Todas las dimensiones de la vida de los niños y niñas han sido afectadas por las medidas de aislamiento y distanciamiento social tomadas para la prevención del COVID-19. Han experimentado una disminución sustancial de la actividad física, así como mayor dependencia de la tecnología. El cambio de modalidad de estudio a lo virtual también ha generado estrés en niños y padres. En este contexto, hay varias reflexiones que son necesarias hacernos como padres y educadores para apoyar el bienestar y desarrollo adecuado de nuestros hijos.
En primer lugar debemos considerar que cualquier acción que hagamos debe ser consecuente con los principios del desarrollo infantil para que pueda apoyar la superación de las afectaciones que este período de restricciones puede haber generado en los niños y niñas. Por ello, debemos tener en cuenta que el desarrollo infantil es un proceso dinámico que se basa en la interrelación entre los aspectos biológicos y las experiencias del entorno y las relaciones sociales. Además de requerir que las necesidades básicas de alimentación y el cuidado de la salud de los niños sean cubiertas, también se debe considerar al juego, la actividad física, las experiencias y las interacciones sociales como vitales para favorecer el desarrollo.
Desde esta mirada de desarrollo, también es importante reconocer que el aprendizaje no es sólo formal, es decir, el que se da en la escuela con contenidos curriculares, sino hay un aprendizaje permanente: social, de valores, de comprensiones culturales que se da por la vida misma. Las interacciones cotidianas con padres, hermanos, otros pares apoyan este aprendizaje.
El juego se constituye en un elemento central para que se de este aprendizaje que impulsa el desarrollo infantil. A través del mismo, el niño puede resolver conflictos, desarrollar la imaginación, aumentar su lenguaje, desarrollar competencias sociales, entre otras.
Sin embargo, ya antes de la pandemia, se advierte de una disminución de horas de juego y un aumento de uso de dispositivos tecnológicos. En el año 2018, la Academia Estadounidense de Pediatría advirtió que los niños habían perdido el juego lúdico como una práctica habitual en sus vidas y planteó que esta disminución del tiempo de juego se debía considerar una crisis nacional, por cuanto afectará a esta generación. Menos juego se relaciona con mayor sedentarismo, menor interacción.
En contraparte, se ha registrado un incremento del uso de la tecnología, lo que se asocia a la disminución del tiempo de juego infantil, se refuerza la pasividad y una menor interacción cara a cara que se sustituye con interacción a través de los dispositivos.
Los niños usan pantallas cada vez, a más tempranas edades justificado en creer que la tecnología por sí sola es una herramienta educativa. Este hecho también ha levantado advertencias de parte de la comunidad científica. Una reciente investigación desarrollada por un investigador francés plantea que el uso de pantallas, está incidiendo en un menor desarrollo de la inteligencia de los niños de esta generación.
Los argumentos que plantea el equipo investigador es que el uso de los dispositivos digitales, además de disminuir la calidad y el tiempo de convivencia familiar, disminuye los ratos que se podrían dedicar a tareas más enriquecedoras como la música, el arte y la lectura. Además, señala que el uso de los dispositivos también reduce la calidad del sueño, lo que afecta notablemente el rendimiento de un niño en el colegio.
También es cierto que antes de la pandemia, la vida cotidiana de los niños y las niñas estaba acelerada, grandes desplazamientos para llegar a las instituciones educativas, tiempos ocupados en múltiples actividades extra-escolares y escaso espacio para jugar con otros, con un mundo mediado a través de las pantallas que los capturan, lo que había llevado a configurar un modo diferente de ser y estar en el mundo. Las experiencias de juego por diversión, con libertad se habían disminuido radicalmente y reemplazado por pantallas o juegos educativos que se dan dirigidos por adultos. Poco tiempo con la familia en casa.
Con la llegada de la pandemia se tienen efectos muy reveladores en todos los sentidos. La mayoría de padres descubre no saber qué hacer con sus hijos al tenerlos todo el tiempo. Antes había otras instituciones que se ocupaban de ellos: estaban en la escuela, pasaban por donde la abuelita, tenían algún taller en la tarde. Es decir, pasaban por muchos sitios y el tiempo en casa era corto. Ahora todos nos encontramos en casa haciendo todas las actividades y muchos padres están sobrecargados.
Pero también han pasado cosas maravillosas, porque muchas familias han podido recuperar las interacciones familiares que estaban perdidas, por ejemplo los tiempos de desayuno o del almuerzo. En ese sentido la pandemia pudo ser para muchas familias, una gran oportunidad de recuperar esos espacios, que deberían ser valorados, como esenciales para la vida.
En estos momentos que estamos caminando a una “nueva normalidad”, debemos preguntarnos también qué normalidad requieren nuestros hijos y construir con ellos la posibilidad de nuevos espacios lúdicos y de aire libre. Contrario a lo que se plantea que los padres deben estar todo el tiempo jugando con los niños, los padres deben asegurarles el acceso a material adecuado (no necesariamente juguetes comprados), tiempo de aire libre y oportunidades de actividad física. Así como replantearse el uso adecuado de los dispositivos. Usarlos con límites de tiempo y con propósito.
Debe llamarnos la atención, que luego de la cuarentena se abrieron los bares, las discotecas, los centros comerciales, pero se ha demorado mucho la apertura de los parques. Eso es algo simbólico, porque vivimos en una sociedad que no se da cuenta de la necesidad que tienen los niños de jugar y de los efectos de la pandemia en los niños. El juego ayuda a relajar la ansiedad y les permite pasar este momento de angustia, que ellos también están viviendo para ayudarles a recuperar algo de la normalidad.
Jugar es esencial para un desarrollo armónico y para una vida en armonía en familia.
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