Las alertas o los confinamientos, al parecer, solo sirven para aumentar la indisciplina de cierto grupo de personas. Las cifras presentadas por la Policía dan cuenta de un incremento de un 138 por ciento en el número de fiestas clandestinas cuando comenzó el toque de queda la noche del viernes 23 de abril durante el estado de excepción declarado para mitigar la propagación del Covid-19, cuyas cifras van en aumento en todo el país.
La recuperación de la economía será muy complicada si persiste la idea de que la indisciplina es parte de la cultura ecuatoriana, entendida como comportamiento popular. A mediano plazo de nada servirá cumplir con el proceso de vacunación si el irrespeto a las normas de bioseguridad es la norma y no la excepción. Ningún sistema de salud público o privado es capaz de soportar el incremento de casos solo porque a algunos les da por creer que su libertad individual y su derecho a la farra está por encima de la salud de los demás.
De nada sirve, al parecer, la advertencia de la Fiscalía de que se aplicará una pena privativa de libertad de uno a tres años a las personas que incumplían el toque de queda contemplado en el Decreto de estado de excepción en dieciséis provincias del país, donde la situación es más grave y donde el primer fin de semana de toque de queda extendido se contabilizaron cerca de 600 personas consumiendo licor en los espacios públicos, otros 283 escándalos y 122 aglomeraciones.
Para qué sirve el confinamiento de la población, si hay pocos que se creen con derecho a seguir la fiesta sin medir la gravedad de la crisis sanitaria solo por estar convencidos de que la emergencia no es con ellos o tal vez se creen inmunes a un virus que ha dado muestras de su letalidad en todo el mundo.
La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud alertaron que la próxima semana podría ser crítica en América Latina por la propagación del Covid-19, con un repunte de la curva en julio y agosto por las variantes del virus que comenzaron a aparecer. En ese escenario es clave el respeto a las medidas de bioseguridad, porque no solo está en juego la salud familiar, sino la economía del país.
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