Las olas de calor, como la que afectó al noroeste de los Estados Unidos durante julio de 2021, son mortales.
El número de víctimas humanas que se cobraron las temperaturas de récord que sufrieron las costas de Estados Unidos y Canadá fue enorme. Al menos 80 personas fallecieron en Estados Unidos debido al calor extremo, según publicó la BBC; en la Columbia Británica, la cifra superó las 400.
En 2022, parece que la temporada de olas de calor en el hemisferio norte se ha adelantado más de la cuenta. A mediados de mayo ya se han vivido episodios de intenso calor desde India y Pakistán hasta España.
Una montaña de investigación científica ha demostrado que el cambio climático está volviendo las olas de calor más largas, cálidas, probables y peligrosas, algo que también hemos podido vivir ya en España. Un estudio publicado en Nature Climate Change añade detalles adicionales y evalúa el coste humano de ese calor adicional: en junio de 2021, un equipo de unos 70 investigadores informó de que, en los 732 lugares de seis continentes que estudiaron, de media, el 37 por ciento de las muertes por calor podían vincularse directamente al cambio climático.
El estudio subraya la urgencia con la que necesitamos abordar el cambio climático antropogénico, señala Ana Vicedo Cabrera, autora principal del estudio y epidemióloga del cambio climático en la Universidad de Berna, Suiza. Junto a las olas de calor, el cambio climático aumenta todo tipo de fenómenos climatológicos extremos.
«El cambio climático no es algo del futuro: es algo del presente que ya afecta a nuestra salud de formas muy drásticas», dice. Las olas de calor extremas y mortales como la que ha afectado a Norteamérica son un presagio de lo que está por venir. «Podemos esperar que lo que hemos visto en el pasado —ese 37 por ciento— aumentará exponencialmente en el futuro».
¿El calor extremo es mortal?
El calor extremo mata a más personas en Estados Unidos que cualquier otro desastre natural. A nivel global, sus repercusiones son enormes. Durante olas de calor históricas —como la de 1995 en Chicago, la de 2003 en Europa o la de 2019 en Francia— pueden morir miles de personas y muchas más sufren consecuencias graves para la salud que pueden continuar mucho después de que desaparezca el calor, dice Camilo Mora, climatólogo de la Universidad de Hawái y autor de un estudio titulado «27 formas en las que puede matarte una ola de calor: El calor mortal en la era de cambio climático».
«Estos fenómenos pueden tener consecuencias a largo plazo, desde insuficiencia renal hasta daños en el cerebro o en el corazón», dice.
Estudios anteriores han vinculado olas de calor específicas relacionadas con el cambio climático que afectan a una ciudad a un mayor número de muertes. En la ola de calor de 2003 en Europa, por ejemplo, el cambio climático antropogénico aumentó el riesgo de morir un 70 por ciento en París. Este estudio expande este tipo de análisis a nivel internacional y estudia más de 700 lugares en todos los continentes habitados.
Los investigadores analizaron todas las muertes registradas que ocurrieron durante el verano, así como los datos de temperaturas de esos mismos lugares y momentos, para detectar todas las muertes que probablemente se debieran al calor extremo. Hay umbrales de temperatura a partir de los cuales las personas son mucho más propensas a morir, pero estos umbrales son diferentes en partes diferentes del mundo.
El equipo desarrolló una fórmula matemática que vinculaba las temperaturas más extremas —el calor que hacía por encima de la temperatura media agradable para esa ciudad o pueblo— al número de personas que podrían morir si hiciera ese calor. Este enfoque permitió que los investigadores averiguaran cuántas personas han muerto debido al calor extremo en cada lugar estudiado.
A continuación, emplearon un modelo climático para simular un mundo imaginario en el que el cambio climático antropogénico no hubiera ocurrido. Utilizaron esa fórmula para averiguar cuántas personas habrían muerto de calor extremo en ese universo alternativo teórico.
Las diferencias eran marcadas. El planeta se ha calentado casi 1 grado Celsius desde finales del siglo XIX y se prevé que se calentará la misma cantidad para finales de siglo si no nos esforzamos por eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin ese grado de calentamiento que ya ha ocurrido, las muertes relacionadas con el calor habrían representado poco menos de un uno por ciento de la mortalidad total en verano en todo el mundo, de media. Pero en su lugar, las muertes por calor representaban una media de más del 1,5 por ciento de todas las muertes en verano, casi un 60 por ciento más.
Si se extendiera a nivel mundial, esto se traduciría en más de 100 000 muertes al año que podrían atribuirse al cambio climático antropogénico, aunque Vicedo Cabrera advierte que se necesitan muchos más datos y análisis para llegar a una estimación mundial exacta.
Injusticia climática
El estudio descubrió que, de media, más de una de cada tres muertes por calor pueden atribuirse al cambio climático. Pero en algunos países sudamericanos, en Kuwait, Irán y en partes del Sudeste Asiático, el número de víctimas es mucho mayor: hasta el 77 por ciento en Ecuador o el 61 por ciento en Filipinas. La disparidad no solo surge porque estos lugares sean particularmente calurosos, sino porque suele haber menos acceso al aire acondicionado, a viviendas bien construidas que mejoren la distribución del calor y otros factores que pueden reducir la vulnerabilidad de las personas al calor.
Los patrones de vulnerabilidad que descubrió el estudio revelan una profunda desigualdad, dice Tarik Benmarhnia, experto en salud ambiental en la Universidad de California, San Diego.
«Pensemos en quiénes ha contribuido al cambio climático en el último siglo y quiénes sufren la mayoría de las consecuencias, y es evidente que no es justo. Hay una injusticia ambiental enorme en términos de quiénes sufren la mortalidad por calor causada por el cambio climático antropogénico».
Estados Unidos es responsable de aproximadamente el 25 por ciento de todas las emisiones que calientan el planeta que actualmente están en la atmósfera, mientras que Guatemala, por ejemplo, solo ha contribuido al 0,0002 por ciento. Pero más del 75 por ciento de las muertes por calor en ese país pueden vincularse al cambio climático.
En Estados Unidos, las repercusiones también son devastadoras: aproximadamente el 35 por ciento de las muertes por calor de Estados Unidos podrían atribuirse al cambio climático que ya ha ocurrido. Otras investigaciones han demostrado que no todos pagan este precio de forma equitativa: en muchas ciudades, las personas mayores negras tienen el doble de posibilidades de morir durante las olas de calor extremas que las personas mayores blancas.
«A nivel mundial, los efectos son desiguales. En Estados Unidos, los efectos son desiguales. A nivel de condado, ciudad y barrio, los efectos son desiguales», dice Benmarhnia.
Señales letales del cambio climático
Los científicos que están trabajando para determinar cuánto ha empeorado el cambio climático la ola de calor que afecta al noroeste de Estados Unidos y Canadá, pero es casi seguro que ha desempeñado un papel importante, dice Mora.
«¿Cuántas veces tenemos que demostrar que, cuando llueve, nos mojamos?», pregunta. «Durante décadas, nosotros los climatólogos hemos dado la voz de alarma sobre lo mucho que va a empeorar. Ya ha empeorado».
Aunque las emisiones de gases de efecto invernadero cesaran mañana, el planeta seguiría calentándose por encima del grado Celsius que ya se ha calentado. Esto haría que las olas de calor graves que vivimos en la actualidad fueran la norma, no el extremo. Pero cuánto empeorará el calor en el futuro depende de las medidas climáticas que tomemos hoy, dice Mora.
«Nuestras opciones para el futuro son más de esto o mucho más de esto. Podemos elegir entre lo malo o lo peor», dice.
Sea como fuere, ya es hora de empezar a ayudar a las personas del país a prepararse para el calor extremo, dice Kristie Ebi, experta en salud ambiental internacional en la Universidad de Washington. Algunas acciones pueden ser sencillas, como asegurarse de que las personas tengan acceso a ventiladores, aire acondicionado y sombra. Otras medidas, como averiguar cómo reforzar la red de suministro eléctrico para que resista los estreses adicionales impuestos por el exceso de calor, serán más complejas.
Pero el mensaje básico es simple, según Ebi: podemos elegir salvar vidas.
«El calor mata, pero no tiene por qué», dice.
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