El presidente de la Conaie, Jaime Vargas, participó junto a unas 15 mil personas en la marcha por el clima en Madrid. El planeta seguirá existiendo, nosotros nos iremos extinguiendo; Cambia tu vida, no tu clima; Ni un grado más, ni una especie menos; Menos emisiones y más soluciones, eran alguna pancartas y consignas de esa movilización.
“Desde las calles de Madrid, España, junto a miles de ciudadanos, trabajadores, activistas y líderes en la marcha del clima, por una justicia social y ambiental”, escribió el dirigente del movimiento indígena en su cuenta de Twitter, una plataforma multinacional de microblogging, cuyo desarrollo tecnológico sería impensable sin los recursos que se extraen del planeta. Greta Thunberg, ovacionada por lo asistentes, pidió empezar a parar la crisis por fuera de los espacios de las conferencias, en referencia al COP25.
¿Cuáles deberían ser esos espacios? Pues donde las organizaciones y movimientos sociales puedan incidir. Donde Vargas, por ejemplo, no reclame combustibles subsidiados y, al mismo tiempo, sea partidario de una política antiextractivista. ¿De dónde salen esas gasolinas?, ¿de dónde sale el Presupuesto de los altos subsidios que el Estado paga para que la gente sigue llenando los tanques de los carros, ya sea un subaru viejo o una camioneta gigante 4 por 4 del año?
La coherencia debería ser parte de nuestras acciones. No se puede decir no quiero esto, ir a marchas ambientales políticamente correctas y esconderse cuando se piden soluciones o consensos para caminar hacía un país pospetrolero, que pueda aprovechar los recursos de los que dispone ahora, donde quiénes más consumen combustibles también paguen más por su uso.
Hay que cobrar impuestos a los más ricos, es el discurso. Está bien, pero ¿qué pasa cuando los más ricos se ven asfixiados por la carga tributaria? Dejan de producir, cierran sus empresas, se van a la quiebra y con ellos cientos de ecuatorianos se quedan sin el sustento de un empleo formal.
Ecuador no puede mirar a otro lado si busca una salida a la crisis económica. El discurso antiextractivista puesto en en el contexto de la realidad económica local y mundial comienza a resultar vacuo porque reclama dejar bajo tierra recursos que ayudan a producir sus smartphones para chatear por WhatsApp; a mover los aviones en los que los antiextractivistas viajan a marchas ambientales; a fabricar los zapatos con los que caminan, y desplegar en las calles los carteles con leyendas y llamados a ser responsables con el ambiente.
Sin duda mucho se puede hacer para evitar dejar la huella de carbono, como pagar por las bolsas plásticas en los supermercados si alguien no decidió llevar una bolsa reciclada para cagar sus compras del supermercado, por ejemplo. Pero ahí sale el discurso de que la solución no son más impuestos para la gente de a pie.
Ecuador, pese a todos los pronósticos, comenzó a sacar desde el puerto de Guayaquil hacía Europa su primer cargamento minero de Fruta del Norte, ubicada en la provincia de Zamora Chinchipe. Fueron 177,9 toneladas de concentrado de oro extraídas desde el 15 de noviembre de 2019.
El cargamento fue en ocho contenedores sellados, de 22 toneladas cada uno de la empresa concesionaria, Aurelian Ecuador S.A., que contó el Certificado de Exportaciones de Minerales para su primera venta en el mercado internacional, expedido por la Agencia de Regulación y Control Minero (Arcom).
¿Hacia dónde van esos recursos?, ¿en qué se invierten?, ¿qué tipo de reparaciones ambientales realiza la concesionaria? Ecuador ya tuvo la experiencia del boom petrolero. ¿Que se hizo mal?, ¿qué se hizo bien para no dilapidar los ingresos extra? deberían ser las preguntas que junten en un debate a movimientos sociales, indígenas, gremiales con el sector privado y autoridades del sector público.
Los países suelen avanzar con propuestas, no con bloqueos, ni con dobles discursos.
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