La pandemia global que estamos atravesando a causa del COVID-19, por sus características de intensidad y propagación, ha afectado significativamente al ser humano en todas sus esferas de actuación, de las cuales las más vulnerables son la salud y la vida. Este escenario podría haber constituido la oportunidad perfecta para sensibilizar la razón y moral de todos los ciudadanos, que si bien es cierto todos de alguna manera hemos sido afectados, existen quienes lo han sido en mayor grado y se han encontrado en condiciones menos favorables para hacerle frente.
Se ha esperado que los ciudadanos nos sensibilicemos frente a una amenaza latente de la cual no estamos excluidos, pero sobre todo desarrollemos la capacidad de empatía, solidaridad y justicia en tiempos de crisis. Es precisamente las crisis las que sacan la esencia de lo que realmente somos y ponen a prueba nuestros principios, siempre y cuando existan principios morales bien cimentados. No obstante, la pandemia constituyó el agente desencadenante de un virus peor, la “discapacidad moral”, pues el mayor problema no está en el establecimiento de normativas y sanciones, sino en el hecho de que un creciente número de ecuatorianos se está contagiando de él.
La falta de moral de personajes públicos, políticos y líderes, transmiten a la población mensajes erróneos sobre el comportamiento ético que los debe caracterizar. “Pero en este mundo de la diversidad moral, nadie parecería darse cuenta de este extraño comportamiento” (ECD- Confidencial Digital, 2019). Pues los actos de corrupción que son de conocimiento público, parecieran cada vez más normarse al punto de que “a lo malo lo llamamos bueno y a lo bueno malo”, justificando en algunos casos y argumentando las razones en otros.
Siendo que “Un virus es una partícula de código genético, ADN o ARN, encapsulada en una vesícula de proteínas. Los virus no se pueden replican por sí solos. Necesitan infectar células y usar los componentes de la célula huésped para hacer copias de sí mismos. (National Human Genome- Research Institute, 2019). De la misma forma el virus de la “discapacidad moral”, tampoco puede reproducirse por sí mismo a menos que encuentre huéspedes dispuestos a desarrollarlo. Todo lo acontecido en el Ecuador en referencia a los actos de corrupción en realidad responden a una pandemia peor que el del COVID-19, que si no se dejan precedentes se propagará en forma lamentable.
Según la (Organización Mundial de la Salud, 2019) “discapacidad es un término general que abarca las deficiencias, limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales. Por consiguiente, la discapacidad es un fenómeno complejo que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las características de la sociedad en la que vive”.
Siendo entonces que la discapacidad es un fenómeno complejo en la interacción de la persona y la sociedad en la que vive, la “discapacidad moral” imposibilita al ser humano en lograr una sana convivencia ciudadana, por lo tanto, no está habilitado de ejercer funciones de alta grado de responsabilidad e influencia, menos aún en puestos de liderazgo. Barroso Asenjo (1982) señala que “la ética es la ciencia filosófica que estudia los aspectos individuales y sociales de las personas, considerando que la razón humana tiene como fin la honestidad”. Por lo tanto, quienes no practican la moral, serían catalogados como personas sin razón o una razón pobre, enferma.
Por su parte, França-Tarragó (2002) menciona que la ética reflexiona de manera sistemática el sentido de bondad-maldad de los actos humanos en la historia. (Madrigal, Solís, & Madrigal, 2016), es por lo tanto un tema interesante de análisis en un país en el cual el mayor porcentaje se autodenomina cristiano, pues el cristianismo no tiene que ver con religión, sino con convicciones profundas que sustentan un estilo de vida moral en obediencia y réplica del comportamiento de su líder Jesucristo.
“En esta sociedad no se presentan a los niños y jóvenes perspectivas de bondad que contrarresten todo lo anterior. Y los jóvenes, en realidad todos nosotros, necesitamos una visión de la vida llena de significado en la que la confianza, la fe, el amor y la entrega, tengan sentido”. (ECD- Confidencial Digital, 2019)
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