Al interior de las organizaciones de todo tipo -públicas, privadas, promotoras del desarrollo o cualquier otra creada por el ser humano- es muy común que se tiendan a saltar los canales de comunicación y autoridad que, pensando en su respeto, es el mejor camino para lograr buenas relaciones entre las personas que trabajan en las diferentes áreas que integran la organización.
Ese baipás puesto en acción, al final, se termina convirtiendo en un búmeran negativo para quien lo práctica, ya que, generalmente, la autoridad superior, cuando se encuentra con el pedido de reuniones o de toma de decisiones -desde la óptica de las buenas prácticas administrativas pro una buena comunicación- llamará y consultará a la autoridad que, por diferentes razones, fue omitida para que dé su opinión sobre lo se está solicitando; haciendo, con ello, que el baipaseador se quede sin piso y, así, se visibilice su mala práctica que, como es lógico, abona al deterioro de las buenas relaciones entre personas que, para la consolidación de un buen clima organizacional, esperan, entre los miembros de la organización, la puesta en acción de la lealtad como valor comportamental de personas bien intencionadas.
Las cuales, sobre la buena intención -con hechos evidentes- ayudarán a fortalecer la confianza organizacional que, en última instancia, es el medio sobre el cual se construyen lo grandes proyectos y, sobre todo, esas relaciones humanas que se convertirán en el impulsor del espíritu colaborativo, compartido y cooperativo tan necesario para mejorar el desempeño personal y organizacional, en donde la participación humana -ayudada, por supuesto, por los recursos físicos, tecnológicos y financieros- es vital para salir adelante en un mundo en donde la adaptabilidad del ser humano -a un proceso de cambio intenso y acelerado- es el requisito básico que, potenciado por la buena estrategia, buen funcionamiento de los procesos y buen soporte tecnológico, se convierte en uno de esos factores diferenciadores que hacen a una organización que se distinga de otras.
Finalmente, el baipaseo organizacional, además de afectar al entorpecimiento del sano proceso de comunicación, termina, también, incidiendo negativamente en el trabajo sinérgico que se podría emprender si, los actores impulsores de la organización, se juntarían para, asociativamente y con altas dosis de confianza, lograr los grandes objetivos organizacionales que, para su efectiva consecución, requiere de personas leales a sus compañeros de trabajo y a la organización a la que pertenecen.
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Excelente artículo Wilson, el respeto a las jerarquías, debe ser un requisito básico , si se quiere alcanzar los objetivos planteados.
Me parece muy interesante este artículo, porque la mala práctica de no seguir los conductos regulares como antiguamente se conocía, se encuentra muy arraigada en algunas organizaciones actuales por parte de directivos que enaltecen la viveza y la sagacidad de colaboradores manipuladores y mal intencionados. Este aspecto debería resaltarse: los directivos proclives a las malas prácticas del “baipaseo” de subalternos y colaboradores. Habría mucha tela que cortar al respecto.
Saludos cordiales.