Que la gimnasta estadounidense Simone Biles se haya retirado en medio de una prueba olímpica en Tokio es una poderosa declaración de intenciones. Improvisada, pero poderosísima a la hora de hablar de salud mental. Porque en una sociedad acelerada, hiperracional y supeditada a la productividad y al éxito, que Simone haya decidido parar en un momento cumbre de su carrera para priorizar su bienestar emocional lanza al mundo un mensaje necesario: la salud es lo primero. Y la salud mental, también. Una renuncia que ella misma se ha encargado de explicar con la honestidad y claridad que necesitamos.
“Cuando entro en el tapiz somos mi cabeza y yo. Trato con los demonios que hay en mi cabeza. Después de la actuación que hice, no quería seguir. Tengo que centrarme en mi salud mental. Creo que la salud mental está más presente en el deporte ahora mismo. Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos”, afirmó Biles en la rueda de prensa posterior en la que explicó los motivos de su retirada (tras una primera versión oficial de su equipo en la que se justificaba su abandono del tapiz por una posible lesión física). “No estoy lesionada. Simplemente tengo una pequeña herida en mi orgullo”, explicó después. “Ya no confío tanto en mí misma. Tal vez sea por hacerme mayor. Hubo un par de días en los que todo el mundo te tuiteaba y sentías el peso del mundo. No somos sólo atletas. Somos personas y a veces hay que dar un paso atrás. No quería salir y hacer algo estúpido y salir lesionada. Creo que el hecho de que muchos atletas hablen ha sido de gran ayuda. Es algo muy grande, son los Juegos Olímpicos, pero al final del día no queremos que nos saquen de allí en camilla”, afirmó la deportista de 24 años, condecorada con cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 2016.
Sin duda, Biles tiene una historia de fortaleza y superación a sus espaldas -fue adoptada por su abuelo y la mujer de este ya que sus padres biológicos no pudieron hacerse cargo de ella y sus tres hermanos por problemas de adicción- y lo ha demostrado siempre a lo largo de su carrera y en sus apariciones públicas. En 2018 escribió una carta abierta en la que confirmaba que ella también había sido víctima Larry Nasar, ex-médico de su equipo olímpico, condenado por abusos sexuales a 140 pacientes.
Ahora Simone ha decidido parar. Parar para autocuidarse. Dar un paso atrás -cuando estás a punto de ganar- para cuidar la salud mental. Hablar en público (sin tapujos) de ello. Dar un ejemplo al mundo, romper tabúes y estigmas, porque si ella habla, los demás también. Y eso cierra el círculo y nos ayuda a entender que la salud mental es salud y que hablar de ello en público de la misma forma que hablamos de otras enfermedades físicas nos ayuda a normalizar, a saber que no estamos solos, a empatizar, a pedir ayuda. Todos somos Simone Biles. Todos podemos tener la necesidad de parar cuando las cosas no van bien. Porque la vida es eso: altos y bajos, alegrías y tristezas, fortaleza y debilidad.
“Todos en algún momento de nuestra vida podemos sentir síntomas de ansiedad o depresión, o padecer trastornos de salud mental porque el malestar humano es común a todos nosotros. Si yo he oído a otras personas que han compartido su malestar de manera sincera y honesta y que además han podido continuar con sus vidas, de alguna manera sé que ‘yo también puedo’ y que no soy la única”, explicaba la psicóloga Amanda Celis cuando hablamos con ella sobre la importancia de hablar en público de salud mental a raíz de las declaraciones de otra deportista, Naomi Osaka, que decidió no comparecer en las ruedas de prensa de Roland Garros en pos de su salud mental.
“Las emociones agradables y desagradables forman parte de la vida. Desde temprana edad tenemos que aprender a identificarlas, expresarlas y tratar de gestionarlas de manera saludable para mí y para los demás. Compartir nuestros sentimientos y emociones nos ayudará a gestionarlos y regularlos mejor”, añadía al respecto la psiquiatra Ana Gómez de Escauriaza.
Nos dijeron (y nos decimos) que llegamos a todo. A Simone puede que también. Y no, no siempre es verdad y no pasa nada por reconocerlo. Al contrario. Nos hacemos un favor a nosotros y se lo hacemos a la humanidad cuando echamos el freno y hablamos de ello. No somos superhéroes en busca de la perfección sino seres humanos con el compromiso de querernos y de intentar ser felices. “Lo primero de todo es saber que la aceptación de nuestras limitaciones es síntoma de salud mental. Aceptar que se puede con todo es falso, siempre irá en detrimento de algo”, afirmaba la psicóloga Ibana Hijosa Sola cuando hablamos con ella sobre los peligros que tiene creer que siempre podemos llegar a todo. “Es importante cambiar esos pensamientos autoexigentes e irreales por otros más ajustados que se acerquen a nuestras capacidades y posibilidades”, añadía Sara Noheda. Porque si no paramos cuando lo necesitamos, caemos.
Querida Simone, GRACIAS por gritar al mundo la importancia de priorizar nuestra salud mental. Eso también es signo de fortaleza. GRACIAS por verbalizarlo de una forma tan clara y por predicar con tu ejemplo. Es un gesto honesto, valiente y más necesario que nunca. Porque la salud mental es salud y palabras como las tuyas nos ayudan a entenderlo. Es otra forma de hacer historia.
Texto original publicado en la Revista VOGUE
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