A más de un año de cumplirse el primer confinamiento para evitar la propagación del Covid-19, América Latina vuelve a tener un nuevo repunte de casos por la nuevas variantes del virus. Algo que no es ajeno a Ecuador. Esta realidad ha llevado a muchas ciudades a declarar nuevas medidas de restricción, hasta el regreso al semáforo en rojo, con el respaldo del Comité de Operaciones de Emergencia Nacional.
Las medidas más estrictas fueron las declaradas en Guayaquil, sobre todo para intentar frenar la movilización de la gente durante el feriado de Semana Santa. Misas, peregrinaciones y romerías quedaron prohibidas, al igual que la jornada laboral presencial para actividades no esenciales fueron reducidas.
Antes de finalizar marzo, Ecuador acumuló un total de 327.325 contagios por Covid-19, un 14,3% mas que al comenzar el mes de marzo, por la rapidez con la que se propaga las nuevas variantes del coronavirus que vino a cambiar para siempre la cotidianidad de la humanidad.
El desarrollo en tiempo récord de nuevas vacunas para inmunizar a la población hizo que muchas personas descuidaran las medidas de bioseguridad. Los adolescentes y jóvenes, que se creían inmunes al virus, comenzaron a salir nuevamente. Un nuevo concepto se acuñó en la mente de la sociedad: las fiestas clandestinas.
Un término tal vez desconocido en el imaginario de muchos ecuatorianos, popularizado cuando en Quito se comenzó a aplicar una copia de la hora zanahoria de Bogotá. Unos sitios que atendían con las puertas cerradas después de que todos los bares estaban obligados a cerrar sus puertas. Son conocidos como amanecederos que volvieron funcionar durante la pandemia como un supuesto espacio de irreverencia. Era o es el sitio de encuentro de las tribus urbanas, conocidos por todos los noctámbulos.
Una cosa, sin embargo, es intentar no someterse a imposiciones de autoridades locales y nacionales, como cuando se quiso prohibir la venta de licor los domingos porque un expresidente decidió gobernar un país desde su moral, y otra hacerlo en medio de una pandemia que pone en riesgo a las familias, los amigos y los allegados de quienes asisten a esas fiestas clandestinas.
La economía del país, de ningún país del primer o tercer mundo o en vías desarrollo, sin duda, no podrá aguantar un nuevo confinamiento, pero si el sistema hospitalario explota las consecuencias son impredecibles. Y ahora en vísperas de elecciones, el Ecuador necesita meditar cuál es la mejor alternativa o quién tiene el mejor plan para mitigar la propagación del Covid-19, porque ningún país del mundo tiene garantizada la inmunidad. El virus no ha golpeado a los países pobres o ricos, sino a la humanidad entera.
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