El 62% de los ecuatorianos está desempleado. Sin disimulos ni eufemismos como “subempleo”. ¡Cinco millones! Y debemos recordar que cada persona en edad económicamente activa sostiene un hogar, o al menos aporta al sostén de un hogar. Bajo el promedio familiar y de edad de los ecuatorianos tenemos hoy a casi 10 millones de personas que dependen de ingresos informales y no cuentan con protección social básica. A eso yo le llamo Estado fallido. Si más de la mitad del país se encuentra diariamente en zozobra respecto a su subsistencia y salud, debemos pensar en la manera de permitir darnos la mano entre los que quieren trabajar y los que necesitan y quieren ayuda a través de un colaborador.
Personalmente estoy harto. Estoy harto de los dogmas, las frases bonitas, y los índices. Estoy harto de los fantoches de lado y lado que vociferan sus “verdades” como si de ellas viviera la gente. Es necesario retomar la realidad como principal medidor de las políticas que funcionan y las que no. Es necesario recordar que la realidad es lo único que cuenta. La vida de un padre que no sabe como alimentará a sus hijos en la noche, la vida de una madre que quiere trabajar unas cuantas horas en la mañana mientras sus hijos estudian para ayudar en la casa, la vida de un estudiante que quiere trabajar unas horas en la tarde para ayudar a pagar sus estudios. Hoy, ninguno puede hacerlo porque el Estado “protege sus derechos”.
¿Hasta cuando políticos, dirigentes gremiales, y sindicalistas siguen “dialogando”? ¡YA BASTA! Los ecuatorianos y residentes en Ecuador se mueren de hambre, el empleo sigue desapareciendo, la delincuencia violenta sigue en aumento. Mientras las altas esferas dialogan y discuten sobre quien tiene las frases trilladas o luchas históricas más galanes, el país se sigue sumiendo en la pobreza, el IESS está más cerca de la quiebra, y la desesperación empieza a ser un sentimiento común para los ecuatorianos.
Los países ricos son ricos porque tienen una clase media fuerte. La clase media se forma a través del emprendimiento y los empleos que estos generan. En Ecuador en particular, el 90% de las empresas son familiares, y el 85% son empresas micro, o pequeñas. Las principales creadoras de empleo son justamente las micro y pequeñas empresas, los emprendimientos individuales y familiares. Con estas cifras, debemos entender que cuando pensamos en políticas o reglas laborales, no debemos analizar en nuestro país la situación desde el discurso de los grandes sindicatos o de las grandes empresas. Ambos lados son minorías con intereses propios. La mayoría somos ecuatorianos emprendedores pequeños y desempleados con ganas de trabajar.
Los emprendimientos nacen de la inventiva, el esfuerzo, y la colaboración. Un panadero que inicia su negocio necesita ayuda en las horas de la mañana. Un restaurante que inicia labores necesita ayuda en las horas de almuerzo. Una hostería que empieza requiere ayuda en los feriados, fines de semana, y momentos de alta afluencia según las temporadas vacaciones y celebraciones. Ninguno de estos puede costear un empleado con salario mínimo de $394, más $44 de IESS, más $33 de décimo tercero, más $33 de décimo cuarto, más vacaciones, más fondos de reserva, más la previsión que debe hacer para una posible separación si el negocio no despega (indemnización y desahucio). Pero si podrían costear el pago de 3 o 4 horas diarias de trabajo por hora y el aporte patronal de seguridad social. Esas horas de trabajo aportan desde la perspectiva del empleador a desarrollar su negocio pequeño, lo que significa que en un tiempo estará en la necesidad y capacidad de contratar a alguien a tiempo completo. Desde la perspectiva del colaborador, esas horas de trabajo le permiten obtener un ingreso que antes no tenía, que aporta al bienestar propio y de su familia, que le podría brindar acceso a seguridad social, le enseña un oficio nuevo que le da mayor valor a su trabajo, y además genera una relación con un emprendedor/empresario que en caso de tener éxito lo tendrá en cuenta para cuando pueda y necesite contratar a alguien a tiempo completo.
Hasta ahora los únicos argumento que se han planteado en contra del contrato por horas son: 1) Que ya existen nuevas “modalidades” de contratos, 2) La posibilidad de que se pague muy poco a trabajadores por hora, 3) La falta de estabilidad, y 4) La falta de acceso a seguridad social. Vamos a analizar cada una:
Con este esquema abrimos las puertas al trabajo, al crecimiento de emprendimientos, masificamos la seguridad social, aumentamos el numero de consumidores, y por si todo esto fuese poco, con nuevos y frescos aportes, damos al casi quebrado Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social un respiro y nueva oportunidad de crecer de manera sostenida.
Corriendo el riesgo de ser repetitivo, quiero llevar la propuesta a un ejemplo práctico:
Juanita decide emprender. Ella abre una panadería en su barrio. Los primeros días solo le alcanza el dinero que ha podido ahorrar para sacar todos los permisos que requiere para poder operar (tema a tratar en un siguiente artículo), pagar el arriendo del local, y para comprar harina, manteca, huevos, y agua. Tras vender pan por un mes, Juanita se da cuenta que hay buena clientela y que el pan se le está acabando muy rápido. Ella sola no puede hacer más pan. Cualquier persona libre, que razona y quiere progresar, buscaría ayuda. Si autorizamos el contrato por horas, Juanita podría preguntar en el barrio o en su familia quien quisiera ayudar. Seguramente habrán muchas personas disponibles para ayudar. Juanita escoge a Bryan, a quien ofrece el pago mínimo de $2,80 la hora y un turno de 4 horas diarias, de lunes a viernes, de 5am a 9am, horas en que ella necesita ayuda para hacer pan y atender al mayor número de clientes. Así, ella puede vender mucho más pan, ganar un poco más de dinero, y seguir creciendo su negocio. A cambio, Bryan se lleva a la casa $56 cada semana y está afiliado al IESS. Puede no parecer mucho, pero es mucho mejor que nada. Al mes Bryan gana $224, que aporta al bienestar de su familia. Al sexto mes de actividades, Juanita encuentra que siguen viniendo más clientes, y además decide vender más productos. Ella ahora necesita más ayuda, y tiene más ingresos. Por lo tanto decide ofrecer a Bryan, que ha demostrado ser un buen empleado, un trabajo a tiempo completo, y contratar a Jonathan para las horas de la mañana. Así, Juanita ahora tiene un negocio que crece, Bryan logró con su esfuerzo y trabajo ayudar a crecer el negocio de Juanita, y crecer junto al negocio. El ahora tiene un trabajo con un sueldo de $394, y Jonathan gana por primera vez sus $56 a la semana, y está afiliado al IESS.
Ésta historia de éxito y desarrollo, que se da a diario en países donde existe el contrato por horas, sería imposible en el Ecuador de hoy. Juanita se ve obligada en el segundo mes a madrugar a las 2 de la mañana para tratar de hacer más pan sola, o caer en la informalidad, pagando lo que se le ocurra a Bryan y arriesgándose a que mañana un burócrata que “garantiza derechos laborales” la multe a ella por tratar de progresar y deje a Bryan sin siquiera los $56 semanales que podía producir mientras ayudaba a Juanita a crecer su negocio.
¡Vamos a una consulta popular que elimine la prohibición de la constitución al trabajo por horas! Que desaparezca el art. 327 y cualquier norma que penalice el trabajo por horas. Exijamos que, como en los países desarrollados, sea normal y legal poder trabajar por horas, que exista un valor mínimo a pagar por hora, y que este trabajo cuente con seguridad social. Los seres humanos que vivimos en Ecuador no podemos esperar mas. Ésta debe ser la única prioridad de todos hasta lograrlo. Si no nos ponemos a trabajar juntos, jamás saldremos adelante. Como pueblo soberano, únicos dueños del poder en democracia, exijamos a los políticos que se hagan a un lado y dejen de estorbar, nosotros nos pondremos la camiseta y trabajando sacaremos al país adelante. Solo necesitamos eso: ¡Que nos dejen trabajar!
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