Lo normal y lo correcto difieren en su significado, aunque frecuentemente se tomen como sinónimos, en realidad son conceptos que se encuentran divorciados por un detalle: la interiorización de las normas sociales de una época depende de las vivencias propias de cada sujeto.
Siguiendo esta línea me propongo analizar la pregunta ¿por qué los adolescentes consumen una sustancia, tal como el cannabis, y lo ven normal? Pienso en tres detalles: 1) la información al alcance de un click, en conjunto con la serie de investigaciones actuales sobre el cannabis; 2) la época actual, invadida de ofertas identificatorias que, en lugar de presentarse como una brújula ante las preguntas propias de la adolesencia, se muestra sin un velo y como efecto desorienta a los sujetos que viven en esta; y 3) las vivencias propias de la adolescencia, en las cuales ante la dispariedad vivida entre la maduración del cuerpo, el pensamiento, los encuentros y desencuentros con su entorno, es necesario de ritos que sancionen el término de la infancia, dando paso a posibilidades de reafirmar o reconstruir elecciones que se jugaron en la etapa previa.
En este punto me serviré de las referencias de Damasia Amadeo, psicoanalista argentina, para pensar en el uso de las ceremonias vinculadas a los ritos y sus efectos en los sujetos adolescentes.
En primer lugar, la autora ubica al rito como aquel acto cuya función consiste en evitar ese largo periodo de intervalo que puede resultar la adolescente. Esta referencia nos permite relacionar la época actual con las vivencias propias de la adolescencia que menciono en el párrafo anterior. Esta es una época que se agita frecuentemente a un son sin ton. Una época en la cual prima la acumulación de datos y no la interiorización de saberes, los ideales de la eficiencia y eficacia, y donde el tiempo aparece sin cortes. Ante estas agitaciones de la época, ¿qué oportunidades tiene un adolescente de encontrar referentes identificatorios consistentes que le permitan dar respuesta a sus preguntas más íntimas?
En segundo lugar describe el efecto de las ceremonias que sostienen los ritos. En estos se destaca “la transmisión del saber de generación en generación, la consolidación de la identidad sexual y la inclusión en un sistema de responsabilidades y valores enmarcados en el seno de una comunidad basada en normas y leyes bien precisas” [1], en los cuales se distingue un estado de alegría, tranquilidad y orgullo por haber ingresado al universo de los adultos. Algunos ritos son sostenidos por creencias religiosas, tales como la Confirmación en el catolicismo o el Bar Mitzváh en el judaísmo, la celebración de quinceañeras por parte de las familias y las novatadas organizadas por estudiantes del último año de secundaria para los recién llegados. De igual manera en el plano de las relaciones amorosas en las cuales primaba la incertidumbre, la espera y la distancia, puesto que uno de ellos debía hablar con los padres de la otra parte para comunicarles el estado de la relación, pudiendo encontrarse con obstáculos o malentendidos en primera instancia y teniendo que ganarse el respeto y aceptación de estos. No necesariamente algunos de rituales han cesado, pero sí han dejado de ser universales para los sujetos e incluso para muchos de ellos carecen de sentido.
La vivencia, para muchos sujetos, de una adolescencia prolongada es un hecho, al igual que el sufrimiento por la falta de referentes sólidos, que cada cual enfrenta y sintomatiza de un modo único. ¿Será acaso que el consumo de una sustancia, tanto de alcohol pero más frecuentemente de cannabis, es un ritual que, ante un porvenir incierto y sin garantías, los adolescentes han construido en cierta solitud y que, en lugar de acercarlos al universo de los adultos, los distancia?
Esta interrogante me la planteo para pensar más allá de los efectos en el cuerpo, en tanto un sujeto no es solo su organismo. El consumo de una sustancia, tal como el cannabis, genera efectos que podrán describirse según los avances de la medicina, pero además para cada uno de los sujetos que, tengan una especial relación con esta, cumplirá una función única en su aparato psíquico.
Es un hecho que el consumo de cannabis se ha normalizado, no solo entre adolescentes. ¿Qué representa consumir? Para unos será “una percepción de la eternidad, un círculo del infierno infinito, una muerte subjetiva, el ojo del ciclón”[2] y para otros la anestesia ante el dolor, la valentía de un acto, el murmullo de la conciencia, la ausencia de pensamiento, entre otras posibilidades. Esto nos invita a tener en consideración que no hay principios preestablecidos respecto al encuentro con una sustancia. No todo consumo es una adicción, ni se convertirá en ello por el mero encuentro con una sustancia, esto dependerá de las condiciones subjetivas de cada uno y del lugar que el consumo pueda ocupar en la vida de los sujetos… o no.
[1] Amadeo, D. (2019). La adolescencia contemporánea. En Bullying, ni-ni, cutting en los adolescentes. Trayectos del padre a la nominación (p. 49). UNSAM EDITA.
[2] Laurent, E. (2014). L’etourdit de la droga. En El silencio de las drogas (p. 15).
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