Recuerdo que de niño tenía varios temas que despertaban mi curiosidad; uno de ellos el espacio exterior. Algunas veces mirar a las estrellas nos trae paz o nos lleva a soñar con un futuro mejor, pero esto no es argumento suficiente para que varias agencias nacionales y científicos de diversos países usen sus recursos (financieros, tiempo, etc), para crear nuevos telescopios que permitan observar objetos ubicados a muchos años luz de distancia.
La humanidad desde que tiene conciencia de su existencia se ha preguntado ¿de dónde venimos?, empezamos a ver hacia las estrellas para encontrar a nuestros creadores y es aquí donde la ciencia intervino, con el fin de tratar de resolver nuestras dudas, aunque son importantes los avances científicos para resolver esta pregunta, no debemos olvidar que la investigación científica debe proveer de otros beneficios más próximos a la sociedad.
Los descubrimientos astronómicos han sido elementos clave para el avance de la Física. Fue gracias a observaciones astronómicas de los satélites de Júpiter, que se pudo determinar con precisión la velocidad de la luz, necesaria para el desarrollo de la mecánica cuántica que posibilitó el desarrollo de toda la microelectrónica que usamos actualmente. Otro ejemplo son los detectores CCD que usan nuestras cámaras de fotos, fueron inventados en 1969, pero lograron desarrollarse rápidamente gracias a sus aplicaciones en instrumentos astronómicos. Muchos de los detectores de rayos X que existen en los aeropuertos fueron desarrollados por una compañía americana que surgió para aplicar los conocimientos generados en la fabricación de detectores de rayos X para instrumentos astronómicos.
El desarrollo de la tecnología necesariamente usa desarrollo previo de la Ciencia básica y la Astronomía juega un papel importante en este proceso. En términos prácticos, conocer el origen, evolución, estructura y condiciones actuales de los planetas, del Sistema solar, meteoritos, cometas y otros, nos permite conocer mejor nuestro propio planeta, su atmósfera, su geología e incluso el surgimiento de la vida, innumerables desarrollos tecnológicos surgidos del estudio del Universo se encuentran por doquier hoy en día en nuestra vida cotidiana.
Siendo el próximo paso entender los orígenes del universo, las agencias espaciales de Estados Unidos (NASA), Europa (ESA) y Canadá (CSA) crearon el telescopio James Webb, quien según la revista La Vanguardia se puede definir como “un telescopio espacial que opera en el espectro visible de luz, en el infrarrojo cercano y en el infrarrojo medio. Tiene un espejo de 6,6 metros de diámetro, formado por dieciocho segmentos hexagonales. Este telescopio está optimizado como observatorio astronómico en el infrarrojo”. Siendo el telescopio más grande y preciso enviado al espacio, está ubicado entre 2 y 15,5 kilómetros de nuestro planeta y moviéndose en línea con él; implicó una inversión de $8.800 millones para ser construido y lanzado al espacio, además se espera un costo de $860 millones en su operación por 5 años.
Este telescopio es capaz de captar la luz infrarroja estirada emitida por objetos hasta 13.500 millones de años luz de distancia, cuando se formaron las primeras galaxias, hasta hoy. Todos los instrumentos del James Webb observarán la luz infrarroja, lo cual es vital para entender el universo. Los objetos más lejanos que podemos detectar se ven con luz infrarroja porque ésta puede atravesar el polvo interestelar que bloquea la luz visible, lo que hace al James Webb un instrumento perfecto para estudiar esos mundos y planetas distantes que orbitan otros soles. La existencia del primer exoplaneta fue confirmada en 1995. Ahora sabemos que hay más de 4.000 de ellos. El telescopio permitirá a los astrónomos mirar esos cuerpos celestes en mayor detalle, incluida la observación de sus atmósferas para prometedores signos de vida extraterrestre, además de determinar si existen otras formas de vida no basadas en carbono como la nuestra.
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