El equilibrio o la estabilidad de una familia depende directamente de la estabilidad y equilibrio de sus miembros. De igual manera pasa con las sociedades. Su estabilidad y equilibrio dependerá de cuán estables son sus ciudadanos. Es por ahí donde vamos a iniciar este recorrido sobre ¿por qué somos como somos y qué deberíamos hacer para ser mejores?
Había planteado en un artículo anterior que somos un pueblo educado, pero con poca cultura pues la calidad de la educación, que nos debería ayudar a reflexionar, nos ha quedado debiendo. En este sentido la cultura también se conecta con la ética y la moral, mediante el proceso reflexivo de los individuos educados.
Para Immanuel Kant, éticas es “el resultado lógico de su creencia en la libertad fundamental del individuo” (Crítica de la razón práctica, 1788) y que “la razón es la autoridad última de la moral”, (Metafísica de la ética, 1797). Por otro lado, Fernando Savater (Ética para Amador, 1991), considera que la moral es “el conjunto de comportamientos y normas que las personas aceptan como válidas” y la ética es, “la reflexión sobre por qué consideramos válidos esos comportamientos”. Según el Diccionario de Oxford Language, ética es “la disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano.” Si tomamos algunos conceptos de las definiciones expuestas me quedo con: pensamiento lógico, libertad, la razón, comportamiento, normas válidas, el bien y el mal.
Si el individuo es educado y con cultura será libre de tomar decisiones razonadas fruto de su proceso lógico y reflexivo que le determina lo que es bueno y lo que es malo. Por tanto, la persona para ejercer su libertad debe pensar varias veces lo que tiene que hacer y echar mano a decisiones o soluciones que nos estaban en la galera, pues son de su propia creatividad, del que sabe pensar, del que reflexiona sobre lo mejor opción de comportamiento (para él y para la sociedad). Así, el conocerse a sí mismo y el entorno en el que se desenvuelve, le genera la libertad de decisión.
Para comprender un poco mejor lo que intento decir, usaremos como ejemplo los procesos electorales de mi querido país. Los ecuatorianos tenemos la libertad de elegir a quien nos represente, haciendo uso de la competencia para tomar decisiones razonadas sobre la mejor opción para nosotros y para la sociedad. Pero, al parecer resulta que el ejercicio de libertad de elegir generó una opción buena para algunos, para los aprovechados y no para todos. ¿Qué salió mal? No sé, creo que la reflexión para escoger la mejor opción para todos. Savater decía “no habrá más remedio, para los hombres y no borregos (con perdón de los borregos), que pensar dos veces lo que hacemos”[1].
La libertad de comportamiento para hacer lo que tiene que hacer cada persona, tiene algunas motivaciones a saber. Disposiciones, tradiciones, costumbres o conveniencia. Las tres primeras son exógenas y la cuarta es endógena, es de la persona. Cada uno decide, elige sin dejarse llevar por disposiciones, tradiciones o costumbres ni caprichos, sino más bien por el movimiento de la conciencia que le empuja a lo que considera bueno en términos filosóficos (respeto a la norma vigente), religiosos (por amor al Dios de cada uno), humanísticos (por bienestar propio) y políticos (por que la sociedad lo requiere). El aprendizaje de como emplear bien la libertad de escoger lo que nos conviene, lo que preferimos hacer, en lugar de hacer otra cosa, algo así como el costo de oportunidad, se acumula y alimenta a la cultura, con comportamientos válidos aceptados por la sociedad. El resultado en el tiempo es, adquirir una forma de vivir adecuada, de saber vivir en comunidad.
Esa forma de aprendizaje de los humanos, a diferencia de otras especies, requiere de otros, se alimenta de las vivencias, de las reflexiones grupales, de la comunicación entre pares. Es que al inicio de nuestra vida somos seres humanos indefensos y nos toma tiempo aprender a expresarnos, a comunicarnos, a vivir, el arte de vivir adecuadamente. Las relaciones humanas son necesarias para alimentar el arte de vivir, desde lo biológico y lo cultural, utilizando las herramientas de comunicación disponibles. En ese periplo adaptamos una cultura, reflexionando sobre ella para aprender y para mejorarla, para hacerla más humana, con un trato recíproco, el trato que consolida y hace nuestra esa cultura.
Esto es lo que nos está faltando como sociedad democrática en construcción, tratarnos como personas, comprendiendo lo que quieren y lo que necesitan esas personas, un trato similar para todos sin aprovecharse de ninguna de ellas. ¿Hemos perdido la cultura? Hoy por hoy los ecuatorianos se sirven de los seres humanos, no se guían por la razón o por lo razonable, se guían por su solo interés, su sola conveniencia. Apetecen para sí todo, sin importarles lo que los demás desean, requieren o necesitan. Una apatía inmensa.
Hay que aprender, hay que acumular conocimiento y cultura. La educación es la base de la cultura, de forma equilibrada entre el conocimiento y la moral y la ética. Al recuperar la cultura se descartarán esos comportamientos no apropiados, buenos para los negocios, pero perfectos cretinos para las cuestiones éticas. El resultado lógico hace que impere la injusticia, la desconfianza, la deshonestidad, la corrupción.
Parecería que sufrimos de disonancia cognitiva (inconsistencia entre creencias, actitudes y conducta) pues no existe coherencia en el comportamiento y en las actuaciones de los políticos, de los funcionarios públicos, de los empresarios deshonestos, en fin, de todos. Para el psicólogo León Festinger, “el displacer de la disonancia cognitiva puede inclusive llegar al autoengaño, forzando al externo de aceptar la mentira como una verdad”. Creo que hemos llegado a ese estado para autoengañarnos.
Recuperemos el buen oído de la conciencia, el buen gusto ético, las papilas de la moral, el olfato de la razón, la condición física de la reflexión, la visión del alcance global, el bálsamo que suaviza las cicatrices de las penas, el antídoto de la tristeza, la vitamina de la alegría, del placer, del vivir bien. La concentración en recuperar lo perdido nos devolverá la cultura, la ética de hacer lo que es bueno y no lo que es malo.
¿Cómo hacerlo? Primero hay que reconocer que es un proceso de largo aliento, que tomará su buen tiempo, con caídas y tropiezos, con obstruccionismo político, con amenazas de quienes perderían sus prebendas, pero al mismo tiempo, convencidos de que nos levantaremos con mayor convicción de nuestra cultura de bien, de vivir bien, de vivir en comunidad.
Los principios fundamentales serán:
Estratégicamente empezamos con el trato entre seres humanos, recíproco y respetuoso, y por ello queremos:
1.- Vivir bien, humanamente bien;
2-. Hacer del trato entre personas una obra completa con empatía y compasión;
3.- Tener motivación y contagiar;
4.- Fomentar la ética y la moral, como opciones de libertad;
5.- Evitar a toda costa la simplificación de la libertad, asumir las consecuencias de su ejercicio;
6.- Reflexionar sobre el comportamiento propio y el de la sociedad;
7.- Dar buen ejemplo, como la mejor estrategia para construir y reconstruir la confianza necesaria; y,
8.- Apropiarnos de la responsabilidad, el saber que cada uno de los actos nos va definiendo, nos va inventando, como sociedad con cultura propia, con corresponsabilidad.
Savater decía, “lo más probable es que los políticos se nos parezcan mucho a quienes les votamos, quizá incluso demasiado”[2]. Condenemos la viveza criolla que nos ha llevado a límite de que, seamos tachados como pendejos por los descarados que se consideran sumamente sagaces cuando sacan provecho de la buena intención de los demás y hasta de sus desventuras. Aprendamos a vivir bien, es todo un arte vivir bien.
[1] / Savater, Fernando. 1991. Ética para Amador, Planeta, 20va edición, pág. 37
[2] / Ibid. Pág 97.
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