Durante el primer cuatrimestre de 2019 se generó un extenso debate sobre la propuesta que, en su momento, planteó Elizabeth Cabezas -ex Presidenta de la Asamblea Nacional- sobre la exigencia del título de doctor -equivalente a PhD- a la hora de ejercer un cargo directivo y/o ascender al nivel de profesor principal de una universidad o escuela politécnica.
Este debate estuvo marcado -en su mayoría- por posiciones de sectores universitarios que consideraban que el cumplimiento de este requisito sí era un avance que se había dado a la hora de promover el mejoramiento de la calidad de la formación docente, a pesar de que, en su momento -específicamente entre 2007 y 2017-, este tipo de reformas sirvieron para, desde el poder estatal, presionar para que las universidades, a la hora de su acreditación -por ejemplo-, se conviertan en espacios de sumisión gubernamental y “no” de la consolidación de voces críticas -verdadero rol de una universidad que se dice autónoma- de todo aquello que, en el quehacer diario de una sociedad, muestra signos de desvío de que lo se considera “éticamente correcto”.
A pesar de quedó archivada esta propuesta de cambio a la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), es importante, sobre lo base de la discusión intensa que se generó, analizar algunas de las reflexiones que se generaron y que, desde la óptica proactiva, ayudan a esclarecer el verdadero rol actual y, sobre todo, futuro de una institución de educación superior (IES).
Para ello, en primer lugar, es relevante responder la interrogante: ¿es necesario el título de PhD para ser rector o rectora de una universidad o escuela politécnica?, teniendo como respuestas -de acuerdo a lo discutido en los meses del debate generado entre actores relacionados- dos vías, la una marcada porque, en medio de la articulación de relaciones -entre pares académicos- que se producen en el proceso administrativo de una organización universitaria, sí es necesario que quien esté al frente de una IES -como un medio de legitimación relacional y organizacional- tenga el título de PhD que avale que es un investigador debidamente reconocido por alguna universidad nacional o internacional -incluida la propia universidad que va a ser objeto del ejercicio rectoral-.
Esa legitimación, ya en la práctica -yendo más allá de la aceptación de los pares académicos y funcionarios administrativos-, facilitará la promoción efectiva e integrada de las tres misiones básicas de una IES: docencia, investigación y vinculación con la colectividad; gracias a que, el responsable principal de la IES, evidenciará, con las respectivas credenciales, tener la experiencia y conocimiento acumulado suficiente para comprender cómo funciona una universidad o escuela politécnica en donde, como se puede ver, su funcionamiento sistémico tiene un fuerte carácter tridimensional
La otra vía de respuestas, por su parte, hizo ver que, a más de la formación en investigación, quien es elegido como rector o rectora deberá demostrar que, a lo largo de su carrera vinculada a la academia, ha ido desarrollando -por la preparación formal recibida y/o por los cargos desempeñados- habilidades directivas para la buena administración de una IES. Lográndose, así, una mixtura que garantice -pensando institucionalmente y en el beneficio que la sociedad en general recibe de una IES- que la universidad o escuela politécnica se pueda sostener académica, administrativa y financieramente en el tiempo.
La otra interrogante a responder -sobre la cual, también, hubo un fuerte debate- tiene que ver con: ¿es necesario el título de PhD para ascender al nivel de profesor o profesora principal de una universidad o escuela politécnica?; teniendo como respuesta, casi unánime de los actores debatientes, de que, también, sí es necesario el título de doctor -a nivel de PhD-, ya que, pensando en la consolidación de la carrera académica, los titulados de ese nivel serán, junto con los otros miembros del equipo docente -independiente de su nivel de titulación-, los grandes agentes socializadores e incentivadores de la investigación seria y honesta -combinada, eso sí, con la docencia y vinculación con la colectividad- al interior de las aulas universitarias; en donde los productos de investigación generados tendrán como beneficiarios directos, en primer lugar, a los propios estudiantes y, en segundo, a todos los miembros de una sociedad que está ávida de ideas y propuestas -sustentadas en investigación científica- para solucionar problemas y/o aprovechar oportunidades en medio de un mundo que cada día, desde el enfoque del pensamiento y acción sistémica (PAS), es más complejo y lleno una infinidad de interacciones entre actores locales, nacionales e internacionales.
El momento que se cuente con una masa significativa de docentes universitarios -formados como investigadores- será, también -dependiendo de la disciplina-, un gran aporte a la transformación productiva con equidad social del país, ya que, gracias al trabajo universitario de investigación, se aportará con sendos conocimientos que, luego, los emprendedores y las empresas privadas los toman para generar productos más sofisticados, diferentes y con mayor valor agregado. Es decir, el disponer de una buena fuente de conocimientos científicos, al final, se termina convirtiendo en el gran activador de la creatividad e innovación nacional, tan necesaria para transformar a una nación hacia un escenario en donde haya más inversión, producción y, sobre todo, más fuentes de trabajo.
Un buen ejemplo es lo sucedido en Chile -según entrevista que hicieron a Michelle Bachelet cuando terminaba su primer mandato como Presidenta-, en donde un grupo de estudiantes y docentes chilenos hicieron estudios y, sobre la base de sus resultados, plantearon mejoras al proceso de producción de las manzanas chilenas; siendo uno de los principales beneficios el que las manzanas pueden ser vendidas en cualquier lugar del planeta Tierra gracias a que con la mejora científica se logró aumentar su vida útil y, por ende, la posibilidad de llegar a consumidores de todos los confines de los cinco continentes del mundo actual. Este es un buen caso de cómo la academia pone los resultados de la investigación al servicio de la mejora productiva nacional -lo dijo Bachelet-.
Finalmente, se deben resaltar aquellos casos de centros de investigación y generación de información -impulsados desde el interior de las IES- que, también, gracias a la formación de docentes con perfil investigador logran poner el trabajo investigativo al servicio de la docencia y la comunidad interesada en el avance de las diferentes disciplinas científicas. Un caso que vale nombrar es el trabajo que, en campo del emprendimiento y las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME) -desde 2010-, viene realizando la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, a través de su Observatorio de la PyME (www.observatoriopyme.uasb.edu.ec) que, al final, es un espacio que combina las tareas de centro de investigación y medio de socialización de información orientadora para estudiantes, docentes, investigadores, medios de comunicación especializada, emprendedores y, por supuesto, para los tomadores de decisiones del sector empresarial y de quienes cumplen el papel de gestores de la política pública local y/o nacional.
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