Ecuador, al igual que el resto del mundo, vive en cuarentena para evitar la propagación del coronavirus. Pero es un país que funciona, sus supermercados y mercados están abastecidos. La gente ya comienza a tomar conciencia de que de nada sirve abastecerse para una guerra. La cadena alimenticia no se ha roto. En la mayoría de provincias, la gente respeta el toque de queda, al igual que la restricción de movilidad de los vehículos particulares. Siempre habrá excepciones, pero ya no es la regla.
La gente trabaja y estudia desde su casa. El Ministerio de Educación mantiene programas de educación en radio o televisión a los que se pueden enganchar los escolares. Las universidades trabajan desde plataformas digitales y solo han suspendido sus actividades presenciales, para evitar aglomeraciones. La gente, con excepciones claro está, respeta el metro de distancia. El mensaje de que es posible salir de esta emergencia ha calado en la sociedad.
Las autoridades informan cada día sobre cómo avanza la pandemia. Guayaquil fue identificado como un foco de contagio. Las autoridades concentraron sus esfuerzos ahí y hay menos mensajes regionalistas en las redes sociales. La virgen del Panecillo se encendió con los colores de la bandera de Guayaquil.
Las Armadas de Ecuador y Estados Unidos se incautaron en alta mar cocaína líquida valorada en 343 millones de dólares. La Fiscalía y sus agentes trabajan normalmente, con las debidas seguridades. La madrugada del 1 de abril realizaron operativos en oficinas del IESS para investigar un presunto peculado. También procesó a seis personas por actividad ilícita de recursos mineros. Fueron sentenciados, luego de acogerse al procedimiento abreviado. Las Unidades de Flagrancia atienden las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
La recolección de basura no se ha detenido. Un camión hasta puso de moda en Quito One of us, de Joan Osborne. Pese a que la producción de desechos sólidos en Quito, por ejemplo, subió de 2.200 toneladas a 2.600 toneladas diarias, el sistema de recolección no ha colapsado. La canción del gas sigue sonando todas las mañanas, desde la seis de la mañana.
En la frontera las Policías de Ecuador y Colombia trabajan coordinadamente para asegurar el cumplimiento de las medidas de seguridad acordadas en cada país. Cada vez son menos los que irrespetan el toque de queda, porque se dan cuenta de que la salud de su familia, de sus amigos y de su entorno está en juego y también porque hay multas.
En muchos hogares se intenta apagar las luces a las nueve de la noche para ahorrar energía. Cinco universidades se han sumado con sus plantas docentes y estudiantes de sus facultades de Medicina a la línea 171 para apoyar durante la emergencia sanitaria. Otras ofrecen asesoría gratuita en línea en las más diversas áreas. Solo dos bancos privados, el Pichincha y el de Guayaquil abrieron fondos con millones de dólares, 10 millones el primero y cinco millones el segundo, para ayudar durante y después de la emergencia. Fondos a los que se sumarán otros bancos y otras empresas. Roque Sevilla impulsa un fondo fiduciario para actuar donde sea más urgente.
Instituciones públicas y privados abrieron la campaña darunamanoecuador.com donde se puede donar kits de cinco, diez o veinte dólares y la gente no ha sido ajena a esa iniciativa, ni a todas las demás que apuntan a ayudar a quienes no pueden quedarse en casa porque simplemente ese día no comen. Se han habilitado albergues.
El país funciona, pese a la cuarentena, pese a las fake news con mensajes apocalípticos en los que se intenta posicionar en el imaginario que el Ecuador volvió a la edad de piedra con la difusión de videos, muchos montajes, o sacados de la web, otros puestos fuera de contexto con la intención de generar caos, de provocar el pánico general.
Pero el país funciona pese a la pandemia, también su administración de Justicia que incluso ya convocó para el 7 de abril a las partes involucradas en la trama de sobornos montada entre 2012 y 2016, en el que está involucrado el expreseidente Rafael Correa y otros 20 exfuncionarios y empresarios, para dictar sentencia.
No hay apocalipsis, solo una emergencia sanitaria muy grave, quién lo puede negar, pero en la que todos intentan poner su grano de arena para salir adelante, excepto quienes pretenden aprovechan la crisis del coronavirus para pedir la libertad de un procesado por corrupción para que lo hagan presidente. No hay apocalipsis.
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