Los ciclistas pidieron paz, sosiego en el endiablado Tour de Francia convertido en un campo de batalla, amasijos de bicis y partes de guerra de heridas y retiradas. En la salida de la cuarta etapa de Redon escenificaron su descontento con un pequeño parón de apenas un minuto con el que quisieron simbolizar que ya no quieren seguir corriendo riesgos desmesurados.
La accidentada tercera etapa fue la gota el colmó el vaso, con múltiples caídas en un tramo final frenético, entre calles estrechas que desembocaron en un “sprint” reducido a apenas un puñado de supervivientes y una ristra de lesiones y retiradas. Pero el plantel de Redon demostró que ni siquiera en el pelotón hay unanimidad. El francés Julian Alaphilippe, campeón del mundo y uno de los más influyentes del pelotón, fue el primer promotor del parón.
Algunos le siguieron, pero otros querían seguir adelante. Tuvo que sumarse el veterano alemán André Greipel para que la simbólica protesta fuera a más. Echaron pie a tierra, un minuto y a seguir. Luego tardaron en reaccionar hasta que la etapa cobró normalidad. Una escapada sin futuro y una llegada al “sprint“, esta vez sin incidentes.
El grito de los ciclistas tenía dos destinatarios, aunque nadie quiso ponerles nombre: La Unión Ciclista Internacional y los organizadores del Tour. A los primeros le reprochan que no aceptara su petición de detener el crono de la general a 5 kilómetros en las etapas llanas. “Si se tomaran tiempo a cinco kilómetros de meta, cada quien entraría en su guerra y los sprinters tendrían pista libre”, afirma el colombiano Miguel Ángel López.
Porque en el Tour cada segundo es una trinchera y los intereses de unos se contraponen a los de otros. Los finales acelerados se convierten en un amasijo de nervios donde nadie quiere quedar atrás por miedo a quedar cortados, lo que provoca que salten chispas. Un contexto preciso para las caídas.
“Supermán” cree que esa medida relajaría a los escaladores, que podrían centrarse en las etapas de montaña y dar un mayor espectáculo. “El Tour busca espectáculo, pero lo que se ven son caídas”, asegura. Su compatriota Rigoberto Urán se muestra más prudente. “Formo parte de este circo, cuando me retire podré hablar”, señala el subcampeón de 2017.
“La primera semana siempre es complicada y si ponen estas carreteras incitan a que haya más caída. Todos queremos estar más adelante y las carreteras son muy estrechas y eso causa estos accidentes”, analiza. El de Urrao apuesta por que el Tour transcurra por carreteras más amplias para evitar esos accidentes.
La UCI y el Tour echan balones fuera. El presidente de la UCI, David Lapartient, tiene claro que la culpa de las caídas es de la tensión que se vive en el pelotón, pero no cree que ninguna medida federativa la reduciría. “Las caídas que hemos visto son clásicas, siempre ocurren, son fruto de una falta de atención, lo que se explica por el estrés que acumulan durante toda la etapa”, asegura.
Tampoco el Tour cree que pueda hacer algo para mejorar la situación. “Los recorridos son diseñados por ciclistas veteranos, nadie puede pensar que quieran poner en peligro a los corredores”, asegura el patrón del Tour, Christian Prudhomme. La llegada a Fougres fue más calmada y puede contribuir a serenar los ánimos. El Tour afronta mañana una contrarreloj y las caídas pasarán a un segundo plano.
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