El reciente libro del académico, investigador y crítico cinematográfico, Christian León, El oficio de la mirada: la crítica y sus dilemas en la era poscine (Universidad Andina Simón Bolívar Ecuador y Editorial El Conejo, 2021), es un valioso aporte a los estudios sobre el cine mundial y el ecuatoriano.
El libro, en sus más de 400 páginas, es, desde ya, un libro fundamental porque no solo recoge el trabajo de largos años de León como crítico, sino también porque quiere establecer unos criterios de lo que podría ser la crítica cinematográfica precisamente en el contexto que el autor pone la mirada: la era del poscine
La crítica cinematográfica, como sucede con la de las otras artes, es importante tanto más porque permite el diálogo de los apasionados con la obra vista. Muchos pensarán que para ir a ver una película basta con dicho acto; y en verdad esto sucede a menudo, pues el común de los que ven filmes lo hacen para entretenerse o pasar el tiempo. Sin embargo, sucede que hasta el más neófito se ha topado con obras que les ponen en algún cuestionamiento o han acudido al cine o a las actuales plataformas streaming porque un amigo o amiga les ha recomendado la visión de tal o cual película e incluso serie. Sea cual fuere el caso, repentinamente en alguna conversación sale ya el nombre de la película o su tema. De pronto lo que parecía un simple filme cobra algún sentido cuando existe un interlocutor más acusioso.
De eso se trata también la crítica cinematográfica: de desdoblar sentidos, si nos atenemos a Roland Barthes en Crítica y verdad (1966). El autor de El oficio de la mirada: la crítica y sus dilemas en la era poscine, Christian León, justamente lo cita para dar cuenta que el arte del crítico cinematográfico es algo más que el mero ir al cine, es decir, implica ser enlace y a la vez motivador para que el desdoblaje del sentido de una obra aparezca con nitidez en el común de los apasionados del cine. El trabajo del crítico es claramente un acto creativo, de argumentación y también de enamoramiento con lo que pretende decir, guste o disguste el tema que plantee una película. Si quisiéramos decir, por otro lado, que la crítica es producto del mundo del conocimiento erudito, habría que afirmar además que más allá de lo académico, en realidad la crítica cinematográfica se ha forjado en el seno del periodismo desde que apareció también la industria cinematográfica. De este modo, el acto de desdoblar los sentidos de los filmes siempre ha sido un reto para hacer que los públicos logren esa pasión; en otras palabras, pasen de la simple expectación a interesarse no solo de asuntos de cualquier índole, a la par del universo de las imágenes en movimiento.
El oficio de la mirada: la crítica y sus dilemas en la era poscine es así un libro que recoge más de 30 años de trabajo intentando formar conciencia cinematográfica en los públicos, de invitarles a pasar del acto de ver, al de admirar. León lo explica en su “Introducción. Ver, interpretar, escribir: la función de la crítica en los confines de la era del cine”. Allá establece su poética, nos habla de sus autores de referencia con los que ha ido dialogando a lo largo de su carrera, nos plantea sus conceptos y lo que considera el eje del trabajo de la crítica: establecer una voz y un punto de vista, tender a crear sentidos yendo más allá de lo que las obras cinematográficas exponen. Y esto, porque el cine es polisémico; en otras palabras, la mejor obra, cualquiera sea su campo –arte, literatura, etc.–, es abierta como nos diría Umberto Eco en Obra abierta (1962): ¿Quién no se ha “apropiado” del argumento de una película, lo ha vivido, lo ha recreado, lo sigue recordando e incluso va encontrando nuevos sentidos? Es lo que el propio Barthes señala como la “significancia” en su memorable estudio “El tercer sentido” (1970), o sea, ir más allá de lo obvio para compenetrarse en los significados “otros” que en realidad dan el valor al filme.
El libro de León, por lo tanto, es una ventana a su pensamiento: nos señala cómo se aproxima al cine con las herramientas del criterio que ha ido formándose poco a poco; nos abre senderos para reflexionar las películas siempre desde perspectivas renovadoras; se constituye en una guía que motiva a emplazar las obras cinematográficas con juicios siempre interesantes. Es el trabajo del crítico que, si bien interroga a los filmes, sobre todo tiende puentes a los lectores, a quienes intentan formarse en el cine o con los que quieren seguir profundizando sobre sus asuntos. En principio lo que está en El oficio de la mirada: la crítica y sus dilemas en la era poscine son artículos aparecidos en diversos periódicos y revistas ecuatorianas; la finalidad de estos tenía más el sentido divulgativo, crítico y formador; cuando se los lee en conjunto en un libro como el que comento, vemos de cierta manera, además, un horizonte de pensamiento de sugerentes aristas. De eso se trata ahora este libro: auspiciado ahora por la academia, expone lo que algunos han sugerido, que la crítica cinematográfica aparte de motivar al cine a los públicos, forma campo, en el entendido –como diría Pierre Bourdieu en Cuestiones de sociología (1984)– que este es un espacio de reflexiones, conceptos, ideas, posturas, etc.
León, en efecto, aporta al campo del cine. Y lo hace también haciendo una especie de canon, incluyendo sus tensiones. Desde ya hay que advertir que si el crítico se acerca al cine es también haciendo una selección. De este modo, en El oficio de la mirada: la crítica y sus dilemas en la era poscine hay siete apartados: los “Clásicos y modernos”, las “Convenciones y las mixturas”, el “Cine independiente”, “El nuevo canon”, “Cine latinoamericano”, “Cine ecuatoriano” y “Temas”. El criterio de orden no es por año de publicación de las notas críticas sino, más bien, de selecciones, de agrupamientos, de gustos y de ejes, en este último contexto, los que hasta el lector más lego podría considerar para tener una idea para interesarse o formarse en el cine.
Por ejemplo, entre los “Clásicos y modernos”, están citados obras del español Juan Antonio Bardem, el norteamericano Orson Welles, el chileno Miguel Littín, el boliviano Jorge Sanjinés, el japonés Yazujiro Ozu e incluso el francés Jean-Luc Godard, entre otros. Sí, allá hay un canon de cineastas-autores fundamentales, independientes de su nacionalidad, y que nos hacen pensar en el cine como un dispositivo universal, como un arte mayor. Frente a ese canon, habría otro, “El nuevo canon”, con cineastas como el canadiense David Cronenberg, el hongkonés Wong Kar-wai, el iraní Abbas Kiarostami, sin descontar al tailandés Apichatpong Weerasethakul, entre otros. Nótese que León ya nos está incitando a seguir a estos y otros cineastas con más detenimiento o atención; nos está señalando que la crítica cinematográfica tiene una función, la de establecer un horizonte en el que figure lo que se tendría que ver como primordiales –fuera de lo banal–, incluidas las cinematografías como la latinoamericana y la ecuatoriana. Pero no solo eso, además está la cuestión de las temáticas; en realidad son estas, sus tratamientos, las miradas que sobre estas tienen los cineastas lo que importa del trabajo crítico. La virtud, entonces, del libro de León, El oficio de la mirada: la crítica y sus dilemas en la era poscine, es eso: más allá de los cánones, hacernos caer en cuenta que el cine dice otra cosa de las realidades que vivimos, que el cine gracias al trabajo crítico inquiere al sentido común, que el cine, apelando a lo sensible, incita a que agucemos nuestra atención a los hechos o fenómenos que muchas veces pasamos por alto. Si no habría el oficio de la mirada el mundo sería plano; lo que los críticos hacen es más bien movernos el piso, aunque sea mínimamente, y esa es su importancia cultural.
Algo más: decía, en honor al subtítulo del libro, que León nos hace situarnos en la era del poscine. En el siglo pasado aún estábamos seguros del cine como factura analógica, como industria que ocupaba espacios; nuestra costumbre era ir a las grandes salas de cine. Lo que analiza León son películas que ya empezaron a realizarse con tecnologías digitales, donde se prescinden de las monumentales construcciones y se ajustan a las determinaciones efectistas del mundo de las computadoras. Nuestro más reciente horizonte es el streaming, un cine sin salas, con visionamientos fragmentados, con pantallas de diverso tipo, hasta incluso portátiles, con innovaciones tecnológicas, con temáticas distintas, actores desconocidos, etc. En este nuevo mundo, ¿el oficio del crítico variará? Con León digamos que no, porque el oficio de la mirada dependerá de los nuevos aprendizajes con las tecnologías emergentes y, como tal, con las nuevas cinematografías.
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