El populismo se disfraza de progresismo y acecha sobre todo en época electoral; surge y crece cuando cunde la desconfianza, cuando el pueblo desencantado escucha la voz que ofrece solucionar sus problemas. Esta patología social no es patrimonio de la izquierda ni de la derecha política; la padece una sociedad carente de amplios acuerdos, de principios y ética, de identidad, transparencia y justicia. Ecuador debe curarse en sano, porque si triunfa próximamente el populismo todo puede empeorar.
Podemos testificar que la gangrena populista suele causar parálisis institucional, estancamiento económico e inequidad; así cada vez más el egoísmo excluyente de las élites políticas, empresariales, sindicales e incluso religiosas genera frustración ciudadana. Países latinoamericanos -y algunos otros europeos-, vienen siendo capturados por diversas versiones de populistas, por ejemplo, como ocurrió con los cuestionados líderes del fallido socialismo del siglo XXI.
El populista suele ser carismático; cabalga entre guiños democráticos y el garrote controlador del Estado; no tiene ideología pero maneja una retórica repleta de “pueblo excluido” que explota emocionalidad; aprovecha la orfandad ciudadana para servirse del poder; es nacionalista hasta el tuétano; mira o inventa enemigos por doquier; se cree insustituible; es déspota dueño de la verdad que impone a toda costa; destruye la democracia minimizando las instituciones y haciendo tabla rasa de la ley; es selectivo con las libertades. Ese demagogo suele polarizar la sociedad, caotizarla cuando le conviene, y favorecer la corrupción y el derroche.
Lo cierto es que el populismo y sus cultores pueden envenenar la democracia, la política, la economía, y la vida social. Por esto, debemos confiar el poder a líderes preparados, sensatos y comprometidos, que luchen con el fin de resintonizar la misión política con la comunidad, para alcanzar formas más sustantivas y óptimas de democracia. (O)
Texto original publicado en El Telégrafo
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Es verdad, Ecuador está muy mal en cuestiones de principios y moralidad. Otra razón por la cual Arauz no es opción, el fomenta la corrupción y la falta de valores, no podemos guiarnos de alguien así, una personas que promueve lo que no necesitamos.