El honor de encender el pebetero olímpico lo tuvo la tenista japonesa Naomi Osaka en el punto culminante de una ceremonia que, como se esperaba, estuvo limitada por las medidas preventivas para evitar contagios.
No hubo público. Solo algunos atletas, autoridades y periodistas -usando mascarillas en todo momento- estuvieron presentes en un estadio olímpico con capacidad para 68.000 espectadores.
“Hoy es un momento de esperanza”, declaró el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach.
“Sí, es muy diferente de lo que todos habíamos imaginado. Pero valoremos este momento porque finalmente estamos todos aquí juntos”, dijo.
Estos son 5 momentos destacados de la ceremonia de unos juegos que serán muy diferentes.
El momento culminante de la ceremonia fue el encendido del pebetero olímpico.
Naomi Osaka, una de las estrellas del momento del deporte japonés, fue la encargada de portar la antorcha en su último tramo.
La tenista de 23 años subió una escalinata que representaba el monte Fuji y que estaba coronada por un sol que se fue abriendo como una flor, que significaba “vitalidad y esperanza”.
Sobriamente, Osaka presentó la llama al público, dio media vuelta y llevó la llama hacia el pebetero que en unos segundos llegó a su máxima intensidad.
Aunque no hubo una ovación por la falta de público, los fuegos artificiales sobre el estadio olímpico crearon un espectáculo al nivel de cualquier edición pasada de los Juegos Olímpicos.
La ceremonia en sí fue modesta, un recordatorio de todo lo que ha pasado el mundo en el último año por la pandemia de coronavirus.
Sin embargo, los atletas de los países de América Latina se hicieron notar en el desfile. Con bailes, prendas tradicionales y uniformes vistosos, llevaron la alegría al estadio.
La delegación de Argentina hizo su entrada saltando y levantando las manos, coreando “Oé, oé, oé”.
El traje de los colombianos fue muy llamativo, con los sombreros vueltiaos tradicionales del Caribe, pero con unos kimonos azules con vivos dorados en honor al país anfitrión.
También hubo momentos llamativos de otros países, como una pirueta que hizo al entrar el abanderado de Francia, así como el musculoso Pita Taufatofua, el abanderado de Tonga.
Luego del desfile de las más de 200 delegaciones, vino el tradicional juramento de los deportistas que prometieron respetar las reglas y el espíritu olímpico de competición.
A continuación llegó otro de los momentos más llamativos: un espectáculo de 1.800 drones.
En el cielo hicieron una representación del logo de Tokyo 2020, que significa la “unidad en la diversidad”.
Entonces se elevaron para recrear el planeta con sus continentes más allá del techo del estadio, iluminando espectacularmente la noche en Tokio.
Lo que se vio en la inauguración de los Juegos de Tokio a través de las pantallas fue lo mejor de Japón. Lo que no: un vacío penetrante, incapaz de disiparse ni con los mejores fuegos artificiales ni un espectacular juego lumínico de drones.
Y no fue porque no lo intentaran: cada participante, cada detalle, llamaba al aplauso, a celebrar una fiesta olímpica que ha tardado un año de más en empezar.
Pero era imposible combatir esas frías gradas vacías, que ocupaban más de la mitad de un estadio con capacidad para 68.000 personas y al que solo 950 tenían acceso como asistentes este viernes.
La imagen era por momentos desoladora, viendo en primera línea esa puesta en escena en la que los japoneses comenzaron a trabajar hace 10 años y la falta de presencia humana para recibirla.
Los organizadores querían que estos Juegos, los segundos de verano que organizan en Tokio, marcaran la superación de la triple tragedia de 2011; pero la inauguración empezó con un solemne homenaje, en silencio, en honor a los afectados por el coronavirus, que se veía interrumpido constantemente por los gritos de las protestas.
“¿Llaman a esto el festival de la paz?”, denunciaban los manifestantes a la entrada del estadio olímpico, a poca distancia de donde otro grupo de personas se concentraba a favor del olimpismo.
Para unos, el evento es un riesgo sin sentido en plena pandemia, con Tokio en estado de emergencia; para otros, una lástima fruto de la mala suerte.
“Estábamos tan preparados…”, lamentaban dos japonesas antes de entrar a la ceremonia. “Estábamos con todo listo para recibirles”.
Las instalaciones sin duda brillan por su modernidad y su pulcritud, y en la ceremonia inaugural ayudó a realzar el mensaje.
Pero inevitablemente la imagen, en primera línea, se parecía más a un ensayo que a la festiva apertura de unos Juegos Olímpicos, y de eso eran conscientes.
“Hoy es un momento de esperanza. Sí, es diferente a lo que nos habíamos imaginado”, reconocía el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, a principio de su discurso.
El acto estuvo marcado por el coronavirus de principio a final y, pese al entusiasmo y la ilusión de los atletas -sobre todo latinoamericanos- y los organizadores, estos Juegos sin duda empiezan como se esperaba: faltos de emoción, pero sobrados de tensión.
Otro momento emotivo fue el homenaje a las víctimas de la pandemia de coronavirus.
Hubo un minuto de silencio por los más de cuatro millones de fallecidos en el mundo por la covid-19.
Pero también se rindió homenaje a los atletas israelíes que murieron en el atentado de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972.
Llevar a cabo los Juegos Olímpicos en Tokio ha sido difícil para los organizadores, que tuvieron que posponerlos un año y enfrentar el rechazo de muchos japoneses a su realización.
Tokio está bajo estado de emergencia, por lo que no está permitido el público en las gradas de las sedes deportivas, incluidas ceremonias como las de este viernes.
En el estadio olímpico, los miles de asientos vacíos fueron cubiertos de colores.
Pero en el exterior sí hubo gente.
Antes de la ceremonia, algunos manifestantes hicieron oír su voz en contra de la celebración de los Juegos.
Decenas de policías intentaron mantener la protesta en los alrededores del estadio.
Meses antes del inicio de los Juegos, un 80% de los japoneses expresaba su rechazo al evento por el temor a que contribuyera a la expansión del coronavirus, aunque ese rechazo bajó al 30% en los últimos días.
Texto original publicado en la BBC
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