El COVID 19 ha puesto a los psicoanalistas en una situación inédita. Es un real de la vida, uno del que la ciencia nos hace su informe.
Pero este real, ahora objeto de la ciencia, que se atraviesa en la vía de los discursos, del amo, de la universidad y de la histeria, no es el real del psicoanálisis.
Véase lo que Lacan dice en 1974, en Roma (1).
Nuestro real emerge en lo imposible que atenaza al sujeto. Pero, ¿quién lo atenaza, quién lo encierra, quién lo castiga?
Estamos frente a las respuestas del discurso del amo. Tiene -felizmente- variaciones. Un campo de contradicciones donde están dictaduras, democracias liberales, democracias populistas, teocracias, monarquías.
Se nos anuncia una maravillosa promesa. Que es también siniestra. Un mundo estrictamente biopolítico: disciplina, control, evaluaciones médicas. El discurso universitario, con sus dispositivos seriados, pondría el semblante de saber para esta nueva distopía. En el lugar de la verdad de este semblante está siempre el significante de la orden.
El sujeto, para este discurso del saber, no cuenta. Es un número. Tantos en sus casas, tantos en los hospitales, tantos aquí, tantos allá. El sujeto puede convertirse en un exceso, congestionando los hospitales, difundiendo la peste. Hay que someterlo a un control policíaco y militar. Hay que vigilar, amenazar y castigar a los rebeldes. Estos son los enemigos visibles, contra los que se libra la famosa “batalla”. Porque los virus, como diría Lacan, se orientan por lo real, ninguna amenaza los impresiona. Un día nos dejarán, algún otro volverán.
Bien lo ha recogido Thomas S. Szasz. En el estado moderno providencial, todos cuidarán de los demás y nadie cuidará de sí mismo. El salubrismo encierra un poder ominoso. Es el Das Ding del que nos ocupamos los analistas en la cultura.
Muchas noches veo el programa de Jaime Bayly. Él sí es un auténtico bufón, un payaso de verdad, uno que dice cosas serias. Se solidariza con los trabajadores ambulantes de Lima, los que salen todos los días a trabajar. ¿Qué más les queda? Viven del día a día y son objeto del acoso de periodistas y autoridades.
Freud recordaba el lema de la Liga Hanseática: vivir no es necesario, navegar es necesario. ¿Cuál es el trabajo necesario que tenemos los analistas frente a los discursos que afrontan la peste ?
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