Probablemente no se habrá enterado, pero Google ha decidido que ya no será un agente neutro que dé información a sus usuarios, sino que ha optado por comportarse como un activista político, ya que quienes cuestionen la verdad ‘oficial’ sobre el calentamiento climático no podrán monetizar sus canales.
Y claro, que será Google (¿basado en qué?) quien se pondrá a juzgar qué se puede decir sobre el calentamiento climático sin ser sancionado y qué no. Usted no podrá ver el contenido en igualdad de condiciones, y juzgar por usted mismo la validez de los distintos argumentos.
Más aún, en Google han decidido que Google maps le enviará por el camino “que menos contamine” (quiera esto decir lo que quiera decir) y no por el camino más corto.
En ambos casos, los responsables de Google creen que usted “elige mal” cuando decide que quiere invertir menos tiempo en llegar a su destino, y ellos se esforzarán en que “elija bien” haciéndole contaminar menos. Valore usted más su tiempo o no.
O que “elige mal” cuando decide dar sus opiniones sobre el calentamiento climático que no son las oficiales.
Tan es así que el IPCC (Intergubernamental Panel on Climate Change), que se presenta como ‘científico’ pero que es un organismo político de las Naciones Unidas, ha sido consultado y ha apoyado esta propuesta.
O sea, que sobre un asunto supuestamente científico, donde lo que se debe valorar precisamente es la capacidad de argumentar, se está estableciendo una ‘verdad oficial’ y dificultando que se discrepe de ella en público.
Es aterradora la arrogancia de quienes quieren imponer estas medidas, y peor la de quienes las aplauden.
La defensa de la libertad de expresión no es para que se pueda decir solo lo ‘correcto’ (sea objetivamente correcto o políticamente correcto), sino precisamente para que se pueda expresar lo ‘incorrecto’. Porque si no es así, no hay libertad de expresión en absoluto.
Jhon Stuart Mill, el economista y filósofo inglés lo expresó muy enfáticamente en su libro ‘Sobre la libertad’ de 1859, cuando insistía en que: “negarse a oír una opinión, porque se está seguro de que es falsa, equivale a afirmar que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad”.
“No es el sentirse seguro de una doctrina (sea cual sea) lo que llamo yo una presunción de infalibilidad. Esta consiste en tratar de decidir la cuestión para los demás, sin permitirles oír lo que pueda alegarse por la parte contraria”.
Y exactamente esto es lo que están haciendo Google, Youtube, y tantos que en nombre de la ‘ciencia’ aplauden que aquellos que discrepan (discrepamos) de la versión (que no es ni mucho menos claro ni unánime entre los científicos) de que el calentamiento climático es un fenómeno antropogénico y catastrófico para la humanidad, no tendremos los mismos derechos que aquellos que coinciden con la posición de los gobiernos, los ecologistas, los ‘activistas’, las Naciones Unidas y también las grandes empresas, como Google (una extraña combinación de tantos poderes unidos que se autoconsideran ‘contrapoderes’).
Los mismos argumentos que empleaba Mill hace más de siglo y medio para criticar la censura de los dogmas religiosos, son los que se pueden emplear para criticar la censura de los nuevos dogmas, ahora basados en la ‘ciencia‘, en realidad en el cientificismo.
Y por eso aún más peligrosos, pues esgrimen la ‘razón’ para validar una única verdad, cuando si algo nos demuestran la ciencia y la razón es que hay que argumentar para conocer mejor la realidad.
Articulo publicado originalmente en Primicias.
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