El viaje de la delegación de Ecuador a Estados Unidos, encabezada por Lenín Moreno fue una buena oportunidad aprovechada por los dos países. Por un lado fue una señal de que Washington comienza a dialogar con los países de América Latina porque después de todos somos un continente, una unidad geográfica importante, rodeado por los dos principales océanos, con una autonomía física en cuanto a nuestra ubicación.
Por otro lado, Ecuador ha dado muestras de que atrás se ha quedado esa novelería del socialismo del siglo XXI y ha hecho un acercamiento positivo con uno de sus principales socios comerciales para abordar temas importantes con una agenda clara y definida que se debe cumplir en tres meses.
Y uno de los principales logros es la promesa de llegar a la firma de un acuerdo comercial muy similar al que Estados Unidos ha firmado con México y Canadá, que apunta a la eliminación o reducción de aranceles, de las barreras comerciales para exportar o importar.
Donald Trump fue claro en ese sentido; es decir, existen antecedentes y jurisprudencia para poner en marcha inmediatamente el acuerdo comercial, algo perfectamente práctico y beneficioso para las partes.
Son acuerdos convenientes para nuestro país que deben estar más allá de los discursos de la llamada izquierda que ha apostado por convenios pocos saludables para el país. ¿Existe el Alba?, ¿qué nos ha dejado ese proyecto en lo económico? En el ámbito político, Unasur ha sido un fracaso del que se han retirado la mayoría de países.
Esos experimentos, por el contrario, han ayudado a fortalecer la Organización de Estados Americanos (OEA), un foro regional en el que se llegan a consensos y se resuelven controversias de tipo político, electoral y en materia de derechos humanos.
La OEA es hoy por hoy la institución regional que arroja mejores resultados, tras haber dejado de ser un instrumento político del socialismo del siglo XXI.
Es importante destacar, además, que los acuerdos funcionan cuando hay sólidas relaciones y entre Ecuador y Estados Unidos siempre ha existido fuertes nexos. Washington ha sido nuestro principal comprador vendedor.
Ecuador necesita aprender de países como China que hoy es una potencia económica porque negocia con todo mundo, dejando de lado la parte ideológica y política. El país ya ha logrado acercarse a los países del Pacífico Sur con acuerdos con Chile, Perú y Colombia, algo que nos permitirá aprovechar nuestras ventajas competitivas en productos como el camarón y el banano.
A strong, free Ecuador is a powerful partner for the United States in South America! 🇺🇸🇪🇨
Last week, President @realDonaldTrump and @FLOTUS welcomed President Lenín Moreno Garcés and First Lady Rocío González de Moreno to the White House! pic.twitter.com/K3pTYFjNBM
— The White House (@WhiteHouse) February 19, 2020
Hay muchos productos de la serranía ecuatoriana que son muy apetecidos en el mercado estadounidense. Ecuador, por lo pronto, ya solicitó a su contraparte que las flores, el atún en conserva, el brócoli y la alcachofa de origen nacional sean incluidos en el Sistema de Generalizado de Preferencias.
Si hay calidad, competitividad y productividad Ecuador tiene mucho para aprovechar la apertura de un mercado como el estadounidense. Y de ahí el acierto de haber incluido en esta misión a empresarios, líderes gremiales, la academia, además de las autoridades de Gobierno, sobre todo las relacionadas con la economía, la seguridad y la defensa.
Ahora van a llegar profesores a enseñar inglés en las escuelas públicas. ¿En estos momentos que es lo que más ha aprendido la sociedad china? El inglés. Y en Estados Unidos la enseñanza del mandarín se ha vuelto clave. Y debería serlo también para Ecuador, al menos en la Universidad Casa Grande ya incluimos el mandarín en el pensum de estudios. Es el segundo idioma que se debería aprender después del inglés.
Los resultados de esta misión están a la vista. Pronto se reabrirá la Usaid, agencia expulsada del Ecuador por el socialismo del siglo XXI; las relaciones con el Banco Mundial y el FMI son las mejores.
En el mundo hay un nuevo orden económico y político, muy pragmático, porque a las sociedades les interesa tener seguridad alimentaria, salud, vivienda y educación, algo que se consigue con una economía saludable.
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