“No creo que a nadie le gustaría que se le recuerde solo”
Juan Tibanlombo, 2021
La cita previa y su reseña
Hace casi dos meses mi querido amigo Juan Tibanlombo escribió, -sirviéndose de Borges del mejor modo-, un bello texto recordando a Antonio Aguirre Fuentes[i]. Esas líneas sentidas las recibí el día siguiente de mi pérdida, de nuestra terrible pérdida; y, testimoniaban lo que puede ser un verdadero encuentro: conoció a Antonio en los años en que tuvo la suerte de vivir en Guayaquil. Una expresión inédita a mis oídos, tener la suerte de vivir en Guayaquil. Asistió a su Seminario. Me confió, en ocasiones, que eso le salvó la vida.
Años después, repitió Guayaquil. Lo invité para un conversatorio en el 2019 en torno a lo imposible de gobernar[ii], aceptó con sorpresa y gratitud. Fue un panel de lujo con Antonio Aguirre, Juan Tibanlombo, Marena Briones y Santiago Roldós. Siempre trabajando, aprovechó para entrevistar en el consultorio a Antonio desde “Dialoguemos” y disfrutó del jardín. Resultó que teníamos ese gusto compartido: se interesó en mi naranjo chino, le confesé que sembré cada planta (menos la mata de verde, que se multiplica sola y ya estaba). Nos (re)encontramos en la Universidad Católica, transmitió en vivo este Conversatorio de la Federación Americana de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana. Lo reseñé para Dialoguemos[iii].
En el mismo lugar… y al fondo de las cosas
En el evento, Juan hizo un recuento de los estragos de un populismo reciente en nuestro país; siendo que, este gobierno inició como algunos otros de la región, con un violento y apurado cambio constitucional: autorizado por una voz que se propone como la del pueblo. Para él, la fuerza de la seducción está del lado del líder y de la masa que se deja seducir; aunque, también nos hizo escuchar la voz de un ex –asesor comunicacional de presidente, diciendo: “Correa, fue mi producto”.
Podemos decir que, a partir de allí, Juan destacó la construcción del pueblo y su deconstrucción, cuando el ascenso al poder significa sacudirse de eso múltiple con que se elevó, para que gobierne lo Uno: El Uno sólo; y, es que en efecto, Juan nos habló de la soledad del poder. Estos métodos perversos de división social incesante contrarían el lazo social, produciendo un “biosocialismo”; empujado por un obsceno y feroz todoloquería; hasta precisar las coordenadas del aplacamiento inédito del malestar generalizado del 2015 con la traída del Papa… Finalmente, registró la salida del mando de ese presidente en la prensa, con sus palabras: “Ya no podía más…” (24-05-2017).
La investigación de Juan cuenta con la rigurosidad de un periodista crítico, que está en el lugar de los hechos. Un asunto que aún lo causa es la función de los intelectuales orgánicos y el aparato de propaganda, en los tiempos del régimen populista.
A continuación del conversatorio cenamos con él y con Carlos Tutivén en una “Pepa de Oro” renovada. Lo cierto es que él entonces volvió a sentirse admirado por “su don de la palabra, por su innata tarea de enseñar, de transmitir conocimientos, bastante fiel a la oralidad. Sin pose alguna de los llamados intelectuales…”. Gran parte de lo que escribió de mi esposo se aplica a él mismo y lo confirmo con lo que escribió el gringo Mantilla: “Con mucho dolor debemos comunicar que nuestro amigo, Juanito Tibanlombo Salazar, un gran periodista, ser humano, sencillo, leal y franco, Editor General de Dialoguemos.ec, acaba de fallecer…”.
Juan escribía, quizás haya tenido algún manuscrito inédito aún por allí… Se podría buscar un poco. Lo cierto es que existe El Demonio de Laplace. En la contraportada él se presenta como reportero y editor, criado con el olor del papel y el sonido de los teclados. Pero precisa que es la reportería la que lo acerca a la escritura, la pasión por contar historias. Se trata de una historia de amor, sobre la que destaca con su humor oscuro que allí donde se cree que siempre es posible salir cuando se toca fondo, es también posible llegar más al fondo. Juan Tibanlombo era un tipo que sabía llegar al fondo de las cosas, de profesión.
Opere citato, los olvidos y lo inolvidable.
Como parte de un digno duelo, puedo decir lo que Juan Tibanlombo fue para nosotros y para mí. Para Antonio Aguirre fue quien acogió cada texto que escribía, sin importar la extensión (esa sería la ventaja de lo digital, lo que se desmiente a cada paso con el argumento del gusto de la gente). También lo interrogaba, distintas periodistas le escribían en su nombre para saber cómo él entendía las situaciones sociales, violentistas, terroristas, políticas, urgencias… Las que dejaban sin referente y donde había que crear precedente. Eso está publicado en “Dialoguemos. La academia en la Comunidad”, en Antonio Aguirre F.
Conmigo era un asunto de escritura. Era lo que llaman un “lector ideal”, yo no escribía para Dialoguemos por él, yo escribía por él para Dialoguemos. Quizás las dos cosas. He perdido un amigo, un interlocutor. Le escribía de imprevisto. Sobre el último texto enviado, al rato le escribí por whattsapp: “Escandalosamente, me olvidé de alguien!!!”, el inconsciente palpita en los olvidos. Su respuesta: “Deme unos minutos, por favor, estoy despertando al administrador de la web”. Era un sábado y la hora nunca fue un problema. Nos escribíamos poco, pero en serio. Él, tengo sueños absolutamente reales…; yo, no tarde mucho en atenderse.
Hay personas más autorizadas que yo para hacer un homenaje a la trayectoria de Juan Tibanlombo, porque él trabajó en diario “Hoy” hasta que el día en que lo cerró un gobierno totalitarista y acosador; era de combate, entrevistó a la “Mama Lucha” en el Hospital Militar y fue corrido de Putumayo por las FARC. Generaciones de periodistas se formaron con él en el día a día: proyectó a algunos y fue un Otro que atestiguó sereno el momento inédito en que firmaron por primera vez con nombre propio sus notas periodísticas. A una le habría dicho: “esta profesión es un amor inequívoco, que nunca se le olvide”.
Una última edición
Esta tarde de domingo puedo decir que él era para mí alguien que me hizo escribir… hasta el día de hoy. Lo extraño es que este texto ya no se lo enviaré a él, que no le dije esta mañana o ayer: “Voy a escribir”, sabiendo que Juan tomaría nota de aquello y no me dejaría pasar, fácilmente, esa promesa. Me hubiera gustado ser más borgeana como él o Antonio, pero ellos aseguraban que yo tenía mi propia pluma.
Siendo la editora de mi propia vida, doy fe de una palabra que se me impuso esta mañana: “Ibídem, íbid”. Le referí este latinismo a mi hija, a propósito de otra cosa. Pero, lo que capto que se repite es el “Juanito” cariñoso con el que varios amigos y ex -colegas se han referido a Juan Tibanlombo, y el modo en que la madre de mi esposo Juan Antonio lo llamaba en vida, mi suegra. El dolor por esta serie de pérdidas brutales por abruptas, no se puede apocar con un diminutivo cándido. Restablezco aquí la dignidad del Juan Tibanlombo Salazar y la elección del “Antonio”, por parte de mi esposo y psicoanalista de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Son nombres propios que cada uno supo conquistar en el difícil mundo político y social que les tocó vivir. Con l(ibid)o… voy recuperando letras y un soplo de vida, para darle cuerpo a un texto para una Comunidad y un Campo.
Cumplo de ese modo su deseo de que no se le recuerde solo, querido amigo.
[i] Antonio Aguirre Fuentes | Dialoguemos
[ii] Subjetividades contemporáneas: Populismos y psicología de las masas, hoy | Dialoguemos
[iii] Una reseña para relanzar la Conversación sobre “Psicología de las Masas…”, de Freud. O, de jueves a jueves… | Dialoguemos
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