“Yo no soy hipócrita. Puedo equivocarme, pero saben que digo lo que pienso y hago lo que siento. Nunca algo diferente. Tengo coraje, y el coraje se demuestra en el llano -dijo Cristina Fernández de Kirchner en el balcón de la Casa Rosada ante una multitud congregada en la Plaza de Mayo de Buenos Aires-. El coraje y la lealtad… ese valor que algunos creen que significa seguir a un líder político. Pero la lealtad entre la política y el pueblo es a dos puntas. Los pueblos no son tontos ni zonzos”.
¿Advertencia o amenaza? A un costado suyo, lejos de la escena dominada por Fernández de Kirchner, estaba Alberto Fernández, el sucesor de Mauricio Macri desde el 10 de diciembre, que había dado su discurso ante la Asamblea y había posesionado a su gabinete en medio de una discreta presencia de su vicepresidenta, casi imperceptible, o visible a ratos por haber saludado sin mirar siquiera a Macri. También había recibido a sus invitados, entre ellos el exvicepresidente Rafael Correa, llegado a la Argentina para anunciar que resistirá y vencerá. ¿Qué o a quién? Eso es algo que nunca aclara, aunque siempre repite neoliberalismo, la palabra más acertada para describir a su gobierno de diez años, que endeudó al país hasta con la multinacional Goldman Sachs a cambio de dejar en prenda 644 mil onzas de oro ecuatoriano.
Desde temprano ese escenario se había convertido en la plataforma para músicos que pedían la salida de Jair Bolsonaro, calificaban a Sebastián Piñera de asesino y anunciaban el retorno de la Argentina al paraíso, que para determinada izquierda latinoamericana significa el regreso a las mieles del poder así sea con algo menos de la mitad de los votos válidos. Fue un festejo en el que el peronismo y el kirchnerismo olvidó que Alberto Fernández y su compañera de fórmula, Cristina Fernández de Kirchner, cosecharon 12.945.990 votos, mientras que Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto obtuvieron 10.811.345.
Alberto Fernández se mostró conciliador y hasta amable en su discurso ante la Asamblea, con un llamado a convivir entre peronistas, kirchneristas y sus ahora opositores. “Tenemos que suturar demasiadas heridas abiertas en nuestra patria -dijo- (…). Debemos ser conscientes de las profundas heridas que padecemos y que necesitan curarse. Tenemos que superar el muro del rencor y del odio. Y el muro del hambre y el despilfarro de nuestras energías productivas. Son estos muros los que nos dividen”.
El desempleo entre los jóvenes, más del 30 por ciento, con cifras más altas entre las mujeres, fue parte de su primer discurso al calificar de mala la gestión económica de Mauricio Macri quien, aseguró, le heredó la inflación más alta desde 1991; la desocupación más alta desde 2006. “El PIB per cápita es el más bajo desde 2009 y la pobreza es la más alta desde 2008”. Una tácita defensa de las políticas asistencialistas del kirchnerismo. Y anunció de inmediato un sistema masivo de créditos bancarios a tasas bajas.
Pero más allá de la economía o el hambre, los anuncios concretos de Fernández apuntaron hacia la reestructuración de los servicios de Inteligencia y una reforma al sistema de justicia para evitar lo que considera una persecución contra su compañera de fórmula, Cristina Fernández de Kirchner.
“Tenemos una democracia con cuentas pendientes y siento que soy de una generación que llega al poder con la intención de saldarlas. Sin justicia no hay democracia -dijo Alberto Fernández- (…). Hemos visto el deterioro judicial, con persecuciones y prisiones injustas, promovidas por quienes gobiernan”.
Y para rematar, el nuevo presidente argentino anunció la creación de un órgano que piense el país a largo plazo con el rango legislativo, una especie de Comité de Sabios. ¿Los otros poderes desde ya le resultan incómodos?
En el discurso, lejos del Fondo Monetario Internacional (FMI) que entregó los recursos para que al kirchnerismo le pudiera alcanzar para organizar el festejo al estilo de Nicolás Maduro en Venezuela o del mismo Rafael Correa en los tiempos que gobernaba Ecuador.
Para Alberto Fernández han crecido en la región movimientos autoritarios, golpes de Estado al tiempo que crecen los reclamos ciudadanos contra el neoliberalismo (¿Chile y Colombia?). “Argentina levantará alto sus principios de paz, democracia y plena vigencia de los derechos humanos”, dijo sin referirse a Venezuela o Nicaragua claro está, que constaban en su lista de invitados, ni especificar a qué se refería.
Ya en el balcón de la Casa Rosada, Cristina Fernández de Kirchner dejó su papel de actriz secundaria y dirigió a Alberto Fernández en el escenario desde el foro hasta la escena y el proscenio. Y fue la primera en pararse frente al micrófono para hablar de su tragedia tras cuatro años lejos del poder sin hacer alusión siquiera de que había salido a saludar con el nuevo presidente argentino. Ni una sola palabra durante algo más de diez minutos sobre su presencia, cuando finalmente volteó la mirada atrás: “Presidente, confíe siempre en su pueblo, ellos no traicionan, son los más leales -le dijo-. No se preocupe por la tapa de un diario, preocúpese por llegar al corazón de los argentinos”.
¿Hacia dónde camina Argentina? El panorama es bastante complejo. El enviado especial de Donald Trump a su asunción, Mauricio Claver-Carone, decidió adelantar su partida cuando conoció la lista de invitados.
“Jorge Rodríguez (vicepresidente sectorial de comunicación del régimen de Nicolás Maduro) no le trae ningún beneficio a la Argentina; Evo Morales (a quién concedería asilo) no le trae ningún beneficio a la Argentina. Rafael Correa no le trae ningún beneficio a la Argentina. Son cuestiones al revés -dijo al anunciar su retirada-. Le quitan beneficio a la Argentina, y desenfocan lo que debe ser la prioridad de Argentina, que es el bienestar del país, y como pueden trabajar bilateralmente con nosotros y con otros aliados”.
El discurso de Alberto Fernández en verdad dio pocas luces de hacía dónde camina Argentina en estos momentos, ni cuál será el papel que jugará Cristina Fernández de Kirchner. ¿Reconstruir el chavismo en la región? Ni Ecuador, Brasil, Colombia, Perú, Chile, Paraguay, Bolivia y Uruguay apostarían en ese sentido.
Si el nuevo presidente de Argentina no da rápidas soluciones a sus promesas lo más probable es que Argentina se encamine a una Argenzuela, una palabra mencionada por una periodista venezolana, testigo muda del retorno del kirchnerismo a la Argentina en medio de una Buenos Aires paralizada por los festejos.
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