“Uno de cada dos sábados el presidente saliente de Ecuador, Rafael Correa, dedica unos minutos del Enlace Ciudadano, su programa de rendición de cuentas, para insultar a una mujer. Un día puede ser “muñequita de pastel” a una candidata presidencial y otro “chiflada”, “fracasada” o “mediocre” a una periodista reconocida”.
Así reseñaba El País un reportaje sobre el lenguaje machista de Rafael Correa, el 24 de mayo de 2017.
“Yo no sé si la equidad de género mejora la democracia, lo que sí es seguro es que ha mejorado la farra impresionantemente; ha mejorado el buen vivir porque… ¡se armó una farra! (…) ¡Qué asambleístas que tenemos! Guapísimas, ¿ah? ¡Eh, Corcho!, hay que aumentarles el sueldo, porque no tuvieron plata para comprar suficiente tela y todas con unas minifaldas… ¡Dios mío! Yo ni me fijo en esas cosas, me contaron. Me contaron que unas piernas y unas minifaldas impresionantes. ¡Guapísimas las asambleístas!”, dijo el 31 de diciembre de 2011 en un enlace sabatino, ante la sonrisa complaciente de sus coidearias en la Asamblea.
Es bueno recordar esa década pérdida ahora que el expresidente intenta posicionar a sus candidatos, exfuncionarios de su gobierno, en el imaginario electoral con un discurso imaginario. “¡No puede ser!”, posteo en su cuenta de Twitter al hacer referencia a unas desafortunadas declaraciones de Guillermo Lasso en Machala al tratar de hacer un símil sobre lo bonita que se ve la mujer cuando está vestida que ya puede conseguir novio. Algo por lo que al menos pidió disculpas en su cuenta de Twitter.
“Guillermo Lasso hunde su campaña con un discurso machista”, repitió al postear una nota de uno de los tantos medios digitales creados en su exilio.
El 8 de octubre de 2016, en plena campaña electoral recomendó a la entonces candidata presidencial del Partido Social Cristiano, Cynthia Viteri, hablar solo de maquillaje por ser mujer, una “muñequita de pastel” (sic). “Esta señora que no hable de economía. Queda mal. Que hable de cualquier cosa. Que hable, por ejemplo, de maquillaje (…). Se la ve más falsa que un billete de 2,50 porque aparece sin una arruga, sin un barrito, muñequita de pastel y así nos quieren impresionar, puro maquillaje”.
El discurso misógino se repetía no solo con sus opositoras políticas, sino en su mismo gabinete. El reportaje de El País recordaba cuando en el enlace del 14 de marzo de 2015 le pidió al camarógrafo, como cualquier patán de barrio, que enfocara de arriba abajo a su entonces ministra de Transporte y Obras Públicas, Paola Carvajal: “Vean esa parada sexi, está guapísima así, muy sexi. ¿Le ven la pinta de tecnócrata, tecnocumbiera y cumbiambera?”
Todo discurso que atente contra la capacidad intelectual de la mujer es reprochable desde todo punto de vista, pero de ahí a que alguien, desde el exilio, intente hacerse pasar por no machista solo por tratar de sacar adelante las candidaturas de su partido prestado, cuando daba clases de misoginia en cadenas de radio y televisión todas la semanas, resulta realmente deleznable.
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