Dedicado a Tania Jiménez[i], estudiante de psicología (+)
Buscando referencias bibliográficas hacia nuestras Jornadas de la NELcf, sección Guayaquil, La Escuela y la formación del analista, me encontré con la entrevista a Jacques-Alain Miller: “Siempre será mejor ir al psicoanalista que comprar un arma y matar al vecino”[ii], la que le realizó Sergio Dabbar el 21 de diciembre de 1998 en el Ateneo de Caracas y fue publicada en El Nacional. Al leerla nos queda claro que esas declaraciones no pierden actualidad en tanto que, nuevamente, nos enfrentamos a insensatos asesinatos-suicidios en escuelas de los Estados Unidos, los que no cesan de horrorizar y producir demandas de control y vigilancia; ruido mediático que no deja oír los indicios del desarraigo subjetivo de estos jóvenes asesinos-suicidas.
En lo público y las redes sociales esa difícil “cuestión” se ve reducida a un “problema” al que se le busca “solución”, sin querer saber sobre las coordenadas en las que se desencadenan cada uno de estos pasajes al acto, deshumanizando el crimen y acusando a las armas por el delito. Lamentablemente, en nuestra escena local, no somos ajenos al sufrimiento causado por muertes y asesinatos de jóvenes por jóvenes.[iii] Así, lo que nos enseña Miller en esta entrevista hoy publicada en sus “Seminarios en Caracas y Bogotá” (Paidós, 2015), abona a distintos niveles de análisis.
Una cuestión crucial aquí es que seamos capaces de responder, por fuera de los prejuicios contra los “gringos” y la cultura americana, cuya mentalidad —si seguimos una cierta lectura sobre el imposible Preferiría no hacerlo [de] Bartleby el escribiente (Pre-textos, 2005)— nos conduciría a cernir en el americano a un desarraigado de Europa: liberado de la función paterna de Inglaterra, hijo de padre disperso, de todas las naciones (Deleuze, p. 84). Un individualista en tanto un que individuo donde no cabe la tachadura del sujeto quejumbroso, embarazado, indeciso. Entonces, la American Way denostada por Lacan, no tendría encrucijadas, ni implicaría tomar decisiones que requieren una soledad Otra, una distinta a la del “lobo solitario” o del individualismo de masas. Últimas fraternidades del cuerpo en búsqueda de una nueva universalidad como programa político.
Ante la opción “será mejor ir al psicoanalista” o la Psychoanalytic Way, Miller señala que para un “norteamericano medio”, no poder prever el fin de un análisis es una barbaridad porque él quiere saber cuánto va a invertir y cuándo se va a terminar. Esa es la ideología contemporánea o más bien, el imperativo inflexible que rige a una subjetividad globalizada que sólo aspira “ganar-ganar”, sin entender la guerra ni consentir entrar a la apuesta incalculable entre “la bolsa” o “la vida”; siendo que, de cualquier modo, se está en un campo donde se pierde la vida y, el tener, luego ya ni cuenta. Un análisis sirve para ir lidiando con un real que vuelve al mismo lugar, desde aquello que se presentifica como un toque misterioso de lo real ante una elección de impredecibles consecuencias. Un fin de análisis esperado-inesperado implica costos materiales y subjetivos.
En 1998 Miller ve la dificultad en los Estados Unidos por el cierre de los espacios de diálogo e interpretación, cuyos estragos son una toxicomanía galopante, una violencia desaforada… Este cierre se pone hoy en acto en la “cultura de la cancelación”, en los activismos que se oponen al psicoanálisis como una práctica válida ante ciertos sufrimientos (desde hace años en Francia) y en el empuje de comunidades diversas unidas para rechazar la elección inconsciente, la interpretación inédita y, llamativamente, no contrarían a las “terapias de conversión” (España)[iv].
Tanto en España como en Francia se ha censurado la presentación de libros como el de Éric Marty, “El sexo de los modernos” y “Nadie nace en un cuerpo equivocado”, no se permiten entrar al debate. La posición de Miller es que debemos ocuparnos de que no se cierren del todo las brechas de diálogo; lo que él mismo aplicó con Horacio Etchegoyen, ex presidente de la IPA, aunque JAM lo vea más bien como una conversación entre un “latinoamericano” y un “francés”. Seguro que hablan las resistencias, pero también la disposición “joven” de Miller a correr riesgos y enfrentar las consecuencias[v]; siendo que se reunió en virtud del enfrentamiento de problemas comunes: sin buscar la autorización de los colegas, a riesgo propio.
Los valores americanos del utilitarismo inmediato nos remiten a la ética psicoanalítica lacaniana que desestima las 3 “P”: poder, prestigio y posesiones, cuestionando la moral de los bienes. En “Matemas I” tenemos la conferencia de Miller sobre la máquina panóptica de Jeremy Bentham, donde se precisa que “si el utilitarista se dice filántropo es porque a sus ojos el dolor, como toda cosa, debe servir”. Mas, por el contrario, lo que aprecia Miller del cine “americano” de Woody Allen es que representa la no-rapidez, la no-claridad, la no-eficacia; y, sobre lo inmediato, el matiz que acentúa proviene de la queja femenina, cuyo deseo contraría la rapidez masculina.
Hoy notarizamos las consecuencias de un pasaje abyecto del instante de ver al momento de concluir, eludiendo el tiempo de comprender: actuando sin razones que remitan a motivos de lógica y no de probabilidad[vi]. Porque si bien es más probable que en una sociedad con derecho a la portación de armas haya más muertes violentas, esto no tiene por qué ocurrir necesariamente; aunque justo ahí, sin razones ni lógica aparente, el joven solitario Salvador Ramos, “con un impedimento del habla” según sus compañeros, dos días después de cumplir los 18 años, dio a ver por Instagram la compra de un rifle y media hora antes de la tragedia, le escribió a una amiga alemana por Facebook: “Voy a dispararle a mi abuela”, “voy a disparar a una escuela primaria”.[vii]
Así, el 24 de mayo, sin ninguna justificación sobre sus actos ni diálogo posible, le disparó a su abuela de 66 años en el rostro, quien alcanzó a llamar a la policía; mientras, el joven conducía erráticamente hasta encunetar su camioneta en una zanja cercana a una escuela primaria.[viii] Salvador ingresó al recinto escolar saltando una verja y luego, sin resistencias, empezó a disparar frontalmente, indistintamente, eficientemente, hasta hacerse matar. Sabía a lo que iba y fue con chaleco antibalas, aunque pudo haberse estrellado en el auto un poco antes, y salir más rápido de la escena del mundo por sus propios medios —como tantos otros—, sin comprometer la vida de 19 niños y dos maestras.
Después de una nueva masacre incomprendida, el padre del joven aseguró: “Debió sólo matarme a mí en vez de hacer algo como eso…”; y la madre pidió perdón. ¿Acaso podemos decir que este joven requería un espacio de palabra donde poder construir modos viables, con recursos no-bélicos, para lidiar con esa “vida hogareña tensa” y con el hecho de que “la gente lo estuviera molestando”?[ix] Lo cierto es que, al cumplir su mayoría de edad, se fue a “comprar un arma (dos) y matar al vecino”. Salvador no pudo salvarse, carente de posibilidades de dialectizar, de inconsistir esas frases criminales, tan sólo comunicando lo que iba a hacer, un poco antes, a una joven alemana de su comunidad de Facebook: ella, sin capacidad real de detener esa actuación mortífera.
La quinta visita de Miller a Caracas, en la que fue entrevistado, tuvo que ver con un “pase” que ofrece el privilegio de ser miembro de la Escuela de Psicoanálisis a quienes se presenten a: “Condensar el recorrido de su propio análisis, (…) tratando de sacar lo más precioso, lo más delicado, lo más novedoso”. Siendo el pase “una prueba de que han superado los impasses de su propio carácter, de sus síntomas”. No del todo, pero sí lo suficiente como para interesarse en los trastornos de los demás”.[x] Entonces, no sin humor dice que Woody Allen no podría entrar a la Escuela porque está demasiado ocupado con sus propios asuntos… Un análisis ofrece encontrar nuevas salidas, soluciones y pases a los impasses del mundo de la vida, en apariencia irresolubles.
Miller asegura que siempre será mejor ir al analista —lacaniano, orientado por la diferencia absoluta— e invita a pensar si “la gente” se seguirá considerando como un vehículo a reparar, o si va a admitir la parte del misterio que antes ocupaba la religión; donde el psicoanálisis tiene que hoy instalarse. Ningún “joven” tiene razones para levantarse en armas contra niños, jóvenes, maestros o “viejos”. El análisis acercará a cada quien en su momento —es decir, sin saltarse el momento de comprender, el tiempo lógico que se requiera— a ese misterio de la vida, en singular: lo que hará de formación necesaria, quizás incluso de causa material, para permitir salir del narcisismo solipsista que ahoga a muchos en un problema de su estatus en el mundo psi.
La aspiración es que además de las quejas de los “jóvenes” —y que se entienda que cuando no se quejan puede ser peor, nos resuena “era una persona tranquila, encerrada en sí misma”[xi]—, pueda demostrarse que los análisis de hoy contrarían esa banalización del psicoanálisis que apuntó Miller en la entrevista y que también existe en la feria psi. Sin duda, la apertura tiene que ser mutua, correspondiendo trabajar las demandas sintomatizadas, las resistencias y los prejuicios. En esa vía, anoto dos preguntas éticas, una con la que titulé la última clase del seminario que sostuvimos con Antonio Aguirre[xii]: ¿Por qué necesitamos de la institución analítica, si la institución analítica quizás no necesita de nosotros?; y, ¿por qué siempre es mejor ir a lo del analista que salir a matar al vecino, aunque “sólo” sea matarlo simbólicamente? Preguntas a ser sopesadas en el uno por uno, en el ámbito de la Escuela.
Y aún si la entrada ya no es por el pase, cabe destacar que no responde a los criterios de rapidez ni claridad, pero sí a una causa siempre joven y a una garantía esclarecida de la Escuela, en relación a un misterio vital operante que contraría en acto un “vivir sin tiempos muertos”, consigna utilitaria por excelencia, como precisa Miller. Con estos antecedentes, es especialmente a los jóvenes analizantes, cartelizantes, estudiantes y docentes, interesados y críticos del psicoanálisis a quienes invitamos a nuestras Jornadas de la NELcf: “La Escuela y la formación del analista” a realizarse este agosto, donde habrá de lo nuevo por escribirse, inéditas aperturas al diálogo e interpretaciones joviales para todas las edades. Porque enfrentamos problemas comunes que transformaremos en singulares cuestiones, y es allí donde nos corresponde apostar.
[i] Ella estuvo un tiempo en un cartel sobre el amor…
[ii] Entrevista recuperada por Gustavo Zapata, lo que sabemos gracias al agradecimiento de María Hortensia Cárdenas, AME, compiladora y editora de los “Seminarios en Caracas y Bogotá” (Paidós, 2015).
[iii] https://www.expreso.ec/guayaquil/estudiante-baleado-resistirse-robo-128453.html
[iv] https://fcpol.org/hechos-inaceptables-en-la-presentacion-de-un-libro/
[v] Como lo destaca Alicia Arenas en la Presentación de los “Seminarios en Caracas y Bogotá”.
[vi] Hago referencia al dilema de los tres prisioneros, como lo comentamos la semana pasada con un “joven” que se encontraba en Madrid y quiere colaborar, amablemente, con traducciones para la Biblioteca de la NEL.
[vii] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61516828
[viii] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61587173
[ix] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61614145
[x] Miller, J.-A., “Seminarios en Caracas y Bogotá”, Paidós, Buenos Aires, 2015.
[xi] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61614145
[xii] De próxima aparición en “El factor actual de la Ética Psicoanalítica”, publicación del CID y Cadáver Exquisito Ediciones, con colaboración de Uartes Ediciones.
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