Diana Gabriela Díaz fue la ganadora de los Alumni Awards, el galardón otorgado por la asociación de exalumnos de la USFQ a graduados que han tenido un aporte sobresaliente, en la categoría “Deportista destacado”. La competidora internacional de judo y jiu-jitsu, ex becaria de deportes de la universidad y ahora docente de deportes, comparte su historia de superación y aporte a la comunidad.
Gabriela Díaz tenía diecisiete años cuando, en la final de un campeonato nacional, las cosas se le fueron de las manos. Problemas personales se habían amontonado en su cabeza, los combates habían resultado más difíciles de lo esperado y no estaba en su día. El cronómetro avanzaba y ella no conseguía echar a andar su juego. Se sentía débil y frustrada. El tiempo se acabó. Había perdido el campeonato más importante del país por la mínima diferencia, exhibiendo un pésimo desempeño. La derrota propició una avalancha en su cabeza que terminó por convencerla de que no era apta para ese deporte. Tomó la drástica decisión de retirarse. Se despidió de entrenadores, de compañeros, del judo en general, y se marchó.
Fue un momento de profunda tristeza y decepción que parecía definitiva. Sin embargo, cuatro años después estaba de vuelta, en el momento más alto de su carrera: los Juegos Panamericanos Toronto 2015. Tras un año de retiro, había decidido volver. El camino había sido cuesta arriba, pero llegado el momento estaba de vuelta en la selección nacional. Venció duros combates y llegó hasta semifinales, donde perdió por mínima diferencia contra Erika Miranda, la consumada judoka brasileña que terminaría como campeona del evento. Con apenas 21 años, Díaz había logrado consolidarse como la mejor judoka de su categoría en el país y formado parte de la elite mundial de esta disciplina; una generosa cosecha de medallas nacionales e internacionales daban fe de ello. Y todo sin dejar de estudiar ni sacrificar su futuro profesional.
Los Inicios
Gabriela conoció el judo temprano en su vida, a los diez años. El colegio en el que estudiaba en el norte de Quito, el Pablo Muñoz Vega, incluía el judo en su oferta extracurricular. Allí conoció a su profesora, Pamela Soria, quien la acompañaría desde sus inicios, en las divisiones infantiles, hasta la selección nacional. Díaz confiesa que no era una niña talentosa. Carecía de cualidades físicas especiales que indicaran que fuera a sobresalir. Sin embargo, tenía otras ventajas. La principal era que le gustaba. Le divertía aprender algo nuevo, ponerlo en práctica y derribar a una oponente. Como ella misma afirma, el judo es un arte marcial en el que muchos factores entran en juego; un mínimo error puede hacer que todo esfuerzo sea en vano o las virtudes en un campo pueden compensar las debilidades en otra. Las técnica, desarrollada a través de largos entrenamientos, la valentía y la perseverancia le permitieron compensar la falta de otros atributos.
Le gustaba ganar, viajar, representar a su país y llenar de orgullo a sus seres queridos. El judo la fue absorbiendo más y más. Con 16 años ya era seleccionada nacional y pasaba gran parte del año concentrada en Guayaquil.
Poco después de su retiro temprano, sufrió una colosal tragedia. Su madre perdió la vida tras un accidente doméstico. Para Gabriela, que se había criado solo con ella, esto implicó un giro dramático. Con dieciocho años recién cumplidos y sin más familiares, debía aprender a valerse sola. Entre otras decisiones importantes, volvió al judo.
Entró de lleno al régimen de concentración de la selección. El Ministerio de Deporte, al ver su potencial, invirtió en ella y la incluyó también en el Plan de Alto Rendimiento. Entrenaba, entre sesiones de perfeccionamiento técnico y preparación física, más de cinco horas al día. A la rigurosidad del entrenamiento se sumaban los viajes constantes, la dieta estricta, las lesiones esporádicas, la presión psicológica, el régimen disciplinario y las abundantes tareas de la residencia deportiva. En ese difícil contexto, Díaz, apoyada por su profesora Pamela, decidió insistir también en su sueño de conquistar un título universitario.
Deportista integral
Tenía recursos limitados para estudiar y la plena conciencia de que sería difícil ajustarse a un régimen de estudios convencional. Por ello, sintió una profunda alegría cuando la Universidad San Francisco de Quito le otorgó una beca deportiva. Fue una oportunidad que, asegura ella, le cambió la vida. Además, aumentó su compromiso con el judo: si le habían dado la beca por el deporte, debía ser grata también con este último. Optó por Hospitalidad y Turismo, en tanto su vida implicaba moverse constantemente y esa era una carrera que podía aplicar en cualquier parte del mundo. La USFQ le permitió conducir gran parte de sus estudios a través de la modalidad en línea, una inmensa ventaja para la deportista.
Nuevos retos
Al final del ciclo olímpico de 2016, del que solo participó parcialmente, decidió enfocarse en sus estudios para graduarse dentro del plazo estipulado. Eso requería reducir su carga de entrenamiento y distanciarse del judo durante el ciclo olímpico de Tokyo 2020. Entonces, decidió enfocarse en el jiu-jitsu, un deporte muy similar al judo, y representar a la USFQ en el circuito nacional.
El jiu-jitsu y el judo comparten el mismo origen y principios, aunque cada uno se especializa en ámbitos diferentes y contemplan reglas distintas. Empleando sus conocimientos marciales y haciendo gala de la misma paciencia y disciplina que la caracterizaban, Díaz se convirtió en una de los pocos representantes del judo que ha logrado tener éxito en ambas disciplinas. Durante más de dos años, tomó parte en todas las competencias del circuito nacional y se mantuvo invicta, sin sufrir ni siquiera un punto.
No ha terminado
Se graduó dentro de lo previsto, un logro que la llena de orgullo. Ahora, alterna entre Estados Unidos y Ecuador; allá, entrena con el prestigioso Ki Itsu Sai, centro de entrenamiento olímpico, y con el reconocido equipo profesional American Top Team. Ha sumado a su palmarés importantes logros internacionales en jiu-jitsu; se coronó campeona en su categoría y en la disputada división absoluta (competidores de todos los pesos) en el Miami Open. Tras una amplia temporada de entrenamiento y competencia en Estados Unidos, se midió en el Campeonato Mundial de Jiu-Jitsu, California; consiguió colarse entre las mejores 16 del planeta, pero no bastó aún para una medalla. Seguirá preparándose para las siguientes ediciones. Mientras, enseña judo dentro del Colegio de Deportes y colabora con la enseñanza de niños y adultos en el club deportivo de la USFQ.
Cerca de cumplir 25 años, con más de 15 de entrenamiento y un título profesional a cuestas, Gabriela Díaz siente que aún tiene mucho por aportar. Continúa entrenando y compitiendo; aspira a conquistar los principales títulos internacionales de jiu-jitsu y, de ser posible, volver a dedicarse al judo para el ciclo olímpico de Paris 2024. Mientras, se mantiene siempre activa en su profesión y en la enseñanza del deporte. Disfruta de enseñar artes marciales, compartir sus experiencias e inspirar a otros para que lleguen aún más lejos que ella. Aspira a que el deporte de alto rendimiento en el país tenga que ver cada vez más con desempeño, bienestar y perfeccionamiento individual, antes que política o intereses particulares. Compitiendo y enseñando, espera aportar su grano de arena. Su compromiso con el deporte es de por vida.
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