Científicos de la Universidad de Pekín apuntan a que el movimiento de rotación del núcleo de la Tierra —una masa de hierro sólido tan caliente como la superficie del Sol y situada a más de 5.000 kilómetros de profundidad— puede haberse ralentizado. En un estudio publicado en la revista ‘Nature Geoscience’, basado en el análisis de decenas de terremotos desde la década de los sesenta, los geofísicos Xiaodong Song y Yi Yang sostienen que la capa más profunda del planeta ha perdido velocidad durante los últimos años y que, incluso, gira en sentido contrario al de la superficie.
¿Es este un fenómeno inaudito? La respuesta corta es no. Tal y como explican desde el Instituto de Geociencias (CSIC-UCM), hay constancia —por el registro geológico y el crecimiento de corales fósiles— de que hace millones de años la Tierra ya giraba de forma diferente y, por tanto, la duración de los días era distinta. Así por ejemplo, en el Mesozoico los días duraban 23 horas. “Esto se debe a que la Luna se aleja de nosotros a razón de 3,82 centímetros al año y su efecto es la ralentización de la rotación, imperceptible a escala humana”, aclaran.
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— Dialoguemos INFO (@DialoguemosINFO) January 24, 2023
“Lo que la nueva investigación afirma es que el núcleo ha decrecido su velocidad y está desacompasado con la velocidad de giro del resto del planeta”, exponen. “Es como si nosotros (la corteza) nos adelantáramos respecto al núcleo”, agregan. Pero este no es un hecho preocupante, a juicio de Nuño Domínguez, periodista científico de ‘El País’, que ha respondido en ‘Hoy por Hoy’ a todas las dudas que ha generado la investigación: “El apocalipsis no va a llegar”.
En declaraciones a la Cadena SER, el geólogo Nahúm Méndez destaca que lo realmente importante del artículo no es tanto que la rotación del núcleo se haya ralentizado, sino más bien la posibilidad de que responda a una determinada periodicidad: “Los autores sugieren que hay un ciclo de ralentización y aceleración en la velocidad de rotación del núcleo interno de la Tierra con una duración aproximada de 70 años. Para ello, se basan en el estudio de los terremotos naturales y explosiones artificiales, que generan una serie de ondas que al atravesar nuestro planeta, son capaces de cambiar su velocidad y trayectoria dependiendo de los materiales que se encuentren”.
Esta diferencia de velocidad en la rotación del núcleo podría estar relacionada con “cambios en nuestro campo magnético, la variación de la duración de los días y también la alteración de patrones climáticos”, según Méndez. “Pero de una manera cíclica, nada que deba asustarnos, sino que formarían parte de la ciclicidad y cambios naturales que hay en nuestro planeta en la escala de las décadas”, matiza.
De hecho, se trata de una cuestión de perspectiva. Si pudiera observarse el movimiento de cada capa de Tierra desde el espacio no se apreciaría ningún cambio sustancial en la rotación del planeta: el núcleo giraría un poco más despacio que la corteza, pero ambas capas lo harían en el mismo sentido. Sin embargo, al observar el centro de la Tierra desde la superficie de la corteza —y como la capa superficial gira mucho más rápido—, da la sensación de que el núcleo gira hacia el lado contrario. “Este efecto se debe únicamente al sistema de referencia, no quiere decir que vaya al revés que el resto del planeta”, asegura el IGEO (CSIC-UCM).
Según los autores del estudio, esta variación en la rotación del núcleo puede ser la causa de que los días se estén acortando durante los últimos años, un fenómeno al que la ciencia todavía no ha sabido dar respuesta. No obstante, este efecto es imperceptible para el común de la población, puesto que la duración de una jornada natural apenas se ha reducido en un milisegundo desde 1970.
Además, la rotación del núcleo también puede alterar el campo gravitatorio interno de la Tierra y causar deformaciones en la superficie, lo que puede afectar al nivel del mar. Estos efectos tampoco se notan sin mediciones especializadas. “El mundo no se va a acabar. Hay que seguir yendo a trabajar, hay que seguir pagando la hipoteca. Somos muchos más peligrosos los humanos para el planeta que el núcleo”, resume Domínguez.
¿Qué hay de relevante en este descubrimiento?
Alarmismos aparte, el hallazgo de Xiaodong Song y Yi Yang es interesante en términos científicos. Los geólogos chinos creen haber detectado un patrón en la rotación del núcleo de la Tierra. Su investigación señala que en la década de los 70 se produjo un “punto de inflexión” que marcó la ralentización del núcleo y que, alrededor de 2009, tuvo lugar un nuevo ‘frenazo’.
Desde aquel año, las trayectorias que antes mostraban una variación temporal significativa han experimentado pocos cambios, lo que sugiere que la rotación del núcleo interno se ha detenido. De ahí infirieron que la rotación del núcleo sigue un ciclo de oscilación de unas siete décadas.
“Esto sugiere que hay una resonancia que conecta todas las capas de la Tierra y que se produce con esa cadencia”, subrayan los autores del estudio. Saber cómo gira el núcleo interno sólido podría aclarar cómo interactúan las capas terrestres, un tema que es objeto de debate entre la comunidad científica desde hace años.
“De demostrarse este modelo —hay controversia en la comunidad científica—, habría ocurrido más veces, ya que lo que se ha observado es una posible ciclicidad; y por lo tanto, si miramos al pasado, es un fenómeno que podríamos trazar hacia detrás. Ahora queda comprobar si estas teorías son ciertas o si los cambios que han observado en realidad representan otros fenómenos”, afirma Méndez.
“El cambio de rotación en el núcleo podría estar relacionado con la existencia de nuestro campo magnético —que obliga a girar al núcleo interno— y por otro lado, con el rozamiento con otras capas, que le forzaría a reducir su velocidad”, relata el geólogo, que insiste en que, de todas formas, no es algo que todavía esté claro: “Es sólo un modelo”.
Estudiar el inaccesible centro de la Tierra es un proceso complejo, por su profundidad y por las condiciones extremas que presenta, pero la sismología es un método alternativo que se ha demostrado valioso para ello. Los terremotos generan ondas sísmicas que se propagan por el interior del planeta y algunas atraviesan el núcleo. Basándose en este método, Song y Yang pueden ayudar a comprender cómo los procesos profundos de la Tierra afectan a su superficie.
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