A estas alturas, el presupuesto gastado en el Consejo Nacional Electoral parece un gasto suntuario que bien podría ser utilizado para la emergencia sanitaria, recursos que tanta falta le hacen al país. Desde el inicio del proceso de elecciones 2021 el que ha llevado la batuta en todo ha sido el Tribunal de lo Contencioso Electoral, ninguna decisión ha pasado sin su escrutinio, como organismo de última instancia, según la Constitución de Montecristi.
Es la misma historia del Consejo Nacional de la Judicatura en la época del expresidente Rafael Correa, la alfombra del exmandatario sentenciado por un caso de corrupción y que se pasea libremente hasta como veedor internacional de unas elecciones que considera como las más democráticas del mundo, las de Venezuela. El Consejo de la Judicatura de Gustavo Jalkh simplemente puso como tramitadora a la Corte Nacional de Justicia.
El Consejo Nacional Electoral, envuelto en disputas internas entre dos y tres vocales, como si fueran las mayorías móviles, ha pasado por alto hasta disposiciones de la Contraloría; sin embargo, sus decisiones cuando son revisadas por el Tribunal de lo Contencioso Electoral son acatadas inmediatamente, como si de una orden suprema se tratara.
El Tribunal de lo Contencioso Electoral fue otro invento de la Constitución de Montecristi, donde un órgano supremo se monta sobre otro poder constituido, al igual que las famosas Superintendencias que eran controladas directamente desde Carondelet. Una copia de lo que ocurría y ocurre en Venezuela. Con decisiones de ese tipo de tribunales se afianzó el chavismo en Venezuela; Henrique Capriles, así perdió la oportunidad de dar un giro a la historia de ese país.
En Montecristi se decidió que el Tribunal de lo Contencioso Electoral tiene tres funciones principales: solucionar los problemas contra el Consejo Nacional Electoral y demás entidades políticas; castigar la violación de las leyes sobre el gasto electoral, propaganda y demás leyes y es la última instancia de la jurisprudencia electoral.
Este Tribunal define su presupuesto y organización. Y sus fallos podrán ser acertados o no, pero este organismo le ha restado protagonismo e importancia al Consejo Nacional Electoral, convertido tácitamente en una institución de adorno.
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