Desde todos los tiempos, y más ahora por los momentos que pasamos debido a la pandemia, ha estado presente, por parte de los docentes universitarios, la preocupación de recibir trabajos donde se evidencie que ha existido fraude.
En la actualidad los trabajos son receptados en las plataformas educativas a los que se ha adecuado cada institución, pero recae sobre el docente la ejecución de procesos que promueven una revisión efectiva.
Debemos recordar que, el gran mundo de la Internet contiene suficiente información tanto en recursos como en materiales, que deberían ser tomados por los estudiantes como apoyo para afianzar el aprendizaje, pero en algunos casos son motivo de tentación para caer en conductas poco académicas conocidas como plagio o suplantación de identidad.
Cuando hablamos de plagio (consciente o inconsciente) nos concentramos en toda aquella información que ha sido plasmada en un documento o presentación que procede de otro autor, y en consecuencia no se lo ha colocado formalmente como fuente real de consulta. La persona queda expuesta si el texto denota que no hay argumentación o explicación reflexionada en torno al tema que se ha querido desarrollar.
De lo anterior debería siempre darse los espacios comunicacionales entre el docente y los alumnos, instruyéndoles a que revisen la originalidad de sus textos producto de un pensamiento crítico, de esta manera se corregiría a los grupos en sus diferentes asignaturas, a no caer en esta mala prácticas.
En lo referente a suplantación de identidad, eran dables en las modalidades presencial, semipresencial y a distancia, donde está de evidencia que una persona diferente al estudiante, inscrito en una asignatura, engañaba haciéndose presente en la clase para realizar una actividad académica.
Ante la situación actual de educación virtual, es normal observar las políticas impartidas por parte de los docentes para ejecuciones de lecciones o pruebas de los estudiantes con cámaras encendidas, para controlar, entre otros aspectos, el tema de una posible suplantación.
Los estudiantes pueden ser detectados a través de los llamados Software Antiplagio o software de coincidencia de textos, donde encontramos que estos mantienen el mismo principio. Sin importar el idioma, comparan la similitud de texto entre grandes volúmenes de información previamente subida en el ciberespacio, como las bases de datos en bibliotecas digitales, más no es aplicable a la idea que se plantea en un documento. Siempre generan y entregan un reporte donde se evidencia en porcentajes la similitud entre contenidos encontrados, resaltando las frases o párrafos similares, todo esto gracias al uso del machine learning y la aplicación de algoritmos donde logran hasta interpretar parafraseo y encontrar sinónimos.
Google, por ejemplo, a través de su espacio Google for Education, a finales del 2019 incursionó en la ayuda antiplagio, con la herramienta Google Assignments que compara texto con contenido en Internet propiamente y analiza si copió y pego extractos de información de páginas web, así como en millones de libros, permitiendo a los estudiantes revisar sus trabajos hasta 3 veces para que revisen sus errores antes de subirlo.
Las universidades ecuatorianas también tienen la práctica del uso de software antiplagio, siendo uno de los utilizados, en el caso de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, el URKUND, ya que abarca una extensa búsqueda desde Internet, documentación publicada y material de estudiantes previamente subidos, pero sobre todo porque las licencias son concebidas para una entidad educativa, no para estudiantes o usuarios finales.
La solución que se plantea para detectar a los estudiantes que han solicitado un servicio deshonesto aparte de las herramientas de ayuda y control, siempre estará de la mano con una evaluación que se ejecute sobre el estudiante, donde se puede evidenciar las brechas de conocimiento y argumentación o defensa que puedan existir ante la explicación de determinado tema.
En resumen, mantener una propuesta de acciones que contenga tanto una metodología pedagógica adecuada como un apoyo de la parte tecnológica para evitar este tipo de conductas inapropiadas, mediante un seguimiento continuo, dará los resultados esperados en el comportamiento de los estudiantes al momento de entregar sus trabajos, investigaciones y demás.
Es evidente que estos espacios dedicados a la compra-venta de trabajos se basan en los perfiles de sus clientes potenciales, es decir, a aquellos expuestos a la publicidad on-line debido a sus entradas permanentes a las diferentes redes sociales y el internet, siendo los favoritos los que deban realizar tesinas, tesis y trabajos de titulación.
Tanto así que colocando en Google “TFG AYUDA” (trabajo de fin de grado), sus resultados dan empresas que ofertan realizar trabajos a precios convenientes y por pronto pago también regalan una presentación en Power Point.
Las expresiones allí utilizadas llaman la atención “¿necesitas ayuda con tu TFG? Nosotros podemos ayudarte”; “Te ayudamos solo en lo necesario para completar tu trabajo”, “Recibe ayuda hoy mismo”, etc.) como en eslóganes (“Ayuda integral”, “Servicio de ayuda y soporte durante la elaboración del TFG o TFM”; “Soporte a medida”; “Asesoramiento en TFG”, etc.).
Si bien estos espacios podrían ser encarados desde los ámbitos: educativo, jurídico, comunicacional, todo dependerá de las instituciones educativas y sus peticiones a las grandes empresas de tecnología de no aceptarlas, pero a consideración de la suscrita de este documento, corresponde a la entidad de regulación de educación a nivel mundial, UNESCO, solicitar a los grandes comerciantes tecnológicos como Google, Facebook, YouTube o PayPal, eliminar y rechazar el ingreso a estos proveedores de una mal llamada “ayuda académica” debido a que se ha convertido en un fraude de talla internacional.
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