Han pasado 3 años de pandemia -con épocas duras de encierros prolongados-, en donde la digitalización de las actividades y relaciones humanas y organizacionales aumentó de forma explosiva, ante lo cual, como especie de “digitalización a la criolla”, las personas y empresas “para no morir en el camino” decidieron digitalizar su manera de comunicarse y de operar en tiempo récord -sin mayor asesoramiento y orientación técnica-; en muchos casos, lo hicieron basados en el primer consejo que emergía de las redes sociales virtuales o de los buscadores de internet, con lo cual, las soluciones encontradas e implementadas no se alineaban a su verdadera necesidad y/o estrategia escogida para lograr los objetivos personales u organizacionales que respaldan su verdadera razón de ser.
De ahí, luego de tres años de pandemia, es tiempo de enderezar esa digitalización a la criolla empujada como era obvio -debido a las circunstancias duras que vivíamos los seres humanos- por las urgencias pandémicas. Siendo, para ello, necesario que las organizaciones de todo tipo -privadas, públicas o promotoras del desarrollo- busquen asesoría técnica para que, bajo un ejercicio de alineamiento estratégico, rencaucen el proceso de digitalización implementado que, como paso inicial, deberá arrancar con un diagnóstico situacional que ayude a identificar aquellos desvíos sobre los cuales se aplicará un conjunto de acciones de mejora que, de forma sistémica, permitan pasar de una digitalización “apurada, no planificada, desalineada de la estrategia organizacional y cobijada del miedo e incertidumbre pandémico” a una que, desde los principios de la eficacia y eficiencia, se levante alrededor de una manera de funcionamiento que, con grandes dosis de creatividad, cree valor y, sobre todo, se muestre a los ojos y experiencias de los clientes -internos y externos a la organización- como una digitalización con la cual es “fácil y amigablemente trabajar”.
Se está en el momento oportuno del enderezamiento estratégico de aquello que, por el apuro pandémico, luego de tres años del covid-19, está restando competitividad a la organización que, desde la disrupción acelerada, está sintiendo que sobre ella hay una presión insalvable de grandes desafíos que se resumen en “adaptación y cambio continuo”, en donde la “flexibilidad adaptativa” es fundamental para seguir operando de forma idónea y respondiendo a los objetivos de la propia organización y a los del resto de una sociedad golpeada, pero eso sí, ávida de acciones que le ayuden a la mejora de su bienestar multidimensional y, así, levantarse con fuerza y reconstruir un tejido social y productivo averiado seriamente por una pandemia que, difícilmente, estuvo en el radar de planificación de alguna persona u organización del país y del mundo.
Entre las principales acciones de mejora, es muy probable que tengan relación -de acuerdo a investigaciones realizadas (a pretexto del covid-19) por el Observatorio de la PyME de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador-, con la articulación urgente que se debe hacer a las herramientas digitales implementadas con la triada: procesos, talento humano y estrategia; ya que, ahora, se están sintiendo síntomas de que las aplicaciones informáticas para la comunicación y operación organizacional interna y externa están, por su desarticulación con los procesos, alargando los trámites y, con ello, gastando tiempo que, más bien con las correcciones respectivas, debería destinarse a la mejora de la calidad, productividad e innovación de la organización.
Otro síntoma -relacionado con el uso de las redes sociales virtuales como medio, sobre todo, de comunicación con actores externos a la organización- tiene que ver con la desarticulación a la estrategia organizacional -siempre y cuando al menos la tengan-, ya que, su crecimiento explotado por la pandemia, está basado, en muchos de casos, en un uso sin el conocimiento técnico y estratégico que, sobre la base de los recursos invertidos, permita a la organización mejorar su imagen y posición en el sector de actividad en el cual lleva a cabo sus actividades.
Este escenario, en medio de desafíos organizacionales clave para todos los sectores, surge como un mar lleno de oportunidades para aquellos emprendedores que, con servicios de capacitación y asesoría inteligente y técnica, decidan ayudar a ese enderezamiento de la digitalización a la criolla que, por la presión pandémica, las empresas privadas y las organizaciones públicas y promotoras del desarrollo llevaron a cabo para no morir en ese camino difícil que, desde marzo 2020, la pandemia covid-19 construyó para todos los habitantes del planeta Tierra.
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