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La literatura es una necesidad, no un accesorio

Elsa María Cortés Rada
Universidad Católica de Santiago de Guayaquil
martes, agosto 24, 2021
Si bien lo que estamos viviendo nos ha empujado hacia la digitalidad, también ha despertado en muchos, la necesidad de desconectarse y como parte de ello recurrir a los libros físicos, en un lugar cómodo y sin distracciones. Después de todo, desintoxicarse de la pantalla es necesaria para nuestro cuerpo
Tiempo de lectura: 5 minutos

Desde el apogeo del libro electrónico, se auguraba la desaparición progresiva e inevitable de los libros de papel. A pesar de que los índices de lectura desde aparatos electrónicos han crecido, el libro-objeto mantiene su espacio en la industria editorial. Más allá de su contenido, que indudablemente puede ser digitalizado sin mayores estragos, el libro de papel es una experiencia entera que no parecemos estar dispuestos a abandonar por el swipe o la practicidad de llevar una biblioteca entera en una tablet: el encanto de las portadas, el cambiar la página de un lado a otro o su olor particular son solo algunas de las características que lo hacen único.

Aunque el desarrollo de lo digital nos ha proporcionado más formas y espacios para leer, mientras el confinamiento de la pandemia aumentó nuestra exposición a las pantallas e influyó en el decrecimiento de las ventas de libros físicos, las librerías no tardaron en adaptarse: si antes el negocio se centraba en la visita a la tienda y se circunscribía a una sola zona, ahora comenzaron a utilizar las bondades de la Internet para darse a conocer ofreciendo el servicio de delivery. Nunca antes se me había ocurrido pedir a la librería Rayela, en Quito, libros. Pero con los descuentos y la variedad que tenían, difícil resistir.

Si bien lo que estamos viviendo nos ha empujado hacia la digitalidad, también ha despertado en muchos, la necesidad de desconectarse y como parte de ello recurrir a los libros físicos, en un lugar cómodo y sin distracciones. Después de todo, desintoxicarse de la pantalla es necesaria para nuestro cuerpo: los ojos, la espalda y la mente lo agradecen.

El libro abole la falsa división entre migrantes y nativos digitales: nada es más potente que los afectos que suscita, ya sea porque se leen en compañía o porque se vuelven compañía. Sean virtuales o físicos, lo que importa realmente es que la literatura no desaparezca. Si en nuestra casa no hay libros, no frecuentamos una biblioteca o una librería, donde se tiene la infinita posibilidad de escoger de entre varias opciones, el título o autor que más nos llamó la atención, tanto el libro físico como el digital pierden: quien no lee en físico, probablemente no leerá en digital.

Por ello, no importa si se lee en el libro de papel o en el digital, lo importante es que se lea: por ello se han realizado diversos ejercicios exploratorios en cuanto a una escritura digital donde las nociones literarias que parecían inamovibles, se desdibujan, como por ejemplo, la autoría. Dentro del mundo digital se puede apostar mucho más por la creación colectiva y la co-creación. y eso se ha fortalecido en muchos espacios: la posibilidad de convertir un hilo de Twitter en una novela o la idea de tener formatos cruzados le permite escoger al lector los hipervínculos e ir modificando la historia.

La mayor diferencia entre la literatura digital y la física no es la historia que se cuenta. Con lo digital tenemos la posibilidad de otro tipo de lenguajes y un papel más activo por parte del lector, mientras que en la lectura física, si bien permite un lector activo, porque el Boom literario nos obligó a ser lectores interactivos al tratar de comprender cinco tiempos y 4 personajes diferentes cada uno desde su propia habla, el ejercicio estaba limitado por la corporeidad del texto. Si bien en Rayuela, Julio Cortázar nos pudo haber dicho lean este libro como tú quieras y al final indicaba de qué página saltaba, en lo digital hay una estructura en la que se pueden tener videos, audios de los personajes e hipervínculos que permiten una verdadera navegación libre por la ficción, limitada únicamente por la cantidad de recursos creados, el ancho de banda y las posibles interrupciones del computador: se debe hacer un buen trabajo para que un lector se sumerja en la lectura y evite las distracciones.

Para la formación y la posibilidad de que existan hábitos de lectura, más allá del formato que tengan los libros lo importante es el momento en el que el libro llegue. Si la madre, el padre, el tío, el cuidador o cualquier persona que está junto al niño arma un momento dentro de su vida y le dedican una hora al día, se formará un lazo por la lectura, que no viene netamente de su contenido, sino del hecho de que dos personas se dan el tiempo para hacer una actividad juntos y la lectura simplemente los fortalece, porque pueden hablar de los personajes y ese libro los llevara a otros.

Pero ¿y qué pasa con el ambiente? En primera instancia parecería que los libros electrónicos pueden contribuir al ambiente porque ocupan espacio en un dispositivo, porque ahorré y no se cortaron kilos de papel.  Esa es la parte real, pero para tener un concepto más claro sobre lo que implica la sostenibilidad habría que ver qué pasa después. Dentro de 1 000 años, los libros de una biblioteca posiblemente se desintegran y la mayoría de ellos, excepto las partes con componentes plásticos vuelven a la tierra, pero ¿qué pasa con una tablet?, ¿qué hacemos con ese desecho tan particular que no puede simplemente botarlo a la basura? Hablamos de un componente que debería ser reutilizado, pero ese hábito no lo tenemos, así que lamentablemente por muy ecológico que suene, al final terminamos utilizando energía para encenderlos. En ese sentido, el libro físico es superior.

Los textos en línea existen desde 1990, el problema no es que la literatura no haya cambiado, ya lo hizo; el detalle es que todavía no estamos al día y nos acostumbramos a tenerla como sinónimo de contar historias, de un poema, del libreto de una obra dramatúrgica, una actuación… El concepto de la autoría se cuestiona desde la vanguardia de los años 1920 es decir hace 100 años y ahora tenemos la herramienta, que nos permitiría que este tipo de literatura interactiva tenga una autoría, no sólo entre aquellos que la planifican, sino con el mismo lector que va escogiendo su camino.  Ese tipo de literatura ya está aquí hace bastante, simplemente, ha encontrado una mejor plataforma en la cual vivir.

Algo de la literatura que nunca va a cambiar es el hecho de que es un espacio de enunciación que nos permite criticar nuestro mundo, que nos permite repensarlo y generar empatía hacia otras comunidades que no conocemos. En un mundo globalizado, en el cual conceptos como la identidad nacional pueden ser altamente cuestionados, porque dentro de todo somos ciudadanos del mundo y la literatura es una necesidad no un accesorio. Tiene cuestiones en la que apela a lo que nos hacen los otros humanos y eso no puede cambiar y no va a hacerlo, sin importar que ésta sea dada a través de audio, video y texto por medio digital o que ésta sea dada a través de un libro a través de la forma más tradicional.

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