Ama pantankapakka, kuntur rikuywan rikunami kanchik, significa: para mirar bien, debemos aprender a ubicarnos en un lugar que nos permita ver claro su panorama y ver la realidad.
Tomo como referencia este pensamiento kichwa, para recordar la manera en que nos veían los españoles que invadieron los territorios de los pueblos del Abyayala, respecto a si conocíamos o no la escritura.
Y, definitivamente, todos los pueblos han desarrollado distintas formas de comunicación y una de ellas es la escritura.
Los textos de los cronistas, por lo general señalan que los pueblos ubicados en el Tahuantinsuyo no tenían escritura; sin embargo, se debe entender que, en su experiencia cultural, los españoles conocían su forma de escritura y lo que hicieron fue compararnos con sus parámetros culturales y creer que somos un pueblo sin escritura, en este sentido se equivocaron porque, nuestros antepasados tenían su propia escritura, como los kipus, los tukapus, etc.
Los Kipus era un sistema que registraba información contable, a través de los nudos también se narraba la historia de los distintos incas, así como la existencia de lugares en los que se encontraban los kipus, pero por las mismas políticas de la colonia se destruyeron las evidencias que existían.
En el caso de la lengua Kichwa es importante tener presente su origen mítico y su naturaleza lingüística. Desde el punto de vista mítico, la lengua nace de la suma de los sonidos de la naturaleza, lo que da origen a las palabras, a sus variantes dialectales. Por esa razón, su vocabulario cuenta con varias onomatopeyas, particularidad que le enriquece y según dicen sus hablantes, es la razón para que no haya desaparecido; desde el punto de vista de la lingüística, es una lengua aglutinante, y en este sentido, es importante tener presente la riqueza dialectal de la lengua, que permite fijar, definir, la pertenencia del sujeto a una determinada población y región.
Algunos términos que se encuentran en las crónicas son los siguientes:
Hay distintos niveles de conocimiento de las personas que se especializan en un determinado campo, asimismo tenemos otros referentes simbólicos de comunicación, a los que hacen referencia los cronistas.
En el incario, el chumpi fue considerado como un símbolo de poder y nivel jerárquico. Podía ser identificado por el ancho de la faja, mientras más ancho, mayor jerarquía, lo que sí coincidía es su contenido, es decir, las fajas contenían la historia de las panacas de los diferentes ayllus, los chumpis permitían identificar:
Una situación similar encontramos en los kipus, los tukapus, la cerámica, la riqueza simbólica de los mismos, permitía activar las historias de los personajes de su población. Son estas formas de registro y comunicación las que existían en el sistema andino.
Los distintos símbolos permitían conectar las historias, en un primer momento teníamos escritura, pero con la invasión fue interrumpida, a ello se suma que se persiguió y sancionó a quienes tenían ese conocimiento, como los Kipukkamayu porque creían que se comunicaban con el diablo, considerándolo un riesgo y un atentado a la religión católica.
El sistema colonial, siempre tuvo claro que el conocimiento, sus elementos permiten tener el control político, cultural, social de la población, por esa razón, el aprender la escritura tuvo límites, fue instrumentalizada en función de facilitar la vida a los españoles. La enseñanza se concentró en conocer elementos básicos de la lengua castellana, a lo mucho, para formar catequistas, desarrollar habilidades manuales para contar con personas formadas en albañilería, escultores, carpintería, etc., en casos excepcionales lograron avanzar en estudios de teología, medicina, en estos casos, los prejuicios y la discriminación por haber aprendido a dominar el castellano, fue muy fuerte etc., existió mucho temor y fue restringido. En el Ecuador los pueblos andinos lograron acuerdos con las autoridades coloniales para que respeten determinados espacios de tierra y para eso se hicieron escrituras.
En este sentido de las restricciones, de los temores que tenían las autoridades de la colonia, podemos considerar que las sublevaciones que se generaron, como la revolución de Tupak Amaru (1781) fue el pretexto para establecer con mayor rigor, la enseñanza obligatoria de la lengua castellana, puesto que se pensaba, que la lengua materna, permitía rememorar la idolatría y en ese sentido, era necesario silenciarla con la imposición del castellano.
Probablemente, la sentencia de Tupak Amaru constituye la evidencia principal de prohibición del uso, del silenciamiento de la lengua materna. Prohibición que restringió su uso y provocó que se desenvuelva en la clandestinidad. Lo cual generó limitaciones, estancamientos, pero, en ningún momento, su enmudecimiento, y se mantuvo vigente a través de los siglos.
Con la imposición del sistema colonial y la violencia ejercida, las comunidades son reducidas a la oralidad, así desarrollaron distintas estrategias de comunicación lo que permitió conservar las matrices culturales de nuestros pueblos. La literatura se constituye en un buen recurso para dinamizar la oralidad y en la literatura quechua existen géneros literarios como el Haylli, textos cortos que permiten memorizar los contenidos y transmitirlos de generación en generación, tal vez no se mantenga la versión original, pero se conserva el espíritu del mensaje dinamizando la comunicación.
En tiempos de tanta tecnología donde estamos invadidos por la TV, la radio, tablets, celulares, entre otros, lamentablemente son artefactos que van mutilando la comunicación a nivel de la familia y sociedad. Y, probablemente, esa situación contribuye a generar depresiones y situaciones de ansiedad; en ese sentido la oralidad sigue siendo importante.
En los pueblos indígenas hubo rituales en los que la oralidad fue utilizada como un recurso de sanación. En las comunidades quechuas de la Amazonia practican rituales que les permite establecer un nivel de comunicación frente a frente y eso los ayuda a mantener el equilibrio.
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