Si alguien pensó que la historia de José Tuárez en el Consejo de Participación Ciudadana fue la prueba más fehaciente de que ese organismo nunca debió existir, porque la participación ciudadana no se puede estatizar, estaba equivocado. La actuación de los actuales consejeros nada tiene que envidiar a sus antecesores.
Los actuales consejeros, del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, llegaron a esos puestos tras participar en acciones políticas y públicas que supuestamente apuntaban a probar las razones de por qué esa institución era un aberración a la democracia, a la institucionalidad de un país.
Su apuesta, en principio, fue por la transición a otro modelo distinto al implantado por el correísmo, a otro modelo distinto al del control social disfrazado de participación ciudadana.
Desde antes de octubre (y desde mucho antes) sus consejeros comenzaron a cuestionar sus primeras declaraciones, las suyas, cuando recién aspiraban a esos cargos burocráticos; ya no eran la transición para borrar ese esperpento creado en Montecristi por sugerencia de Hugo Chávez y sus asesores españoles de Podemos, sino la apuesta por convertirse en los árbitros de la democracia entre comillas. Debían ser el puente para llamar a un líder exiliado al poder. A ese que ofreció su candidatura desde un búnker en Venezuela, dispuesto a mancharse las manos para recuperar su gloria.
Las circunstancias no jugaron a su favor ni al de los consejeros (los consejeros y su creador) y fueron agazapándose para dejar intacta esa institución otra vez, hasta llegado el momento.
Un video de lo que hacen los puso en evidencia. Esos consejeros y esa institución lo único que buscan es recuperar el brillo perdido después del correísmo, el de los leales al poder; su video fue como avisar a los futuros gobernantes que ellos están ahí, dispuestos a negociar. Un video en redes sociales que recuerda la peores épocas del correísmo y los mejores días del señor José Tuárez.
Un video que habla de su mayor logro, el de haber creado una aplicación para denunciar casos de corrupción o un viaje a Medio Oriente. ¿Cuánto costó esa aplicación con un servicio que se puede ofrecer desde una página web de cualquier institución pública con un simple botón que dice: Denuncie?
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