Al menos 40 personas murieron en Irán y más de 200 resultaron heridas en una estampida durante el funeral del general iraní Qasem Soleimani, asesinado el pasado viernes en un ataque de Estados Unidos. Los incidentes se produjeron el tercer y último día de funerales, en la jornada en que debía ser enterrado en su ciudad natal, Kerman (sureste del país), lo que ha obligado a posponer los actos.
En declaraciones a la televisión pública, Pir Hossein Kulivand, jefe del servicio nacional de urgencia iraní, atribuyó la tragedia a la masiva afluencia de ciudadanos. La oficina del gobernador provincial descartó que se trate de un atentado terrorista.
Pese a que Kerman había sido uno de los centros de las protestas de los últimos meses por el incremento de los precios del combustible, duramente reprimidas por la misma Guardia Revolucionaria a la que pertenecía Soleimani, su población se convirtió este martes en una sola voz para dar el último adiós a su hijo pródigo y clamar “venganza” ante la actuación de EEUU. Algunos medios apuntaron como razones de la estampida, que la ciudad de Kerman no estaba preparada para acoger tan multitudinario funeral y que la gente se abalanzó sobre el ataúd de Soleimani para arrancar trozos de la tela con que estaba cubierto y tener alguna reliquia del finado.
Las expresiones de dolor han sido un honor sin precedentes para un hombre visto por los iraníes como un héroe nacional por su trabajo al frente de la Fuerza Expedicionaria Al Quds de la Guardia Revolucionaria.
Estados Unidos lo culpa por el asesinato de tropas estadounidenses en Irak y lo acusó de planear nuevos ataques justo antes de su muerte el viernes en un ataque con aviones no tripulados cerca del aeropuerto de Bagdad.
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