Un juez de Curitiba decidió que todos los juicios instaurados por el expresidente Ignacio Lula da Silva, por su relación con los sobornos de la principal constructora brasileña, Odebrecht, son nulos, porque debían sustanciarse en Brasilia. Ese es el sencillo trasfondo de una decisión festejada por quienes creen que el socialismo del siglo XXI ha regresado a la región con Nicolás Maduro como su gran financista y el apoyo de Cristina Fernández de Kirchner que ha opacado al presidente argentino, Alberto Fernández. Y claro, Cuba.
Los casos anulados son los relacionados con la entrega de un apartamento triple ubicado en Guarujá, una finca en Atibaia, en el litoral del estado de Sao Paulo; una casa de campo en la misma localidad; una investigación sobre el Instituto Lula, fundado por el exmandatario, y otra sobre supuestas donaciones ilegales realizadas por la constructora Odebrecht, involucrada en casos de sobornos en 12 países de América Latina.
Por estos casos, el expresidente brasileño, uno de los padres del socialismo del siglo XXI junto a Hugo Chávez, fue condenado y llevado a la cárcel por corrupción y blanqueo de dinero. Según el juez brasileño que exculpó a Lula por supuestas formalidades, los casos en su contra, donde hay constructoras implicadas en Lava Jato, no tenían relación con los desvíos de dinero en la estatal Petrobras.
La decisión judicial le permite a Lula recuperar sus derechos políticos y le permitiría una eventual candidatura en las elecciones presidenciales de 2022, siempre y cuando la decisión del magistrado se mantenga y el exmandatario no sea condenado en segunda instancia por los tribunales federales.
Uno de los mejores escritores contemporáneos que ha reflejado la realidad Brasil, sin duda, es Rubem Fonseca, quien lamentablemente falleció el año pasado en plena pandemia, por un infarto cardiaco. A veces, o tal vez siempre, la realidad política de un país se explica desde la literatura, desde su literatura, desde Mandrake, un abogado investigador fiel hasta el final con sus clientes.
A diferencia de la novela negra tradicional estadounidense, francesa o británica, donde el detective siempre termina en un hotel con el ruido de las aspas del ventilador, frente a una botella de Pernod o cualquier licor, redactando el informe donde prueba con lujo de detalles quién es el asesino, con Fonseca el villano, manejado desde los hilos del poder, se reproduce por miles, y el asesino es apenas la punta del iceberg.
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