto solo se logró cuando apareció frente al submarino un cangrejo Galatheid, conocido como langostino de profundidad. “El número de cangrejos fue en aumento a medida que los científicos avanzaban hacia la fuente hidrotermal, en donde sorprendentemente encontraron gusanos de tubo gigantes (riftia pachyptila) enroscados alrededor del agua caliente”, indicaron.
Debido a la ayuda de este peculiar animal, los científicos nombraron el campo de ventilación como “Sendero del Cangrejo”.
Una búsqueda de años
La expedición de 30 días comenzó el pasado 13 de agosto, en colaboración con la Dirección del PNG, la FCD y el Inocar.
También participaron el Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, el Servicio Geológico de Estados Unidos, la Universidad de Harvard y la Universidad de Wisconsin, Madison.
Desde inicios de los años 2000, los científicos presumían que existía este campo de ventilación, “pero esta fuente fue particularmente difícil de localizar porque los fluidos son claros y no emiten grandes nubes en el agua, como lo hacen las fumarolas negras”, explicó Beinart.
“Se necesitó a nuestro equipo de químicos, geólogos, biólogos y algunos cangrejos para encontrarlo”, apuntó.
Con información de Primicias
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