Tras la finalización del estado de excepción en el país y la reactivación paulatina en las empresas, muchos padres y madres tuvieron que retornar al trabajo presencial, sin embargo la tele-educación continúa.
Tanto los padres como los niños van a atravesar un proceso de adaptación a una rutina distinta, que en el caso de papá y mamá es retomar nuevamente sus actividades laborales, mientras que los niños se tienen que quedar en casa, muchas veces bajo el cuidado de otros familiares o incluso de otras personas.
Lo que va a ocurrir es que tanto los padres como los niños experimentarán una vivencia “de duelo” al presentarse una nueva separación, que hará cuestionarse constantemente, a los padres, sobre cómo estarán sus hijos, si necesitan su apoyo y, seguramente, los niños buscarán nuevamente esa cercanía y proximidad que experimentaron antes con sus padres.
La mejor forma de manejar esa situación es a través del diálogo. Muchas veces los adultos nos olvidamos de tomarnos un tiempo y explicarles a nuestros hijos cuáles son los cambios que vamos a vivir y cuáles son las responsabilidades que cada uno de nosotros debe asumir en el proceso.
Cuando los padres pasan mucho tiempo fuera de casa y los niños estudiando en la modalidad virtual, es importante que sientan que sus padres confían en las capacidades que poseen para manejar su propio aprendizaje. Hablar sobre los nuevos horarios de trabajo y clases, la hora en la que mamá y papá regresarán a casa, y que durante ese tiempo los niños deben cumplir con sus clases y tareas, son aspectos importantes para conseguir una mejor adaptación.
Es necesario ayudarlos a organizarse con un calendario, para que tengan presente las horas de clases, a qué hora debe conectarse, cuáles son las horas de descanso, a qué hora puede jugar y a qué hora debe hacer sus tareas.
Lo importante es dialogar con los niños y que los padres incluyan su propia rutina, de esa manera el niño sabrá que el cambio no es solamente para él sino también para el adulto. En el caso de mamá y papá, la rutina también cambia, ahora tendrán que levantarse más temprano para dejar el desayuno listo y movilizarse hasta el trabajo, una vez ahí deberán cumplir con algunas responsabilidades y, al terminar la jornada, regresar a casa y revisar las tareas que sus hijos tienen que entregar al día siguiente.
Si bien este tiempo también será difícil para los adultos, porque la carga laboral es bastante fuerte en estas épocas, es importante encontrar un espacio en el que puedan compartir el aprendizaje con sus hijos.
Confiar en el niño y responsabilizarlo de su aprendizaje es un proceso al que se adaptará durante las primeras semanas del cambio. Hay que prestar atención, porque en este período puede haber un retroceso en ciertas actitudes o conductas del niño, en especial cuando les cuesta adaptarse y buscan tener más atención o cuidado por parte del adulto. Por ejemplo, hay niños que ya no hacían berrinche y empiezan a hacerlo otra vez, niños de siete u ocho años que ya controlaban esfínteres y empiezan a hacerse pipí en la cama, o niños de 5 o 6 años que hablaban correctamente, ya no lo hacen. Este tipo de retrasos indican que algo lo está incomodando y es importante comprender qué es lo que le causa molestia.
Los padres tienen que evitar reaccionar de una manera agresiva e impaciente con el niño, y tratar de entender que está sintiendo y cómo ayudarlo a sobrellevar esta situación. El compartir entre padres e hijos es una gran ayuda.
Lo que hay que buscar con estos cambios es la autonomía, que los niños poco a poco sepan diferenciar que, en ciertas situaciones, ellos tienen la capacidad y las habilidades para resolverlas por sí mismos.
Si como padres trabajan porque sus hijos ganen esa autonomía e independencia, deben cuidar en no juzgar o criticar la forma en la que los niños, a veces, resuelven los problemas. Por ejemplo, si un niño de 7 u 8 años decide empezar por resolver las tareas más fáciles y dejar las difíciles para el momento que papá o mamá estén en casa y puedan ayudarlo, en lugar de pedir ayuda a la persona que lo está cuidando, los padres deben comprender que el razonamiento del niño es distinto al de ellos. Mientras un adulto puede reconocer que las tareas difíciles requieren de más tiempo, el niño puede considerar como más importante el cumplir con una mayor cantidad de tareas, independientemente de su complejidad. De esta manera, cuando los padres llegan a casa, cansados, deben cuidar no cuestionar o criticar la decisión del niño sino, más bien, ayudarlo a comprender las variables que no consideró y ensañarle a tomar mejores decisiones futuras. Así, los niños no se sentirán cuestionados en su autonomía y contarán con la confianza de sus padres en el proceso.
Con los adolescentes, uno de los aspectos clave para una mejor relación, entre padres e hijos, es utilizar la negociación. Si como adultos tenemos la idea de que lo que decimos o las reglas que ponemos se tienen que cumplir, en un niño pequeño es mucho más fácil que llegue a hacerlo de la forma que esperamos, pero en la adolescencia no, porque hay una tendencia a rebelarse ante ellas. Por eso, la clave es sentarse y negociar.
Si los padres reciben mensajes de los profesores indicando que su hijo no ha asistido a las clases, o que durante la clase no prende la cámara o no participa; en lugar de llevarlo al reclamo, igual que con los niños pequeños, es importante entender por qué tomó esa decisión y negociar con él con reglas claras.
Algo que es muy importante para ellos es tener su espacio para jugar videojuegos o incluso compartir con algunos amigos. Que vaya un amigo de visita a la casa o que él puede ir a visitar a una amiga puede condicionarse con las responsabilidades que cumplan durante la semana, tanto académicas como dentro del hogar.
Siempre debe haber un intercambio, y es importante que las consecuencias de las acciones de los adolescentes sean inmediatas. Las consecuencias, también, pueden ser negociadas, de manera que tengan un mayor impacto. El castigo físico, aún común en nuestra sociedad, no es un método de crianza efectivo, es maltrato y lastima el autoestima y altera la percepción sobre el sí mismo.
Lo que ha ocurrido en este tiempo es que todo pasa en el mismo lugar: el trabajo, el estudio y el entretenimiento, todo está en la casa; y esto incomoda, principalmente, a los adolescentes porque lo importante en esta etapa es contar con un espacio propio para poner sus límites. De tal manera, una estrategia que puede implementarse es encontrar un sitio distinto, al espacio en donde duermen o hacen otras actividades, para sus clases virtuales. Colocar un escritorio pequeño o una mesita donde puedan recibir sus clases y tener a su alcance lo que necesiten durante ese tiempo, puede ser de mucha ayuda.
En los primeros meses de clases, los padres podrían llamar a sus hijos adolescentes para ver si se han conectado a la clase, igual que se hace con los niños pequeños.
Éstas acciones de los adultos deben cambiar conforme el adolescente demuestre su responsabilidad, si cumple con sus tareas y asiste a clases, los padres pueden disminuir la frecuencia de las llamadas y hacerlo con otro objetivo, no únicamente preguntarle qué ha hecho, sino, como sus padres, compartirle cómo ha estado nuestro día en la oficina. Eso es muy valioso para ellos.
Lo que se vive en la actualidad es un cambio fuerte para los adultos, para los niños y adolescentes, por ello los aspectos claves son el diálogo, muchas veces a los adultos se nos olvida conversar y expresar lo que sentimos, porque consideramos que como adultos debemos encargarnos solos de los cambios. Lo ideal es no asumir que los demás entienden la situación que estamos atravesando, sino preguntar y hablar al respecto.
Otro aspecto es encontrar los espacios en los que podamos compartir. Si durante este tiempo hemos estado en la casa trabajando y estudiando juntos es importante que ahora, con un retorno progresivo a los trabajos y las clases virtuales, los padres podamos encontrar esos espacios para compartir con los hijos y que sirvan para escuchar sus propuestas. Por ejemplo, como adultos podemos enfocarnos en la importancia de cumplir con los deberes y tareas, pero tal vez al niño también le interese tener un espacio para jugar, o al adolescente un espacio para compartir o ver una película. Encontrar espacios para compartir como familia, escucharnos y mostrar apoyo, es necesario para mantener relaciones armónicas en momentos de cambios.
Una experiencia que nos aleje un poco de las pantallas, como optar por los juegos de mesa o comentar cómo fue nuestro día durante la cena, hablar sobre nuestros planes futuros, o saber qué es lo que piensa nuestro hijo adolescente, qué dudas tiene sobre sí mismo, si ha pasado algo con sus amigos, son espacios importantes para fortalecer las relaciones dentro de la familia.
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