Esta es una historia de tres héroes. Gustavo Bustamante, el hombre de la conmovedora foto captada en el cantón Pasaje (El Oro), abrazando a su hija entre las ruinas tras el terremoto en Ecuador, reconoce con humildad que él no lo hizo todo.
Cuando el edificio donde vivía con su familia se desplomó durante el sismo de 6.5 reportado el sábado recuerda que trepó escombros, pateó las puertas que quedaron en pie y escaló rejas. Todo con la esperanza de hallar con vida a su esposa Dina Moscoso y a su hija Cecy Nihan, de ocho meses.
Arriba, en el séptimo piso que terminó en la tercera planta del edificio que era herencia familiar, ellas se aferraban a la vida. Dina cubrió a la pequeña con su cuerpo; ahora lleva las heridas de una caída brusca pero también milagrosa. “Todos me dicen que soy un héroe -dice Gustavo-, pero ellas son las heroínas”.
Esta es la historia de la familia Bustamante Moscoso que está conmoviendo al mundo luego de una fotografía que se volvió viral y que se ha convertido en símbolo de esperanza en medio de la tragedia.
“Cecy es mi primera hija. En mi familia todos somos varones, hasta mis sobrinos; a cinco nos pusieron Gustavo, como mi papá. Pero cuando nació ella, mi esposa decidió que mi mamá escogiera el nombre. Ella se llama Cecilia Márquez, así que elegimos su diminutivo para nuestra nena.
Aún no habla; apenas tiene ocho meses. Pero ese día me llené de fuerzas al escuchar sus gritos cuando sintió mi voz, cuando supo que estaba atravesando los escombros que dejó el terremoto. Fue como si me dijera: ¡Papá! Me conmovió y dejé de llorar.
Al ver cómo había quedado la casa, me desplomé. No podía parar de llorar, porque no podía imaginar que estarían con vida. Luego sentí que me llamaban; fue como una conexión que me dio esperanza.
Yo creo que Dios nos unió en ese momento. Mi esposa me cuenta que cuando cayó estuvo todo el tiempo sosteniendo a nuestra hija y después empezó a llamarme. Le decía: Cecy, tranquila, que tu papi ya viene a rescatarnos.
Estaba débil, derrotado porque sentía que mi familia se había ido. En medio de los escombros mi esposa estaba aferrada a nuestra bebé.
Todos me dicen que soy un héroe y hablan de mi valentía, pero ellas son las heroínas. Cayeron desde el séptimo piso, más de 15 metros, con toneladas de concreto derrumbándose a su alrededor, y resistieron.
Con una pierna trataba de sostenerse de un muro y sostenía a nuestra hija en posición fetal, como había visto en videos sobre cómo actuar en caso de terremotos.
Mi esposa tiene lesiones superficiales, algunos raspones. Una piedra laceró su espalda y necesitó uno o dos puntos, pero no hay nada internamente. Se le hizo unas tomografías y todo está bien.
Sé que solo Dios pudo mantenerlas con vida. Lo sentí en esa voz que me decía: ‘todavía tienes que estar con ellas’. Eso me dio valor para entrar, aunque estaba destrozado.
Entré por el amor que les tengo, pero estoy seguro que fue un milagro. Es algo que la lógica no puede explicar.
El edificio era familiar; tenía 22 años. Mi abuelito permitió que cada hijo construyera un piso y a mi mamá le tocó el séptimo, el último. Nos mudamos allí hace cinco meses.
Solo mi abuelito y nosotros vivíamos allí, y en la parte baja había un local comercial. Estaba en el centro de Pasaje y desde arriba se veía todo: la iglesia, las montañas, el atardecer… Era uno de los más altos del cantón.
Ese día ingresé tres veces. La primera vez vi la mesita de comer de mi hija entre los escombros y fue muy doloroso. Seguí avanzando y pude encontrar a mi abuelito, de 87 años. Estaba asustado porque cuando ocurrió el terremoto estaba durmiendo en el segundo piso. No podía abrir la puerta, así que la pateé y pude sacarlo.
Seguir subiendo era complicado y tuve que salir a buscar ayuda. Había mucha gente afuera que no se atrevía y los entiendo; lo que quedaba de la casa en cualquier momento podía colapsar.
Pero como padres estamos dispuestos a dar la vida por nuestros hijos y en ese momento no vi peligro alguno. Solo escuchaba que Dios estaba conmigo, motivándome a subir. Luego un bombero me acompañó.
La fotografía que ha conmovido a Pasaje, a El Oro, a Ecuador y al mundo expresó todo lo que sentía en ese momento. Era una gran felicidad tener a mi hija en brazos y sentir que volvíamos a nacer.
Acá han titulado a la foto como el beso de la vida; y en realidad es eso. En el transcurso de la búsqueda, que duró unos 25 o 30 minutos, sentí que las perdía. Después de ese tiempo, cuando las encontré, volvimos a vivir.
No sé quién tomó la foto. Había muchísima gente afuera, pero expresó todo lo que viví. Ahora esa foto está en mi corazón y en el corazón de todos. En ese momento solo quería salir por ese lugar, porque el edificio era una bomba de tiempo.
Mi padre estaba afuera y se desesperaba por pasarme una escalera; no lo dejaron y opté por regresar nuevamente por donde había ingresado. Fue muy difícil salir porque ya no iba solo; ahora éramos tres.
Hasta el primer piso había una parte de la escalera, después había que trepar la pared, por unas rejillas hasta el segundo piso y desde ahí todo estaba lleno de escombros y fierros. Hice un video en ese momento y no entiendo cómo ingresé. Solo sé que es la fe, la mano de Dios que nos protegió.
Ahora estamos viviendo en casa de mis padres. Ellos me han enseñado a trabajar. Soy economista, me dedico a la construcción; mi esposa es docente. Y sé que con esfuerzo lograremos reconstruir todo lo material que perdimos. Lo importante es estar juntos.
Nuestra historia ha despertado el interés de los medios. Nos han contactado de CNN, canales de Bolivia, Colombia, Argentina… Y a través de esta difusión queremos llevar un mensaje de esperanza, pero también para que llegue la ayuda a nuestro cantón.
Once familias en Pasaje han perdido sus casas. “Pero sé que los ecuatorianos somos solidarios“.
Con información de El Comercio
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